¿Por qué, si no estamos dispuestos a asumir ese compromiso, preferimos condenar a una vida miserable y a una violencia pasiva a unos seres que al final del día lo único que buscan es nuestra compañía? ¿Para qué?
Por Érika Maza Hernández
RegeneraciónMx, 22 de enero de 2022.- Está más que demostrada la importancia que tienen en la vida del ser humano la presencia y convivencia con los animales de compañía comúnmente llamados mascotas que, además de cubrir algunas de nuestras necesidades lúdicas y afectivas, aportan beneficios a nuestra vida que se ven reflejados en la salud física y mental, fomentando así la responsabilidad, el compromiso y, en muchos casos, la sociabilidad de las personas, pero desafortunadamente la protección y el cuidado no siempre es la realidad de muchas de ellas.
En innumerables ocasiones hemos visto las mismas escenas de maltrato: perros que llevan toda su vida en azoteas, otros amarrados con pequeñas cuerdas aun cuando el espacio del que disponen es amplio; o encerrados en patios o zotehuelas. Perros y gatos con dueños, pero vagando todo el día por las calles buscando un poco de comida, a veces lastimados, enfermos o en condiciones deplorables, sumándole el riesgo de que puedan ser atropellados, golpeados o envenenados, entre otros. Ejemplos como estos hay muchos y creo que todos estamos familiarizados con al menos uno porque lo tenemos cerca de nuestras casas o trabajos. Puede ser el caso de un vecino, conocido, familiar, o incluso, podemos ser nosotros mismos. Y no importa la condición social o económica de las personas; tampoco si el animal es “de raza” o mestizo, o si fue regalado, adoptado o comprado, la verdad es que estas situaciones se ven en todos los niveles sociales y con todo tipo de perros y gatos.
También es cierto que muchas veces se tiene la falsa idea de que porque se le proporciona al animal de un espacio y comida ya es todo lo que necesita para vivir, privándolo de paseos, juegos o de algo tan simple como lo es la convivencia familiar. El que no haya golpes no significa que no haya maltrato. El abandono es uno de los principales tipos de violencia.
Es una obviedad pensar que la razón porque la que estos animales se encuentran en esas condiciones es porque representan una molestia, un gasto y una responsabilidad que el dueño de esa mascota ya no quiere —o nunca quiso— asumir.
Desafortunadamente, no todos los animales de compañía que llegan a manos de las personas tienen la suerte de una vida feliz y son incontables las excusas que cada individuo pone cuando se le cuestiona sobre la condición en la que tiene a su mascota. Sin embargo, todas las explicaciones podemos resumirlas en falta de interés, indiferencia e indolencia. Actitudes que condenan a estos animales a una vida triste, lenta y dolorosa.
Pero sin importar cuál haya sido el motivo o las circunstancias por las que ese animal llegó a cada una de esas personas, todas tiene un denominador común: pudieron y pueden elegir. Nadie está obligado a contraer responsabilidades que no quiere. En la escala más simple del sentido común sabemos que hacernos cargo de un ser vivo implica gastos, atención y cuidados de toda índole. ¿Por qué, si no estamos dispuestos a asumir ese compromiso, preferimos condenar a una vida miserable y a una violencia pasiva a unos seres que al final del día lo único que buscan es nuestra compañía? ¿Para qué?
Los invito a que antes de integrar a una mascota a tu familia se den el tiempo de reflexionar si de verdad estás dispuesto a cuidar, con todo lo que ello implica, a un animal por los próximos 10 o15 años.
La protección de las mascotas comienza desde un acto tan simple y responsable como decidir no tenerlas y aceptar con toda honestidad cuando nuestras circunstancias y estilo de vida no es adecuado para cuidar de ellas.