El ejercicio del periodismo en México se ha convertido en una profesión de alto riesgo. No solo los narcos asesinan periodistas, también policías, políticos, funcionarios de gobierno, ministerios públicos y militares. “Contar la vida en medio de la muerte, creo que es el reto que tenemos en el periodismo”, decía Javier Valdés.
Por Jesús Ramírez Cuevas
Regeneración, 1 de julio de 2017.- A pesar de los riesgos que corren, hay periodistas que han decidido contar las historias de tanta muerte sembrada en nuestro país y las vidas de las víctimas. No guardan silencio.
A los periodistas los matan por contar lo que está pasando: la violencia, el crimen organizado y la complicidad oficial, las violaciones a derechos humanos; el despojo de grandes empresas y delincuentes a pueblos y comunidades; el abuso de poder; los casos de corrupción; las devastación de bosques y selvas por mineras y petroleras.
Según la organización Artículo 19, del año 2000 a la fecha han sido asesinados 107 periodistas en México, derivado de su labor informativa.
En lo que va de 2017, ya son ocho los periodistas han sido asesinados. El 2 de marzo fue Cecilio Pineda Brito en Guerrero; el 19 de marzo le siguió Ricardo Monlui en Veracruz; el 23 de marzo asesinan a Miroslava Breach en Chihuahua; 14 de abril a Maximino Rodríguez en Baja California Sur; el 2 de mayo le tocó a Filiberto Álvarez Landeros en Morelos. El 15 de mayo ejecutan a Javier Valdez en Sinaloa; ese mismo día matan a Jonathan Rodríguez Córdova en Jalisco; el 26 de junio hallan sin vida a Salvador Adame Pardo en Michoacán.
En la administración de Enrique Peña Nieto suman 34 asesinatos, el mayor número en Oaxaca y Veracruz. Durante el gobierno de Javier Duarte, 17 periodistas fueron asesinados en Veracruz.
Existen al menos 23 periodistas desaparecidos desde 2003. La mitad de ellos en Tamaulipas, Michoacán y Veracruz.
Artículo 19 señala que en casi todos estos casos, “se identifica como antecedente la cobertura informativa relacionada con temas de corrupción y de seguridad, en los que se relaciona a funcionarios y al crimen organizado”.
La mayor parte de las agresiones a periodistas provienen de una autoridad. Sin embargo, reina la impunidad. La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión de la PGR ha abierto, en los últimos siete años, más de 800 averiguaciones por delitos cometidos contra periodistas y 99.7 por ciento de esas averiguaciones quedaron sin castigo. El sistema de justicia deja inermes a periodistas y a todos los mexicanos.
A pesar de todo, hay periodistas que deciden contar las historias de tanta muerte sembrada en nuestro país. Uno de ellos, Javier Valdés Cárdenas, corresponsal de La Jornada en Sinaloa y autor del libro “El narcoperiodismo”, fue asesinado el 15 de mayo pasado en las calles de Culiacán.
Unos meses antes, Javier Valdez había descrito que en su ciudad no había opción:
“El narco es una forma de vida. No es una decisión vivirlo, sufrirlo o contarlo o no. Y uno tiene que asumir la tarea que le toca siendo periodista. Es eso o te haces tonto. Yo no quiero que me digan: qué estabas haciendo ante tanta muerte. Siendo tú periodista, por qué no contaste lo que estaba pasando. Entonces he asumido contar el narco pero con un tratamiento humano, social. No tanto de revelar los grandes negocios, el lavado de dinero, las operaciones de los capos o de con quién se entienden en la policía; por su puesto eso y contar los muertos. Pero contar la vida en medio de la muerte, creo que ese es el reto que tenemos en el periodismo y que nosotros aprendimos a chigazos en RíoDoce, en Culiacán”.*
No solo los narcos asesinan y desaparecen periodistas
Sin saber que su nombre se incorporaría a la lista, Javier Valdés describió con horror en su libro “Narcoperiodismo”: “Cada vez son más los periodistas desaparecidos, torturados, asesinados en México… No sólo los narcos desaparecen y matan a los fotógrafos, a los redactores, a los periodistas. También hacen su tarea de exterminio los políticos, la policía, la delincuencia organizada, coludida por agentes, ministerios públicos, funcionarios de gobierno y militares. El gran pecado, el imperdonable delito, escribir sobre los dolorosos acontecimientos que sacuden nuestro país. Denunciar los malos manejos del erario, las alianzas entre narcos y mandatarios, fotografiar el momento exacto de la represión, darle voz a las víctimas, a los inconformes, a los lastimados. El gran error, vivir en México y ser periodista”.
Ha llegado a tal grado viven el miedo los periodistas de Sinaloa que Javier Valdés describía la redacción en RíoDoce como “un cementerio”, “un hospital”: “La línea editorial impresa infiltrada por el narco, marcada por el poder criminal. Como por los poderes económicos. Es una ausencia total de gobierno, de ley, de justicia, de Estado. Lamentablemente es horroroso. Creo que es mucho muy frustrante, y es el preludio de una muerte de la voz crítica, de la voz que surge de la investigación, de la voz de la gente de la calle, es una forma terrible de vivir en este país”.
No obstante su realismo, Javier Valdés invitaba a “debatir lo qué está pasando, diseccionarlo… Para hacer un mejor periodismo, para renacer, refundar, re-empezar, yo creo que esto pasa por una honda reflexión acerca del periodismo frente al narco, frente a la política, las elecciones, los grupos de poder económicos, para mí no hay de otra. No hay que esperar que se mate a otro periodista para plantearnos ya un nuevo punto de partida”. #SOSPrensa.
*(Entrevista de Javier Valdés con Blanche Petrich, otoño de 2016, Rompe Viento TV)