Plus Ultra: la monarquía española y la herida abierta en México

«La discusión sobre la conquista atañe a la discusión sobre la hegemonía contemporánea, es decir sobre la forma que adquiere o debe adquirir la socialidad en México ante una coyuntura de cambio de régimen.»

 

Por Juan Gerardo López Hernández*

La polémica

Regeneración, 3 de abril de 2019. En un par de cartas, cuyo contenido íntegro aún no se ha hecho público en México, dirigidas respectivamente al rey Felipe VI de España y al papa Francisco I del Vaticano, el presidente Andrés Manuel López Obrador (de acuerdo con sus palabras) los invita a planificar conjuntamente con el gobierno mexicano una conmemoración del quinto centenario de la caída de Tenochtitlan, fecha icónica por diversas razones, algunas de las cuales se apuntarán más adelante.

El presidente López Obrador habló del contenido de las cartas en un video grabado en Comalcalco el pasado lunes 25, publicado en Twitter ese día a las 14:26, aludiendo a la intención de realizar una conmemoración conjunta:

“… envié ya una carta al rey de España y otra carta al papa para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos: Hubieron matanzas, imposiciones… la llamada conquista se hizo con la espada y con la Cruz; se edificaron las iglesias arriba de los templos; ¡bueno! se excomulgó a nuestros héroes patrios, a los padres de nuestra Patria, a Hidalgo y a Morelos.

“Entonces, este es el tiempo ya de decir, vamos a reconciliarnos; pero primero pidamos perdón.

“Yo lo voy a hacer también, porque después de la colonia, hubo mucha represión a los pueblos originarios. Fue lamentable lo que pasó con el exterminio a los yaquis, a los mayas. Incluso el exterminio a los chinos en plena revolución mexicana. Entonces, tenemos que pedir perdón y que el año 2021, sea el año de la reconciliación histórica…”.

Ese mismo día, el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, es decir, no la Corona, sino el gobierno, emitió mediante el sitio de la embajada española en México, el comunicado número 062, en que lamentaba que, de acuerdo con su visión, se hubiera hecho pública la carta que el presidente de México dirigió a “S.M. el Rey” [sic.].

Por la tarde de ese mismo día la polémica tomó dimensiones globales: el periódico español El País (el cual forma parte del consorcio de medios de comunicación más grande en lengua española: la transnacional grupo PRISA), publicó una nota reseñando la respuesta que dio a la carta dirigida al rey de España, el gobierno a cargo de Pedro Sánchez.

En esta publicación, el diario líder de medios comerciales tales como Televisa radio; el Financiero y otros de gran difusión en México, escribió un encabezado que ya no reflejaba las palabras del presidente López Obrador: “España rechaza con firmeza la exigencia de México de pedir perdón por los abusos de la conquista”, en segundo término avanzaba: “El presidente de México defiende que es la única forma posible de lograr una reconciliación plena entre ambos países” y califica de “desafío diplomático” el contenido de la carta (de la cual no cita ni una frase).

A partir de esa publicación de la transnacional de medios, un sector de la sociedad española (incluidos escritores como Arturo Pérez Reverte), columnistas en México y América Latina, académicos y otros personajes, han participado de una discusión con muchas descalificaciones, insultos y pocos argumentos.

A la polémica ha seguido la emulación: el 27 de marzo, el perfil de Facebook de la Mezquita Ishbilia de Sevilla, publicó una fotografía de una carta firmada el día anterior por su presidente, Yihad Sarasúa, a nombre de su comunidad, en la que expresa al rey de España que llegó el momento “de llevar a cabo el reconocimiento de culpabilidad de las vilezas, expoliaciones, destierros y asesinatos, llevados a cabo por órdenes de los reyes católicos y sus colaboradores más directos, que culminaron con la rendición de Granada y el incumplimiento de todo lo suscrito, hacia la comunidad musulmana”.
Plus Ultra

Al presidente de México se le ha tachado de impertinente, por dirigirse a una institución y a una dinastía que ya no existe; anacrónico, por referirse a hechos ocurridos hace quinientos años; maniqueo, por aludir a las crueldades de los españoles, que desde una visión hispanófila se dice, son parte de una leyenda negra.

Sin embargo, no se puede negar que su iniciativa ha abierto un debate que va mas allá de los ámbitos de la historiografía y que se inserta en la discusión contemporánea sobre el proyecto de nación que se abre con el fin del régimen neoliberal en México. Así lo han asumido algunos académicos como Ignacio Lanzagorta al decir con acierto que “cuando peleamos por acomodar y calificar la(s) narrativa(s) de la Conquista [sic.], nos estamos disputando toda la hegemonía vigente”.

En efecto, más allá de la polémica desatada sobre el tema, lo que se encuentra en el fondo de la discusión es la hegemonía vigente, en tanto que proyecto histórico. De ahí que haya sido correcto que el presidente López Obrador se dirigiera a los dos monarcas –el rey de España y el papa- en cuyas cabezas ha venido a recaer por sucesión las instituciones a cuyo nombre se instrumentó sobre los pueblos de este continente, el proyecto civilizatorio moderno, resumido en el lema que adoptó el rey Carlos I de Castilla, retrato y narrativa de la ambición sin límite de la modernidad occidental: Plus ultra (Más allá).

En 1516, justo cuando se convirtió en rey de Castilla y Aragón, Carlos I, el hijo de Felipe de Flandes y Juana I de Castilla (la loca), adoptó un lema adecuado a su talante de noble “emprendedor” –belicoso- que representaba la principal empresa que seguiría durante toda su vida y heredaría a su linaje como principal criterio de actuación política: más allá. Hoy ese criterio de actuación política no está ausente en la hegemonía política y económica del Estado nacional que se presenta como sucesor de la vieja monarquía castellano-aragonesa.

La preservación del lema no es una mera expresión de nostalgia por la situación de los tiempos en que dentro de los dominios del rey de Castilla no se ponía el sol, sino un signo (que solo aparentemente es inocuo) de la preservación de todo un modelo de sociedad, es decir de organización política y por lo tanto, de lo que en la antropología se conoce como socialidad, como estrategia general de reproducción de la vida.

Bajo ese modelo de socialidad, de estrategia de reproducción de la vida, es decir, de organización política, económica, cultural (en suma, social) resumido en el lema plus ultra, siguiendo el criterio de ir más allá, el joven Hernán Cortés decidió en 1519 desobedecer al gobernador de la isla de Cuba, asentarse en la costa de Zempoala y fundar el primer ayuntamiento en el continente, quemar las naves e ir consolidando jurídicamente su avance hasta conquistar la hegemonía sobre los pueblos que hoy conocemos como mesoamericanos a nombre de la Corona castellana, antecesora de la actual Corona española, reconocida en los documentos oficiales del Jefe del Estado español, el rey Felipe VI.

La genealogía oficial que se publica en la página digital de la Corona Española, testifica la identificación que realiza esa institución de su procedencia y derechos sucesorios y, por lo tanto, de las responsabilidades que le son consustanciales.

El árbol genealógico del Rey de España

Disponible en http://www.casareal.es/ES/MonarquiaHistoria/Paginas/arbol-genealogico.aspx

La narrativa oficial del Estado español confirma esta continuidad, al llevar la descripción de su surgimiento al momento de “La culminación de la Reconquista a fines del siglo XV” y describir la forma en que “con posterioridad, durante los siglos XVII y XVIII, la Monarquía de España adquirió una dimensión planetaria con la consiguiente incorporación de territorios y reinos en diferentes continentes”.

Incluso, este discurso oficial español actual, lleva la representación del titular de la Corona hasta la sucesión de los derechos –y por lo tanto de las responsabilidades- de los principales gobernantes americanos conquistados en el siglo XVI: “por lo que el Rey se consideraba sucesor de los emperadores autóctonos, como se quiso expresar mediante las esculturas de Moctezuma, último emperador azteca, y de Atahualpa, último emperador incaico, situadas en una de las fachadas del Palacio Real de Madrid”.

Concluye la narrativa de la Corona: “se admite convencionalmente y desde criterios clasificatorios e historiográficos que sobre la totalidad de España desde su unificación han reinado las Casas de Trastámara, Austria y Borbón, en realidad existe una continuidad dinástica y de linaje que liga genealógicamente al actual titular de la Corona de España, S. M. el Rey Don Felipe VI, con la generalidad de los Reyes españoles de las Edades Moderna y Contemporánea y con los más remotos monarcas de los reinos medievales peninsulares”.

Hoy, Plus Ultra es el lema inscrito en el escudo nacional del Estado Español organizado con base en la Constitución de 1978 y regulado en 1981. Un lema que se formó hace poco más de 500 años y que hoy forma parte de los símbolos patrios del Estado español… nada anacrónico.

Con ello queda claro que no es impertinente dirigirse al rey de España para convocarlo a asumir un papel determinante en el proceso de reconciliación que se desarrolla en México: se ha invocado a la historia a cumplir un papel protagónico en la transformación social.

La herida

Efectivamente, la discusión sobre la conquista atañe a la discusión sobre la hegemonía contemporánea, es decir sobre la forma que adquiere o debe adquirir la socialidad en México ante una coyuntura de cambio de régimen. Y la parte fundamental de la socialidad mexicana quedó establecida en el siglo XVI, como consecuencia de la caída de Tenochtitlán a manos de los ejércitos capitaneados por Cortés.

En esa etapa, la de la conquista (1519 – 1600, si se toma en cuenta la guerra de Chichimeca, cuyo resultado franqueó el acceso de la Monarquía española a los abundantes recursos mineros del norte de Nueva España) se establecieron las carácterísticas básicas de la socialidad novohispana: especialmente el señorío de los conquistadores y sus descendientes como una actualización (es decir, utilización y paulatina transformación) de la antigua tlahtocáyotl, es decir: el dominio europeo basado en la forma antigua de dominio de las estructuras políticas originarias de pueblos y naciones; la construcción del individuo a la manera occidental, como sujeto histórico destinado a desplazar al sujeto comunitario de los pueblos, hoy llamados originarios, mediante el mecanismo de la enajenación de los recursos naturales y la emulación de lo europeo como modelo civilizatorio.

Para lograr esto, Cortés debía aplicar en México la fórmula ideada en el Caribe para gobernar, es decir, para utilizar el trabajo de los naturales, emprender una desmedida acumulación de riqueza y mantener los equilibrios políticos de los españoles dentro del esquema jurídico de esa monarquía.

Lo que hizo fue sentar las bases para el repartimiento de los pueblos a favor de los hacendados, encomenderos (a quienes posteriormente se sumaría la propia Corona), el clero secular y los ayuntamientos, es decir, sentó las bases para el muy particular modelo de subordinación que continúa vigente y se manifiesta en el clasismo-racismo peculiar de México y, por lo tanto, es fuente de la forma específica de polarización social que se vive en nuestro país, marcado por una enorme desigualdad, por la depredación de los recursos naturales, la corrupción y el desprecio por los pueblos originarios.

De ahí la pertinencia de solicitar la participación conjunta del heredero actual de los reyes católicos y del papa Alejandro Borgia en una labor de transformación social para la cual resulta indispensable reconceptualizar las relaciones sociales, la socialidad, es decir, el proyecto civilizatorio. Esto es determinante: el proyecto civilizatorio en México no puede ser sin la participación y el respeto a los pueblos originarios.

La desmedida e iracunda respuesta de las élites españolas y americanas a la invitación del presidente López Obrador, nos coloca más allá de los estrechos límites de las discusiones académicas y nos confronta con la socialidad moderna-occidental establecida en América desde el siglo XV, potenciada enormemente con la Conquista de México-Tenochtitlan en 1521.

*Director General del Archivo Histórico y Memoria Legislativa del Senado de la República