Además de todo, las condiciones de salubridad no son las óptimas. La villa no tiene drenaje y las fosas para los desechos orgánicos se hundieron por la intensidad del sismo. Por momentos la peste es insoportable
Regeneración, 31 de octubre de 2017.- Desde que el sismo azotó la región, los habitantes de las comunidades de la costa del Istmo de Tehuantepec son de los más olvidados: los techos derrumbados, las paredes a punto del colapso y los pisos de concreto resquebrajados y desnivelados.
A pesar de estos graves daños la gran mayoría de los afectados se llevó una sorpresa: según el dictamen del censo oficial de inmuebles dañados calificó sus hogares como pérdida parcial y no total, por lo que apenas se les apoyará con 30 mil pesos (en dos exhibiciones) para reconstruirlas, así lo denunciaron, indica La Jornada.
En las calles de esta cabecera municipal o de comunidades como Río Viejo y Reforma de Pineda, se pueden ver los estragos de los sismos. Pero la devastación en la zona es más evidente en Cerro Grande, una pequeña villa de 540 habitantes, con apenas dos tiendas de abarrotes y no más de 15 manzanas.
En este lugar la gente sobrevive de la pesca de camarón, que se da entre junio y octubre. El kilo se vende a 50 pesos. En un buen día, los más humildes pueden capturar de dos a cuatro kilos, y quienes tienen el equipo para navegar en altamar regresan con al menos siete.
NO HAY QUIEN LOS APOYE
El poblado quedó reducido a escombros luego del sismo del pasado 7 de septiembre. A diferencia de las grandes concentraciones urbanas del Istmo, aquí no hay personal militar ni civil que los apoye con la remoción. Las pertenencias de los pobladores: ropa, utensilios de cocina, muebles y colchones, quedaron enterradas. El pueblo está casi al borde de la desaparición.
Llegar a esta zona no es nada sencillo, es la comunidad más cercana al mar, desde Juchitán hay que recorrer más de 100 kilómetros, poco más de 80 por carretera y el resto en terracería, lo que hace que el camino dure más de dos horas. Los forasteros llaman de inmediato la atención, se les observa con recelo.
Huraños, los lugareños analizan a detalle la pertinencia de acercarse. “¿Es para la tele?”, preguntan cuando se les informa que se trata de representantes de un medio de comunicación. Una vez que se cercioran que su situación puede reflejarse en un medio informativo, comienzan a contar sus historias. Prácticamente todas se repiten: sus viviendas están destruidas, inhabitables, y el personal de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), que realizó el censo, no hizo la valoración pertinente. Están molestos, desesperados por los dictámenes de esa dependencia.
Los afectados, Alberta Cruz López y Bernardo López, de 67 y 65 años de edad, respectivamente, buscan a los fuereños para mostrar lo que quedó de su hogar y las condiciones en las que viven.
“No entiendo por qué nos pusieron como pérdida parcial. Al principio nos dijeron que era inhabitable. Vea, ¿usted cree que es así? . Hemos ido a Ixhuatán, ahí está Bansefi, a ver si nos resuelven algo, porque con 30 mil pesos no levantamos ni la mitad”, destaca el afectado.
Su esposa también transmite su desesperación: “No pedimos que repongan lo que teníamos, pero sí algo sencillo. Necesitamos una casita para terminar nuestros días”.
Las narraciones de Juana López Vargas, de 63 años; de Mario Vicente Martínez, de 66, y de Josefina Sánchez Pérez, de 73, parecen seguir el mismo guión: casas inservibles, en ruinas, y los mismos dictámenes oficiales: pérdida parcial.
Condiciones insalubres
Además de todo, las condiciones de salubridad no son las óptimas. La villa no tiene drenaje y las fosas para los desechos orgánicos se hundieron por la intensidad del sismo. Por momentos la peste es insoportable y aparecieron miles de mosquitos. El camino al mar también sufrió daños, un trecho se tiene que hacer a pie. Al emprender se recorrido, a lo largo de casi un kilómetro, se observan grandes cantidades de basura acumulada y ganado muerto frente a la laguna, lo que resulta un festín para los zopilotes.
Desde hace más de 20 días ninguna autoridad ha regresado a Cerro Grande. Son ellos los que tienen que viajar a San Francisco Ixhuatán para pedir aclaraciones o solicitar más apoyo. La respuesta no ha sido positiva: “Lo que les tocó, es lo que les tocó y punto”, nos dicen.