Michelle se enlistó al Army para servir a los Estados Unidos, sin embargo, lo que encontró al interior no fue precisamente la mejor experiencia. Aquí nos cuenta su propia experiencia.
Por Luis Orlando Montane
RegeneraciónMx, 17 de mayo de 2022.- Mi nombre es Michelle. Soy de Río Grande, Texas, y tengo 31 años. Quiero contarte el día que decidí inscribirme al Ejército estadounidense, mejor conocido como El Army’. Uno sabe que no se va de vacaciones a ese entrenamiento, pero la verdad lo que se vive ahí es un infierno: tratan a las personas como basura y sus derechos son violados de pies a cabeza.
Fue deprimente ver a las chicas de mi escuadrón después de que nos hicieron unos exámenes físicos de manera tosca. Pero, más triste fue cuando nos preguntaron por qué nos inscribimos al Army; la mayoría contestamos lo básico: que lo hicimos por servir a nuestro país. Sin embargo, una chica de nombre Isabel, que venía de Los Ángeles, California, contestó que ella era una vagabundo —o homeless— y solo se enlistó en el Ejército para tener comida y un lugar donde vivir.
No entraré en más detalles del entrenamiento. Lo último que diré acerca de ello es que mi entrenadora era una sargento prepotente, de raza negra y que nos trataba como animales. Un día nos pusieron las vacunas contra el COVID-19 y eso me llevó a la cama una semana por los efectos secundarios insoportables: náuseas, mareos vómitos, dolor de estómago e insomnio. No pude hacer nada en mi canal de YouTube.
Aun en esas condiciones me querían forzar a entrenar, pero era imposible. Aunque, mientras dormía o estaba en reposo por los efectos de la vacuna, podía escuchar lo que sucedía a mi alrededor. Uno de esos días en cama, escuché que una chica abrió la llave de la regadera de mi cuarto, así que le grité para avisarle que la habían cerrado definitivamente, pero no me respondía.
Entonces, me levanté de mi cama toda adolorida y fui a ver qué pasaba, pero no había nadie. Las chicas seguían entrenando muy normal en el patio. Después de eso, empezaron a suceder más cosas similares: me quitaban el cobertor mientras dormía, movían mis botas de un lado a otro… hasta que un día vi una sombra pasando por mi cuarto hacia la regadera. Ahí fue donde entré en pánico, ya que aparte del maltrato que nos dan era presenciar estos eventos paranormales. Fue un valor agregado a la pesadilla que viví en la base militar de Missouri, donde tuve el entrenamiento.
Después de unos días me enteré que el año pasado una chica se había ahorcado exactamente en el cuarto que me habían asignado, el número cuatro. No me sorprende que alguien se quite la vida después de la manera que tratan a las personas ahí. En este momento me encuentro en casa, porque no he podido acabar el entrenamiento, pero créeme que estoy considerando nunca regresar a ese infierno.
Sigue a Luis Orlando Montane Pineda en YouTube como Pesadilla’s Radio