Regeneración, 2 de febrero del 2016.-Del sábado 29 de enero al lunes 1 de febrero habrá una mayúscula escasez de agua en la Ciudad de México, aunque en lugares donde siempre han tenido graves problemas con el líquido como Iztapalapa, las dificultades continuarán hasta el viernes 6.
Para el jefe capitalino, Miguel Ángel Mancera, “no se puede hacer nada” para evitar que se corte el suministro del fluido, ya que se requieren operaciones urgentes para evitar mayores desabastos. Según los muy optimistas funcionarios de Conagua, para 2017 no habrá ya ninguna interrupción del necesario elemento y todo será maravilloso. Pero, al decir de Jesús Reyes Heroles el malo, presidente del Consejo Consultivo del Agua, el asunto es que “se cobra mal” este artículo de urgente necesidad, y anuncia que las cámaras de Diputados y Senadores discutirán próximamente una nueva ley que tome en cuenta una buena cantidad de variables (La Silla Rota).
En Puebla y en Querétaro, no se olvide, el agua está privatizada- como en algunos otros lugares-, sin que exista un abasto eficiente, con buenos servicios, pero eso sí, el precio se ha disparado a las nubes. Algo que ya había sucedido en otros países como Bolivia donde hasta el agua de lluvia era propiedad de particulares; aunque en esa nación hubo una rebelión indígena en Cochabamba, la que trajo como resultado el ascenso de Evo Morales a la presidencia de aquel país.
No hay que darle vueltas al asunto. En efecto, el agua se desperdicia en todas partes y se requiere un uso racional y tarifas según el consumo, pero los nuevos desarrollos habitacionales a lo loco, el gasto de agua en los centros comerciales- en uno de Coyoacán llamado Oasis hay en el centro un juego de fluidos espectacular e inútil- y el subsidio a las fábricas y empresas como la automotriz han dejado sin líquido a millones de compatriotas.
La reciente acción en la Ciudad de México es parte de quienes desean privatizar algo que debe ser un elemento básico para todos. Frente a ello es de lectura obligada: Las guerras globales del agua de Alfredo Jalife (Ed. Orfila).
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