«Queridos estudiantes de la India, bienvenidos al mundo real»

La autoridad exige obediencia. El poder demanda sumisión. Los políticos quieren seguidores. Los líderes religiosos desean la fe ciega. La economía necesita engranes alfabetizados para mantener el sistema operando. Esta es la combinación que, supuestamente, garantiza la estabilidad social. Todo estaría muy bien si todos aceptaran esta «paz» sin levantar la cabeza.

 

gandhi desobediencia civil

 

Por Anand Mazgaonkar, escritor indio y activista gandhiano, miembro del National Alliance of Peoples’ Movements, India.

 

La autoridad exige obediencia. El poder demanda sumisión. Los políticos quieren seguidores. Los líderes religiosos desean la fe ciega. La economía necesita engranes alfabetizados para mantener el sistema operando. Esta es la combinación que, supuestamente, garantiza la estabilidad social. Todo estaría muy bien si todos aceptaran esta «paz» sin levantar la cabeza. Estabilidad significa statu quo, mas no todo en la sociedad es correcto ni puede congelarse en el tiempo. El problema es cuando de repente los jóvenes deciden realmente educarse para evitar convertirse en esclavos alfabetizados que aceitarán el sistema al finalizar sus estudios universitarios. Aprenden a pensar y preguntar, tienen valor, sueños. Proponen muchas visiones alternas, diferentes. Pero en algunos lugares esto se considera subversión; en otros sedición y hasta blasfemia. Los que están en el poder custodiando los intereses de los ricos, los influyentes y los poderosos (sin importar su ideología o los colores de la bandera que izan) nunca tolerarán estas «amenazas».

En los últimos dos años la India ha tenido un gobierno fundamentalista hindú de ultraderecha. Desde entonces, los estudiantes en muchas universidades del país han sido objeto de ataques, con creciente intensidad en meses recientes. Por ejemplo, el gobierno nombró coordinador del Instituto de Cine y Televisión de la India en Pune (región occidente) a un hombre que no ha destacado particularmente por su creatividad o contribuciones. Los estudiantes protestaron vigorosamente, pero el gobierno respondió apagando con lujo de violencia policiaca sus manifestaciones. Luego, alumnos del Instituto Tecnológico en Chennai (región sur), el más importante de India, sintieron la ira de un gobierno al que no le agradaban sus actividades. ¿Qué hacían esos estudiantes? Discutían y preguntaban sobre el medio ambiente, el pobre estado de la agricultura, los cultivos genéticamente modificados, las políticas económicas del gobierno y los derechos de los Dalits (los llamados intocables del sistema de castas en India). Ante esto, la administración de la universidad consideró «adecuado» actuar contra los estudiantes que habían organizado esas discusiones. Otra universidad al sur, Hyderabad Central University, suspendió el pago de becas a los estudiantes y expulsó a cinco por hacer preguntas «inconvenientes» a las autoridades. Tras meses de lucha, en enero del 2016 uno de ellos se quitó la vida.

El siguiente ataque fue contra los estudiantes de la Jawaharlal Nehru University en Delhi (JNU). Allí tres universitarios, entre ellos el presidente de la Unión de Alumnos, fueron encarcelados y ahora enfrentan un juicio ¡acusados de sedición! El gobierno argumenta que ¡gritaban consignas en favor de la destrucción de la Nación! ¿Cuándo se ha visto que una nación enfrente su posible destrucción por gritos de un abigarrado grupo de manifestantes? En cada caso, el todopoderoso Estado aprovechó las justificaciones más absurdas para atacar al estudiantado recurriendo a evidencias falsificadas. Por si esto fuera poco, los medios de comunicación «leales» difunden mentiras sobre los estudiantes difamándolos como «la peor escoria criminal», mientras la fuerza policiaca ha sido lanzada sobre estos.

¿Qué se puede decir de un Estado que trata así a sus universitarios? «Bienvenidos al mundo real, uno cruel que no perdona», parece ser el mensaje que envía el Estado indio a los estudiantes. Pero la respuesta de los jóvenes a este bautismo de fuego ha sido valiente, razonada, unida e innovadora. Estudiantes y profesores de la JNU contestaron los cargos de «anti-nacionalismo» y «sedición» organizando conferencias al aire libre sobre el verdadero significado del Nacionalismo y la Libertad, atrayéndo a cientos y, a menudo, miles de alumnos. ¿Quién dice que la educación sólo ocurre en el aula? Hoy ellos están educando a todo el país; es decir, a los que tienen ojos, oídos y cerebros.

En meses recientes estudiantes de muchas universidades han viajado grandes distancias para forjar una amplia unidad y pedir a los ciudadanos del país que hagan lo mismo. Esta unidad y el proceso de aprender unos de otros los lleva a plantear preguntas profundas y serias cuestionando, entre otras cosas, la dirección de la privatizadora política educativa de India; la tendencia a reducir cada persona a una identidad primaria, sea de casta, religión, región, etcétera; el fomento del odio al etiquetar a un grupo o comunidad como el «otro», el «enemigo»; el enfrentamiento inducido entre sectores laborales de la sociedad (agricultores contra soldados, obreros urbanos contra jornaleros, etcétera); la moda de reducir el amor por la Patria al monótono canto de vacuos mantras; etcétera.

En realidad esos jóvenes, mujeres y hombres, están educando a la Nación sobre la importancia primordial del respeto a la pluralidad y la diversidad, de la libertad del pensamiento y del pensamiento creativo. En lugar de celebrar encuentros verdaderos con los estudiantes para ofrecerles respuestas sustantivas a sus preguntas, el gobierno indio decide acosarlos, castigarlos. ¿Qué nos enseña este patrón? Cuando los políticos y los gobiernos que dirigen son incapaces de encarar los problemas calientes del día, cuando son incapaces de cumplir promesas hechas durante sus campañas electorales, y cuando la propaganda que generan se vuelve finalmente en su contra, la única salida que les queda es inventar pretextos y culpables, crear un enemigo a perseguir y encender un frenesí nacional de vilipendio. Innumerables farsantes, déspotas y líderes electos han recurrido a estas estratagemas una y otra vez.

El peor temor del gobernante déspota es que la gente deje de temerle. Pero bien haría en recordar las palabras atribuidas a Abraham Lincoln: “Puedes engañar a toda la gente algunas veces, y a algunas personas las puedes engañar todo el tiempo, pero no puedes engañar a toda la gente todo el tiempo”, especialmente cuando son jóvenes y estudiantes que están lanzando el llamado que despertará a la gente.