Agradezco y saludo con afecto la presencia de todos. Agradezco en especial que en esta reunión de quienes hemos elaborado, actualizado e impulsado el proyecto Un México para todos, nos acompañe nuestro compañero Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial del Movimiento Progresista.
Discurso completo:
Quiero empezar por decir que hemos seguido trabajando en el proyecto Un México para todos, presentado inicialmente en febrero del 2004, que lo discutimos ampliamente, llevándolo a diversos foros, en diferentes partes del país, lo actualizamos en los meses subsiguientes y que más recientemente se ha hecho una nueva actualización, además de haber estado colaborando en la formulación de otras propuestas de objetivo y orientación similar. En estos documentos, que queremos aportar para la elaboración del compromiso electoral de las fuerzas democráticas con la ciudadanía, está la visión de un grupo progresista, con sólido compromiso con nuestro pueblo y nuestra nación, de cómo abordar problemas que de solucionarse como se propone, consideramos se lograría un futuro inmediato y mediato de bienestar, paz y tranquilidad para la gente y de desarrollo y progreso real para el país.
Quiero también, en estas primeras palabras, señalar que Un México para todos se enmarca en el compromiso ideológico y de práctica política con el que nació el Partido de la Revolución Democrática, que fue, como se dijo aquel 21 de octubre de 1988 cuando se convocó a formarlo, para ser el partido de la Revolución Mexicana, de la democracia, de las reivindicaciones nacionales y populares, de la constitucionalidad y del progreso. En aquella fecha la naciente agrupación se propuso poner un alto a la destrucción consciente y sistemática de las instituciones y creaciones de la Revolución: el ejido, la cooperativa, el contrato colectivo de trabajo, el sindicato, la empresa pública en las ramas dónde nuestra independencia económica la hace imprescindible, así como recuperar los ideales históricos de este movimiento popular y de llevar a la práctica su proyecto nacional, como la vía para superar los problemas del país y del pueblo, para asegurar el tránsito hacia estadios superiores en nuestra organización política y social, y en la convivencia internacional.
Vale recordar que el partido nació también como el partido que en su devenir estaría poniendo al día las ideas de la Revolución y proyectándolas hacia el futuro, como el partido de la pluralidad patriótica, progresista y democrática, al agrupar en su seno al amplio abanico de organizaciones y ciudadanos que con firmeza y convicción libraron las luchas de 1988. Esa pluralidad permitió construir una fuerza de solidez tal que resistió la violenta hostilidad generada en su contra desde el gobierno central por más de un sexenio, crear conciencia, en el conjunto de la población, que la participación activa en la vida pública lograría el respeto al sufragio y a partir de éste, transformar con sentido progresista y democrático la vida política de la nación. Ese logro de pluralidad y de haber constituido la mayoría política de la nación, debe ser, sin duda, objetivo y reto en las jornadas electorales de hoy.
La lucha en la que nos encontramos ha estado llena de vicisitudes, de obstáculos puestos por quienes se benefician de mantener un régimen entreguista, de privilegios y corrupción.
Más de 600 compañeros han perdido la vida en el esfuerzo por el cambio. Siguen siendo faro y compromiso de nuestra lucha, en la que estaremos firmes hasta alcanzar las metas por las que ellos cayeron.
El actual proceso electoral tiene lugar en el medio de una severa crisis económica de dimensiones globales y se realiza cuando el país atraviesa por una de las situaciones más graves vividas en el curso de su historia: de miseria creciente, violencia que se expande y delincuencia que se fortalece, dependencia, desempleo, rezago económico, concentración de la riqueza, descrédito de la autoridad, corrupción, exclusión social y desánimo cívico.
En la lucha por la renovación de los Poderes y para marcar el rumbo que se imprima al desarrollo del país, se enfrentan, una vez más, como ha sucedido a lo largo de nuestra historia desde que México conquistó su independencia, dos proyectos opuestos, que se inscriben en las líneas de los proyectos históricos que han disputado sobre los rumbos que siga la nación y hacia donde apunten los beneficios del progreso, y que hoy podemos identificar, uno, como el de la subordinación a intereses ajenos, la desigualdad y la exclusión social, impuesto y desarrollado con rigor en las últimas tres décadas y al que los grupos entreguistas y retrógrados pretenden dar continuidad, y dos, el de un desarrollo independiente, de igualdad y progreso, en el que la nación pueda decidir soberanamente sus destinos a partir del mandato democrático de la ciudadanía, que es por el que han venido luchando y el que en la presente circunstancia corresponde impulsar a los sectores progresistas y democráticos.
A lo largo de la contienda electoral es previsible que los adversarios pretendan llevar la discusión a la calidad y a lo que proyecta la mercadotecnia y no a las cuestiones de fondo, a las propuestas, a cómo, con qué instrumentos y con qué objetivos se plantea la solución de los grandes problemas de México y los mexicanos, que es a lo que debiera darse atención y prioridad en el análisis y discusión de ciudadanos y partidos, y en lo que las fuerzas progresistas debieran buscar se centrara la atención e interés de los votantes de julio próximo.
Así, llegó ya el momento para los sectores democráticos de dar prioridad a la presentación y discusión con la ciudadanía de su propuesta. Una propuesta enmarcada en un proyecto nacional de largo aliento, que a su vez derive de un proyecto de alcances universales, que corresponda hoy a la ideología revolucionaria de un Estado con responsabilidad social y de una sociedad solidaria, que ha estado presente en los grandes movimientos emancipadores del pueblo mexicano, actualizando, en las diferentes épocas, sus objetivos y medios de acción.
La lucha por un orden mundial equitativo, de respeto pleno a la autodeterminación, sin imposiciones hegemónicas, de paz y cooperación solidaria, ha sido, para no ir más atrás en la historia, el eje rector de la política internacional de la Revolución Mexicana. La lucha, entonces, por una nueva estructuración internacional, por una nueva organización de la sociedad, por superar al sistema depredador que hoy domina las relaciones económicas e impone condiciones de desigualdad y exclusión en las relaciones entre países y al interior de las sociedades nacionales, que desata las llamadas guerras preventivas para asegurarse el control de recursos naturales básicos y de zonas estratégicas en el mundo, que impone políticas económicas que llevan de crisis en crisis para mantener los privilegios de minorías, que está poniendo en riesgo la supervivencia misma de la humanidad, es una lucha que no nos deba ser ajena. Crear conciencia de dónde y cómo estamos en el mundo, en nuestro continente en particular, y hacia dónde debiéramos ir, es parte del trabajo a realizar aprovechando estos tiempos electorales. Crear conciencia, asimismo, de la solidaridad que debe desplegarse en las escalas continental y mundial con aquellos gobiernos, partidos políticos, organizaciones de la sociedad e individuos con los que se coincida en estos objetivos.
Nuestras propuestas al pueblo de México y a la nación, surgidas de una ideología democrática y consecuentemente igualitaria, libertaria, republicana y como tal de reconocimiento e impulso de los mecanismos de participación del pueblo en la toma de decisiones, entrañan una práctica con apego a la línea revolucionaria y con compromiso ético y solidario, entrañan obligación de promoverlas y en su caso de observarlas.
Los problemas a enfrentar, respecto a los cuales debe haber propuestas de atención y solución específicas, son numerosos y de gran diversidad. Entre ellos –y sólo para ejemplificar con esta relativamente larga relación- se encuentran:
La absorción de nuestro país en condiciones de subordinación por los Estados Unidos –o la América del Norte, como algunos prefieren se diga- no es ni puede aceptarse como el destino ineludible de México. Ser parte, por determinación de otros, del primer círculo de la defensa estadounidense fuera de su territorio nacional para recibir en caso dado los primeros golpes, tampoco es el papel que los mexicanos progresistas asignamos a nuestro país en la búsqueda de un orden mundial equitativo y de paz.
La agenda bilateral México-Estados Unidos es compleja y diversa. Es preciso insistir en la reforma migratoria de fondo, que debe empezar porque el Estado y la sociedad norteamericanos reconozcan la valiosa e imprescindible contribución que los migrantes de todas las naciones, mexicanos en alta proporción, dan al progreso de nuestro vecino; es preciso, igualmente, plantear la necesidad de alcanzar equidad en la cooperación económica, lo que demandaría, entre otras medidas, substituir los acuerdos de libre comercio suscritos en la región por un Tratado continental de desarrollo, en el que se incluya, como punto importante, la creación de fondos de inversión para superar las asimetrías económicas y las diferencias sociales existentes; plantear, por otro lado, la revisión de las estrategias de combate a la delincuencia transnacional, en las que deben respetarse las decisiones soberanas de ambos países, terminando de una vez y para siempre con las intromisiones indebidas y la comisión de delitos en territorio mexicano por parte de miembros de agencias oficiales norteamericanas, con conocimiento y consentimiento de las altas autoridades de ambos países.
Que quede claro: se trata de encontrar buena solución a los problemas que comparten dos países vecinos y de recuperar posiciones de dignidad y de protección a los intereses de nuestro país en su actuar internacional. En el país vecino existen grupos con presencia política importante e influencia en amplios sectores de la opinión pública que coinciden con nuestras visiones. Con ellos hay que estrechar la relación y con ellos participar en el esfuerzo por alcanzar objetivos que nos son comunes, respetando espacios y decisiones que sólo a los nacionales de cada país competan.
Con Estados Unidos debe buscarse una relación equitativa, por difícil que parezca poder alcanzarla. Será ese un objetivo prioritario en la edificación de un orden mundial de equidad, objetivo que, por otro lado, nos crea espacios de acción comunes con las naciones de la América Latina que libran la misma lucha.
La integración política y económica de América Latina, en los tiempos presentes, ya no es una utopía. Si bien es un objetivo que no se alcanzará en el corto plazo, sería la condición que debiera lograrse para la región si se quieren aprovechar de manera óptima sus ventajas relativas y si se quiere que Latinoamérica participe en condiciones de equidad frente a los otros grandes bloques económico-demográficos que hoy dominan la política y la economía en el mundo.
Una condición ineludible en el esfuerzo de integración de Latinoamérica y el Caribe es lograr la independencia de Puerto Rico, instando a los Estados Unidos a que dé cumplimiento a la Resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU, del 14 de diciembre de 1960, que garantiza la independencia de los territorios coloniales, así como a las 30 resoluciones del Comité Especial de la propia ONU, la más reciente de junio del 2011, que reconoce que “Puerto Rico es una nación latinoamericana y caribeña que tiene su propia e inconfundible identidad nacional”.
Por otro lado y en esta perspectiva, nuestro país debe aprovechar su condición de puente entre el norte y el sur y entre el Pacífico y el Atlántico y participar activamente en el impulso y fortalecimiento de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), el Parlamento Latinoamericano y otros proyectos que van en favor de la integración de la región.
Nuestra contribución a estos proyectos, además de ser activos en su promoción específica en los foros internacionales y regionales, empieza porque nuestras políticas internas conduzcan a que nuestro país, recuperando el Estado sus responsabilidades sociales, salga de la situación en que se encuentra de desigualdad y exclusión social, de crecimiento económico lento o nulo, claramente insuficiente, rompa lazos de dependencia y lleve a la práctica medidas que tiendan a lograr una economía de pleno empleo, a combatir hasta erradicar las causas de la pobreza, fortalecer las capacidades de consumo de la población y consecuentemente los mercados internos, aproveche sus recursos naturales con racionalidad social, económica y ambiental de presente y futuro, ofrezca educación de calidad y acceso a la creación y a los productos de la cultura a toda la población, garantice a los jóvenes presente y futuro de formación, superación y realizaciones y a los mexicanos todos progreso y dignidad.
Hacer realidad este proyecto para rescatar al país, librándolo de su situación actual, exige proponerse reconstruir los tejidos sociales desde las comunidades más pequeñas hasta los sectores que dan vida a las grandes urbes, y, en lo político, plantea la necesidad de un gran acuerdo con todas las fuerzas progresistas y democráticas para actuar en conjunto en función de las coincidencias y proseguir con tesón la construcción de una mayoría política, que en esa condición se manifieste el próximo 1° de julio. Se está en ese camino, pero aun falta acercar a muchos que por razones diversas se han distanciado y luchan en trincheras diferentes, tratar de convencer a quienes consideran mejores otras alternativas políticas y buscar atraer a quienes por primera vez van a sufragar.
Es preciso hacer ver que este proyecto de reivindicaciones nacionales y populares puede acelerarse en su ejecución si más allá de cuestiones partidarias y dejando de lado, aun en estos tiempos, las confrontaciones electorales, se buscan los acuerdos con otras fuerzas políticas y sociales para impulsar aquellas soluciones de problemas en las que haya coincidencia en finalidades y medios de acción.
Precisando los objetivos comunes, desde el lado progresista debe mostrarse que más importante que quien resuelve los problemas, es resolverlos, y mostrar también que habiendo objetivos comunes y caminando de consuno, desde este lado se respetan la pluralidad y las diferencias.
La presentación hoy de la PROPUESTA PROGRAMÁTICA 2012 tiene la intención de abrir una discusión sobre los grandes temas de la nación, que pueda realizarse con los más amplios grupos de la sociedad y por todo el territorio del país.
Existe ya una primera coincidencia en vastos sectores democráticos, que debe servir para atraer y construir esa mayoría política que hoy es todavía objetivo por alcanzar: tenemos candidato presidencial en Andrés Manuel López Obrador. Conocemos su trayectoria en la vida pública. Su candidatura y una propuesta realizable que así considere el ciudadano que aspira al cambio, son y deben ser elementos de cohesión y factores determinantes en la construcción de la mayoría política que se requiere para ganar las elecciones y sobre todo, para respaldar una gestión de reivindicaciones nacionales y populares y llevar a cabo un buen gobierno.
Están en juego presente y futuro de México y los mexicanos. Apliquémonos a construir la mayoría política que es condición del triunfo electoral.
¡Democracia ya! ¡Patria para todos!
UN MÉXICO PARA TODOS. PROPUESTA PROGRAMÁTICA 2012: Documento discurso pronunciado en México, D. F., 7 de febrero del 2012.
http://www.ccardenass.org/
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