Lo que necesitamos es apoyo para trabajar nuestras tierras, insisten
Regeneración, 18 de julio 2014.- Los proyectos gubernamentales para los rarámuris fracasan porque están alejados de su cosmovisión y necesidades; este pueblo no requiere tractores ni grandes proyectos agroindustriales, sino herramientas indispensables para trabajar sus tierras y respeto a sus tradiciones y costumbres, y eso incluye que se deje de vender productos chatarra en las tiendas Diconsa, expresó David de la Rosa, de la Unión Nacional de Organizaciones Rurales Campesinas Autónomas Coordinadora Nacional (Unorca CN) en Chihuahua.
Los proyectos turísticos con grandes hoteles y teleféricos y las empresas mineras sólo están destruyendo a este grupo étnico, que necesita ayuda para desarrollar sus huertos de traspatio; implementos indispensables para sembrar maíz, frijol y chile, y sitios donde puedan vender sus artesanías. Ellos aún tienen esperanza de que el gobierno federal los escuche y responda a sus demandas, apuntó.
Jorge Batista, uno de los 200 rarámuris que habita en Divisadero Barrancas, señaló que la llegada de dos o tres tráileres con despensas alivia el hambre de los indígenas por dos o tres días, pero eso no sirve; lo que queremos son apoyos para emprender proyectos productivos. En nuestro caso, queremos ayuda para construir algunas cabañas turísticas, apoyo para mejorar el trabajo de nuestras artesanías y un lugar para venderlas.
Acompañado por su esposa y su hijo, Jorge llegó a la reunión de Unorca CN con algunos productos artesanales elaborados por su familia, como llaveros, tambores, canastillas tejidas de palma y pino, así como figuras de madera, y tenía la esperanza de expenderlos. “Quisiera tener la oportunidad de que nos inviten a ferias para vender nuestras cosas. Divisadero Barrancas está cerca de donde pasan los turistas, pero las ventas son pocas y necesitamos algo de dinero para sembrar y para comprar el maíz –cuando alcanzamos y hay– en la tienda Diconsa.
Comentó que desde que se venden productos chatarra en el local de Diconsa, la gente ha perdido la tradición de comer pinole y de buscar quelites y otras hierbas en el bosque, y los niños piden esas mercancías y refrescos, en los que se gasta hasta 30 pesos. Los jóvenes requieren orientación para regresar a nuestra comida, que no sólo son maíz y frijol, para volver a sembrar y tener huertos. Tengo la esperanza de que el gobierno nos vuelva a apoyar y que nuestra gente se vuelva a unir para vivir de lo que sabemos hacer.
(Fuente: La Jornada)