PROPUESTAS
CREAR UNA NUEVA ECONOMÍA que favorezca la producción y el empleo. Una reforma fiscal (en el ingreso y en el gasto) que permita ofrecer precios competitivos de los energéticos y una política de competencia que mejore el acceso y reduzca precios de insumos, como el crédito. La nueva política económica promoverá la competitividad y la competencia. La competitividad permitirá crecimiento económico y la competencia, una distribución más equitativa de los frutos en la sociedad.
La globalización debe tomarse en cuenta. Hay países como India y Chinga que han tomado buen provecho de las tendencias globales; otros como México, se han quedado atrás. Hay que destacar que en China, Brasil o la India, el papel del estado ha sido central en su desarrollo. El estado no puede suplantar al empresario, pero sí lo puede ayudar y orientar hacia las actividades prioritarias para el desarrollo nacional.
Financiar las actividades productivas en condiciones competitivas; que la Banca de Desarrollo tenga capacidad de prestar en forma directa; fortalecer y estimular la creación de bancos locales y regionales, comprometidos con el desarrollo de sus comunidades. Se requiere de la banca privada, con capacidad para otorgar créditos y recuperarlos, cuidando tasas de interés y condiciones crediticias.
Una política industrial del sector público que reconstruya la planta industrial y las cadenas productivas. Un país tan vasto como México, con recursos naturales, base industrial, fuerza de trabajo y tamaño de su mercado interno, debería de ser capaz de producir la mayor parte de lo que requiere su población. Debemos aprovechar el petróleo, en lugar de exportar crudo, lograr que el valor agregado y el empleo se queden en el país.
El sector agropecuario es importante por el número de mexicanos que de él dependen y por las condiciones precarias en que viven. Se requiere renegociar el capítulo agropecuario del TLC y sacar al maíz y al frijol. Es prioritaria una política de apoyo a los productores. Es imperativo que el campo deje de expulsar a sus habitantes; además, Estados Unidos será incapaz de absorber más migrantes mexicanos en el futuro próximo.
En la nueva política económica, el Estado Mexicano recuperará la capacidad de planear y conducir el desarrollo, con la participación de los sectores productivos. No se trata sólo de crecimiento y empleos, sino de una mejor distribución de las ganancias. Parte de esa distribución se logrará por la vía fiscal, pero lo óptimo es aumentar el poder adquisitivo del salario para generar mayor demanda doméstica, crecimiento, oportunidades de negocio y bienestar social. Es fundamental un nuevo sindicalismo democrático, auténtico representante de los trabajadores, que mejore el reparto del aumento de la productividad.
De aplicarse estas políticas, México recuperaría su capacidad de crecimiento. Al distribuirse mejor los frutos, habría desarrollo, y se avanzaría en la solución de problemas creados por más de dos décadas de fracaso económico, como la creciente inseguridad y la violencia.