Trascender al neoliberalismo

Nadie olvida el vínculo entre el neoliberalismo y las brutales dictaduras de los 70 (Chile, Argentina, Brasil, Uruguay).

 

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Por John Saxe-Fernández.

 

Regeneración, 9 de junio de 2016.- El meollo de la política económica que la periferia y cada día más, la población de los centros capitalistas, ha venido padeciendo desde que se instauró una condicionalidad acreedora a ultranza por la crisis de la deuda hace más de 30 años, difícilmente calza con el rótulo de neoliberalismo: más parece una gran ofensiva de clase del alto capital con base en préstamos del Banco Mundial y el BID, con aval del FMI y Departamento del Tesoro. Como aclara Chomsky, políticas regresivas como las más perversas y depredadoras del capitalismo decimonónico (porfirista acá) no son algo nuevo y mucho menos son expresión del liberalismo que en su acepción básica es un sistema filosófico, económico y político que promueve las libertades civiles y se opone con principios republicanos, a cualquier forma de despotismo o a regímenes policial-militares.

Nadie olvida el vínculo entre el neoliberalismo y las brutales dictaduras de los 70 (Chile, Argentina, Brasil, Uruguay). Entonces ¿cuáles son los referentes a los que apunta el término neoliberalismo y cuál sería la conceptualización obtenida del conjunto de operaciones vinculadas a esa palabra? Estamos frente a un animal distinto bien delineado por William Domhoff en ¿Quién gobierna Estados Unidos? (Siglo XXI, 1999), por Jeff Faux, en Guerra global de clase (México, UACM 2008) y en fecha más reciente por Leonardo Boff, en Brasil: vuelo ciego hacia la guerra civil, vital entrevista con Blanche Petrich (La Jornada, 4/6/16 p. 31). Ahí describe las operaciones que acompañan al golpe blando neoliberal perpetrado contra Dilma Rousseff por la lumpemburguesía brasileña y Wall Street encabezado por Michel Temer, quien, en pocos días y con sólo 3 por ciento de aprobación, “redujo el salario mínimo –que Lula consiguió aumentar a niveles decorosos–, porque el empresariado lo consideró demasiado alto. Elevó la edad de la jubilación de 65 a 75 años, cuando en el noreste, la región más pobre del país, la expectativa de vida es de 63 años. Abolió las leyes de protección a los trabajadores, que vienen desde los años de Getúlio Vargas (1930-1945 y 1951-1954) para que los patrones puedan negociar directamente los contratos colectivos sin pasar por los sindicatos. Cerró uno de los mejores proyectos sociales, Mi casa, mi vida, que permitía a los trabajadores tener una vivienda propia. Suspendió el sistema universal de salud pública, que va a ser revisado para permitir su privatización (ibid).

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En Argentina las movilizaciones y protestas sociales contra las medidas económicas de Mauricio Macri no cesan, ante una amplia ola de despidos de empleados públicos y privados, inimaginables tarifazos hasta de 700 por ciento a servicios, desde electricidad, transporte, salud y habitación. Las agencias de noticias informan que los sindicatos se unifican en defensa del empleo y que la población, al igual que en Brasil, se mantiene en las calles en defensa de los logros sociales que Temer y Macri buscan desaparecer con el aplauso de Obama y Wall Street.

En medio de estas regresiones y tras de 40 años desplegando una guerra de clase que enriqueció a uno por ciento y empobreció a millones, el FMI admitió hace poco que el neoliberalismo es un fracaso. Ahora dice que las políticas de austeridad neoliberal y desregulación de los movimientos de capital aumentaron la inequidad y que esa inequidad, como advirtieron por décadas los críticos, podría haber debilitado el crecimiento, por lo que los gobiernos deben redistribuir más” (B. Dangl, Counterpunch.org 1/6/16). El abismo entre la autocrítica de un ente central de la diplomacia de fuerza de Estados Unidos y la neoliberalización en curso en Argentina, Brasil y su brutal persistencia en México debe aclararse.

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Aquí el FMI amplió la línea de crédito de 67 mil millones de dólares a 88 mil millones de dólares, sin variar la condicionalidad: la nueva embajadora de Estados Unidos dijo que viene a relanzar, con más vigor la atroz Iniciativa Mérida, el diseño de facto de guerra irregular, de intervención/ocupación en clave de guerra al narco y al crimen. Jacobson relanza ¿agregando el antiterrorismo? Lo hace con la mesa puesta: leyes que amplían sin límite la jurisdicción penal militar a lo civil y otras leyes fuertes para proteger la infraestructura petroeléctrica valorada en billones (trillions) que se está traspasando al big oil y a la voraz lumpemburguesía local.

Aquí como en Medio Oriente, Estados Unidos desata los precipitantes de guerra civil. Quiere estados fallidos o en desintegración. En Brasil Boff teme que la fractura del sistema democrático pueda desembocar en una especie de guerra civil. Y eso está en la lógica de Estados Unidos, generar violencia (ibid). En Argentina Macri va rápido con el rollback gringo. Neoliberalizó la economía; retiró el control civil sobre los militares, devolvió la autonomía a las fuerzas armadas, y autorizó dos bases militares de Estados Unidos: una cerca de las fronteras con Brasil y Paraguay y la otra al sur, cerca de la Antártida.