Por Dairo Ruiz | Rebelión
Hoy los pueblos de América Latina y el Caribe luchan y trabajan para crecer las posibilidades revolucionarias en esta etapa de lucha social y de clases, lo cual implica recuperar más la vocación revolucionaria de los indígenas, campesin@s, y de las mayorías sociales,” refundidas”, en buena parte en las “izquierdas sinvergüenzas”, que no confrontarán en realidad al capitalismo recolonizador.
Recuperar el origen comunalista y comunitario de las luchas sociales es responsabilidad de los pueblos, así como avanzar en una visión territorial, política y de clase más amplia desde sus múltiples y ricas expresiones raizales, pero sin permitir ser suplantados por la izquierda corporativa, ni por nadie, retomando el camino de la unidad y la convergencia popular para rebelarse contra la recolonización, conduciendo sus luchas con y por un nuevo poder que surge de la acción colectiva, sin dogmatismo alguno, y desde sujetos políticos también colectivos, con sus propias experiencias revolucionarias de poder autónomo y soberano.
Crear poder dual y autogestionado también estimula la organización del pueblo, desarrolla sus experiencias y su condición de clase popular, así como sus raíces sociales, culturales, anti-sistémicas y anticapitalistas.
La organización, la creatividad social y la movilización política de los diversos sujetos populares y revolucionarios va edificando un doble poder, que rompe el aislamiento para aprender además de nuevas experiencias, intercambios, y solidaridades concretas entre los pueblos, en lo local, nacional y Continental, que con una “nueva mirada política”, y proyectos autónomos, aspiran a la coordinación entre los pueblos en lucha, como a preservar la memoria de la lucha de clases, pero también para representarnos como espacios democráticos de resistencia, construyendo una mejor conciencia socialista.
Conciencia que en este mundo globalizado no depende ya solo del proletariado, sino de los “acumulados sociales colectivos”, realizados por las múltiples resistencias cotidianas, sean pequeñas o muy grandes.
Si los sujetos sociales revolucionarios adquieren la conciencia desde la reflexión de la propia acción que realizan, es el contenido esencial de la acción la que marca los niveles de conciencia que corresponden con la conciencia de clase anticapitalista.
En América Latina y el Caribe, hay también “un continente profundo”, en este se sigue “resistiendo y combatiendo en unidades sociales diferenciadas”, con identidad propia, y que se sustentan en una cultura particular y exclusiva de miembros de cada grupo, sin embargo, “hay que ser con otr@s”.
No podrán entonces, ni la dominación, o la agresividad brutal o sutil contra la cultura de los pueblos indios, que con otros, han logrado vencer o sobrevivir históricamente, y hoy, en nuestra América Profunda desconocen al Estado oligárquico y recolonizador, pero “sin proponerse aún a su reemplazo con la suficiente claridad “, aún con los alcances de las nuevas propuestas en el terreno nacional y continental, desde lo comunitario y/o raizal.
En los enfrentamientos de clase de América Latina y del Caribe, que hoy son más profundos, se sigue construyendo la conciencia en los procesos de movilización y de educación popular, continúa – no sin dificultades-, sosteniéndose y extendiéndose con nuevas prácticas, acciones, formaciones y reivindicaciones que enriquecen más la conciencia anti-sistémica de hombres, mujeres y diversidades, con muy valiosas experiencias , como canteras de libertad, que con certeza no serán cooptadas por el sistema, y que con muchas capacidades serán atraídas a la clase popular, en medio de programas, acciones directas, huelgas, plantones, que con mayores aprendizajes, serán forjadores de “mejores formas de conducción colectiva”, con elementos territoriales, autogestionarios y de defensa, que hacen visibles “aspectos de doble poder”, y mayor fortaleza “desde abajo” , en lo urbano y rural, con