Y nos dijeron “no hay de otra”.

Basta aclararte que yo nunca busqué la fama, solo intentaba sobrevivir.
 
Por Pablo C. / Basta decirte hoy y ahora que cuando nací parecía predestinado. Mi padre tenía problemas de alcoholismo, mi madre simplemente no podía dejar de llorar durante largos ratos, pues sufría al vernos comer tan poco, pobre de ella. Te dije que parecía predestinado porque cuando cumplí 10 años no pude terminar de estudiar, tenía que trabajar. ¿La escuela para qué si las vacas no se iban a proteger solas de esos pinches rateros? Uno ni tiempo tenía para sentarse a pensar en la inmortalidad del cangrejo o eso que dices tú, dizque pensar en el futuro. Yo descubrí que el futuro está re lejos y uno nunca lo alcanza, lo que importa es tener que comer. Así lo pensaba Ernesto, mi hermano, y ya ve, lo mataron peor que a un perro. Y allá recuerdo haber oído a la gente diciendo: “no hay de otra” mijo, no hay de otra.
 
Ya son siete millones y medio de jóvenes que viven en el Olimpo olvidado que existe entre el no trabajar y el no estudiar. Ya son 7 millones y medio de jóvenes ninis. Lo que uno piensa de primer término (y lo que nos dicen) es que son chavos como tú, como yo, que decidieron de buenas a primeras que estudiar no era una opción, que no era trascendente estar buscando una calificación determinada, que seguramente son flojos y no quieren esforzarse .Quizá sea cierto en algunas ocasiones, pero yo tengo otra tesis de la realidad que proponerte.
Cuando un joven decide irse para los Estados Unidos se encuentra consciente de que abandonará familia, hogar, una identidad que arrastra tradiciones, y, sobretodo, un joven migrante está consciente de que en este país no queda de otra.
 
Cuando se habla de falta de oportunidades no se pronuncian palabras al vacío. Realmente hacen falta oportunidades. Si tomamos en cuenta que el empleo formal ha disminuido y en cambio han aumentado los típicos “changarros” que no aseguran un nivel óptimo de salud, de bienestar o de felicidad nos damos cuenta de que es realmente difícil conseguir un trabajo digno una vez que se ha terminado la carrera.
 
Hay muchos lugares donde hacen falta profesionistas como tú, sin embargo resulta sumamente difícil colocarse en una opción que realmente te interesa.
¡Aguanta! Párate un rato a reflexionar.
 
¿Qué harás cuando termines de estudiar? ¿Realmente tienes un futuro asegurado?
 
Ahora veamos la otra cara de la moneda. Terminar la secundaria es un logro que no cualquier joven cumple. Menos si se vive en estados de la República donde la escuela se encuentra ubicada a kilómetros de distancia y se cuenta solamente con los pies como único vehículo y siendo que “primero hay que comer”. Miles de jóvenes desertan de las escuelas debido a la necesidad de trabajar para ayudar a sostener a la familia.
 
Ingresar al nivel bachillerato significa la apertura de muchas puertas, significa el avance al propio desarrollo. Independientemente del área al que te decidas enfocar, ya sean ciencias físico-matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales o artes y humanidades, el hecho de recibir formación educativa trasciende importantes esquemas. Aprender te permite ingresar a un mundo nuevo, mucho más amplio y reconfortante. Aprender te permite ser un poco más feliz, a pesar de las desveladas haciendo tarea y del profe que aborreces. Una escuela en sí misma te permite interactuar con otros chavos, comprender temas inimaginables, y, sobretodo ser mejor persona.
Hacen falta oportunidades de empleo digno y de espacios en las Universidades y en los Bachilleratos. ¿Qué sería del país con suficientes Universidades y espacios en ellas? ¿Qué pasaría si se promoviera el saber y la educación?
 
¡No te desanimes, sí hay opciones! Hay que abrir las Universidades y las Escuelas. Los jóvenes sin lugar a dudas tenemos derecho al futuro, a una vida digna. Nosotros, los jóvenes vamos a edificar y construir porque tenemos derecho a la felicidad y a que no nos digan: Ni modo chavo,“no hay de otra”.