Por Miguel Ángel Ferrer.
Regeneración, 21 de diciembre de 2015.- La derrota del chavismo en las elecciones legislativas del domingo 6 de diciembre son, desde luego, un triunfo de la estrategia desestabilizadora orquestada desde 1998 por Estados Unidos, España y otros países imperialistas en sintonía con la derecha venezolana y colombiana para intentar recuperar el poder perdido hace casi dos décadas.
Pero esa victoria no es en realidad el triunfo apetecido por derecha e imperialismo. La victoria apetecida, el triunfo ideal, no pasa por las urnas, sino por el golpe de Estado, la intervención militar extranjera o la guerra civil. O las tres cosas juntas, como en la España de 1936.
Y, curiosamente, el triunfo parlamentario no acerca, sino aleja cada una de esas tres apetencias de la derecha criolla e internacional.
Más aún: esa victoria electoral constituye, bien visto el asunto, una derrota en toda la línea de los propósitos golpistas e intervencionistas.
Por medio de un golpe militar exitoso, como el de Franco o el de Pinochet, se pueden revertir, mediante ríos de sangre, cárcel, tortura y represión generalizada y prolongada, los avances sociales de las fuerzas democráticas, populares y progresistas, como los conseguidos por los republicanos españoles a comienzos de la década de los treintas y por los socialistas chilenos entre 1970 y 1973.
Imposibles, por lo pronto, golpe e intervención extranjera, el antichavismo, sin embargo, no cejará en sus afanes de derrocamiento de Maduro. Previsiblemente y contra toda lógica democrática no utilizará el poder recién adquirido para gobernar en pro de los intereses populares. Habrá de empeñarse en la restauración del neoliberalismo, en la vuelta a la dependencia política con respecto a Washington. Y eso no será fácil con la oposición y la resistencia organizadas y combativas de las masas populares que no se identifican con las políticas neoliberales que las empobrecen.
A partir de ahora el antichavismo tendrá que ajustarse, contra su voluntad de dominio absoluto, a las vicisitudes de la lucha política. Sólo que ahora sin poder recurrir al expediente del golpe o de la invasión militar extranjera, ya estadounidense, ya colombiana.
De modo que, contra la sabiduría convencional, puede decirse que el balance hasta hoy es positivo para el movimiento de masas del chavismo. Ha sido vencido el enemigo mayor. Ha sido minado el terreno donde derecha e imperialismo saben desenvolverse con plenitud y a sus anchas.
Desde los comicios del 6 de diciembre pasado, derecha e imperialismo tendrán que cogobernar con el chavismo. Y ya no será fácil sólo culpar a Maduro y al chavismo de las dificultades económicas prevalecientes.
Así que puede decirse que la lucha entre chavismo y oligarquía entra en una nueva etapa en la que, finalmente y a diferencia de un golpe de Estado o de una intervención extranjera, el chavismo y las masas populares llevan ventaja.