3 diciembre 2015, Regeneración.- Si Eduardo Galeano escribió Los sueños de Helena para, como dijo muchas veces, vengarse de la pobreza de sus sueños frente a los portentosos de su tercera y definitiva esposa, Helena Villagra, este jueves ella en el paraninfo de la Universidad de Guadalajara se vengó de la muerte del escritor uruguayo, al dedicar el doctorado honoris causa de Galeano a los 43 estudiantes desaparecidos en la normal rural de Ayotzinapa, Guerrero.
“Dedico en su nombre este doctorado honoris causa otorgado por la UdeG a la lucha de esos ‘nadies’ doctorados en Ayotzinapa, los queridos 43, que le han enseñado al mundo que los músculos de la conciencia son antídotos contra el espanto, y que en éstos tiempos donde no abunda la solidaridad, hay muchos corazones decentes que laten juntos”, dijo Villagra.
El discurso de Villagra, emotivo y breve, fue posterior a que el rector de la UdeG, Tonatiuh Bravo Padilla, le entregara el pergamino y la medalla conmemorativa, en un acto al que se dieron cita autoridades universitarias y el embajador de Uruguay en México, Alberto Delgado Fernández.
La viuda de Galeano recordó que tras la partida del escritor, el 13 de abril pasado, quedó entre el aturdimiento y el dolor, sin querer ni poder salir de la casa que compartieron hasta casi un mes después hasta que acudió a la ceremonia que su marido pidió, depositar sus cenizas con el río de la Plata, al que siempre llamaba “río-mar”.
Su siguiente salida de casa fue a finales de mayo, cuando Ayotzinapa llegó a Montevideo y en presencia de familiares de los desaparecidos se realizó una marcha hacia la embajada mexicana, a la que dijo habrían acudido ella y Galeano tras el impacto que causó en sus vidas la noticia de lo ocurrido en Guerrero el 26 de septiembre del año pasado.
Al final de la marcha, dijo, tras llegar a las vallas y policías que rodeaban el inmueble, una joven mexicana recitó Los nadies, el conocido poema de Galeano.
Recordó sus muchos viajes a México en compañía de su marido, sus andanzas en los campamentos de Oventic “con Carlitos Monsiváis tan querido”, en un Chiapas donde a Galeano lo llamaban “el recogedor de lluvias” y “de las palabras de abajo”, como entre los saharauis en África del norte lo conocían como “perseguidor de las nubes”.
“Gracias, Eduardo, el abeio de nuestros nietos, mi querido Dudú, por todas esas vidas, las de tantos nadies del mundo que se reconocen en tus letras”, concluyó entre lágrimas de muchos presentes y un aplauso largo, unánime, con las venas bombeando sangre al corazón abierto.
Antes de Helena Villagra, el rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la UdeG, Héctor Raúl Solís Gadea, recordó que el trámite universitario para el honoris causa a Galeano comenzó el 30 de julio de 2013 por sus aportes como periodista, historiador, literato, activista y crítico social.
“Creo que la mayor aportación de Eduardo Galeano, la clave de su vigencia, es que con su vida y obra demostró que se puede ser de izquierda sin dejar de ser crítico, sin ser dogmático y sin perder la alegría de vivir. También dejó claro que se puede ser intelectual de cuerpo entero, con emociones y sentimientos, y que todo eso se refleja en la posibilidad de articular un lenguaje bello”, afirmó.