Por Iván Restrepo/La Jornada*
Generalmente se cree que el estado de Morelos solamente destaca por su crecimiento industrial, ser un sitio de descanso los fines de semana, contar con áreas agrícolas, como las de caña de azúcar, y albergar varias instituciones de investigación y educación superior. Es el caso del Instituto Nacional de Salud Pública, el de Materiales, el de Biotecnología, el de Ciencias Físicas, el de Investigaciones Eléctricas, para citar los más destacados. Sin embargo, Morelos posee un importante patrimonio natural. Destacan al respecto, las decenas de miles de hectáreas que conforman el importantísimo corredor biológico Ajusco-Chichinautzin, bajo cuidado federal. De él hace parte el área donde se localizan las lagunas de Zempoala, cuyos bosques han sido diezmados por los talamontes. Cabe recordar la promesa del ex becario de Harvard de detener y castigar a los asesinos del joven Aldo Zamora, defensor junto con su familia de ese pulmón verde que Morelos comparte con el estado de México.
Pero también existen cuatro reservas ecológicas decretadas por el Congreso estatal: se trata de El Texcal, la Sierra de Montenegro, Las Estacas y Los Sabinos. Todas ellas sobresalen por su riqueza en fauna y flora, y servir de pulmones verdes fundamentales en una entidad que ha perdido las últimas décadas importantes áreas boscosas. Aunque dichas reservas deben ser objeto de vigilancia y conservación por las autoridades morelenses, los últimos años han sufrido una enorme pérdida debido a los asentamientos humanos y a la presencia de actividades industriales.
Uno de los defectos de dichas reservas es que el legislador no deslindó con precisión sus límites territoriales y ha modificado varias veces los polígonos que las demarcan. Es el caso, por ejemplo, de la reserva Sierra de Montenegro, con casi 8 mil hectáreas de extensión. Tal parece que ello se debió al interés de duplicar el área que explota una influyente empresa cementera: la Moctezuma, que se instaló ilegalmente en terrenos de la reserva. Sin embargo, su funcionamiento lo convalidaron después las autoridades. Y no sólo eso, permitieron que ampliara su área de explotación. El deterioro ambiental que ocasiona es enorme.
En cuanto a la reserva Las Estacas, con poco más de 600 hectáreas y donde existe desde hace décadas un popular balneario, sufre en su parte norte un acelerado cambio de uso del suelo para construir fraccionamientos para la clase media. Que las autoridades convaliden el cambio de uso del suelo y doten de los servicios básicos a los nuevos asentamientos humanos sirve de aliciente para que la expansión urbana continúe sobre dicha reserva.
Peor suerte está sufriendo la de El Texcal. La mitad de sus poco más de 400 hectáreas de extensión se encuentra ya invadida por conjuntos habitacionales de interés social, patrocinados, entre otras instituciones, por el Infonavit. A ello se agregan los de tipo popular que crecen sin planeación alguna y son punta de lanza para nuevas invasiones. Y en cuanto a Los Sabinos, en Cuautla, prácticamente desapareció por obra y gracia de los asentamientos irregulares.
Un defensor de los recursos naturales del estado de Morelos, el ingeniero y topógrafo Miguel Fernández Martínez, tiene bien documentada en los planos oficiales la pérdida de áreas verdes registradas en las cuatro reservas citadas. En aras de conservar y enriquecer lo que todavía no se pierde, Fernández Martínez insiste en la necesidad de que las instancias oficiales delimiten claramente la extensión de cada una de ellas y hagan respetar los decretos que las crearon a fin de que sigan como los pulmones verdes por excelencia de la entidad.
Pero además, junto con otras formaciones boscosas, albergan una rica biodiversidad, son indispensables para generar humedad, garantizar la salud de los manantiales, captar contaminantes y propiciar condiciones climáticas menos extremas cuando en Morelos cada vez hace más calor. La ciudad de la eterna primavera, como solía llamarse a Cuernavaca, dejó de serlo hace varios años. Cuando el cambio climático está presente en Morelos, la mejor forma de contrarrestar sus efectos es cuidando sus áreas forestales.
México, Regeneración 27 de julio del 2015. Fuente: La Jornada,