En una ceremonia en la que hubo fiesta, silencio y hasta protesta, Brasil despidió a los Juegos Paralímpicos, los más exitosos en la historia a nivel de audiencia y los primeros de Latinoamérica.
Regeneración, 18 de septiembre de 2016.- Ahora sí se acabó el espectáculo, esta noche, Río se despidió de los primeros Juegos Paralímpicos en América Latina, entre la fiesta, la música y la emoción después de la muerte de un ciclista iraní la víspera de la clausura en el Maracaná.
El mítico templo del fútbol volvió a llenarse con los atletas paralímpicos, mientras los fuegos artificiales anunciaban el inicio del adiós. Entre los primeros artistas estuvo Johnathan Bastos, un brasileño a quien nacer sin brazos no le impidió convertirse en un reconocido músico e interpretó un increíble solo de guitarra con los pies.
Luego fue Ricardinho, la estrella de la selección brasileña de fútbol a 5 para deficientes visuales, tetracampeona paralímpica en Rio, quien levantó al Maracaná portando la bandera nacional. Y, como en la apertura, también hubo tiempo para la polémica. Esta vez fue un músico de la banda Naçao Zumbi quien mostró a las cámaras la parte trasera de su guitarra donde se leía «Fora Temer», en referencia al presidente de Brasil, quien había anunciado que no acudiría a la clausura. Pero en la dinámica despedida con la que Brasil puso fin al ciclo de grandes eventos de los últimos años, no todo fue fiesta.
El sábado, el atleta iraní Bahman Golbarnezhad, de 48 años, falleció durante la prueba de ciclismo en ruta tiñendo de luto el final de los Juegos. El primer fallecimiento registrado durante unos Paralímpicos dejó al movimiento «unido en el dolor», según describió el presidente del Comité Internacional (CPI), Philip Craven, durante su discurso.
El domingo ondearon a media asta tanto la bandera Paralímpica como la iraní, mientras que en la ceremonia se guardó un minuto de silencio en su honor.
Como en los Juegos de Londres-2012, China fue la gran triunfadora en Río con 239 medallas (107 de oro), muy por delante de Reino Unido, Ucrania, Estados Unidos y Australia, que completaron el quinteto de honor. Y pese a su récord de podios, los anfitriones brasileños finalizaron octavos, lejos de su meta del alcanzar el quinto puesto. En esta edición se batieron, además, 103 récords del mundo, difuminando todavía más la frontera entre el olimpismo y el paralimpismo.
Entre las emociones del final de un viaje que comenzó hace siete años, cuando Rio fue elegida sede de los Juegos, también flotaba el alivio de los organizadores al probarse equivocados todos los pronósticos de que el megaevento sería un fracaso.
«Misión cumplida», afirmó Carlos Nuzman, presidente del Comité organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Rio.
En referencia a la inestabilidad política -que derivó en la controvertida destitución de la ya expresidenta Dilma Rousseff el 31 de agosto- y a la severa recesión que lleva sacudiendo a Brasil desde hace meses, Nuzman admitió que fue «una misión de muchas dudas».
Antes de declarar clausurados los Juegos, con Tokio tomando el relevo para 2020, Craven afirmó que el gigante sudamericano había superado una complicada prueba.
«Estos Juegos señalan claramente un futuro muy brillante para esta joven y maravillosa nación», añadió.
Una fuerte preocupación precedió a los primeros Paralímpicos de América Latina, que a la compleja coyuntura en Brasil sumaron las grandes dificultades financieras de la organización y el veto a Rusia, impedida de participar en los Juegos debido al gigantesco escándalo de dopaje de Estado. Más temprano, Craven afirmó que Rusia precisará de un «cambio importante» para ser readmitida en las competiciones paralímpicas.
Pero, contra todo pronóstico, los Juegos fueron un éxito. Hace un mes, solamente se habían vendido un 12% de entradas para asistir a las competiciones. Finalmente, se vendieron más de 2,1 millones de tickets de los 2,5 millones disponibles. Una asistencia solo superada por Londres-2012.
Al contrario de lo que ocurrió en los Juegos Olímpicos, donde algunos estadios estaban medio vacíos a causa de los altos precios para los brasileños, los Paralímpicos se convirtieron en un plan atractivo y barato (entre 10 y 20 reales de media, de 3 a 6 dólares al cambio), para muchas familias. Tanto que el pasado sábado se batió el récord de asistencia registrado en una jornada de los Juegos Olímpicos (153 mil personas), con las más de 170 mil que acudieron ese día a ver competiciones paralímpicas.
Al apagarse la llama en Rio, se extinguió también el ciclo de grandes eventos que hicieron que el mundo mirara a Brasil.
Quedan atrás el Mundial y la Copa Confederaciones de fútbol, la cumbre de la ONU sobre medio ambiente Rio+20, la Jornada Mundial de la Juventud con el papa Francisco, además de los Juegos Olímpicos. Todos concentrados en los últimos cuatro años bajo la sombra de la duda, los atrasos y el rechazo popular en protestas callejeras, pero que acabaron siendo un éxito.
La factura de la organización de los Juegos (Olímpicos y Paralímpicos) habrá costado al final 2 mil 800 millones de dólares, la suma prevista desde 2009, aseguró el Comité.
Terminada la fiesta, al gigante sudamericano le toca ahora mirarse al espejo para tratar de recobrar aquella fuerza con la que conquistó al mundo la década pasada.
Original de La Jornada