En Alemania crece la izquierda

Die Linke: la evolución de la izquierda alemana

Oskar Lafontaine se declaró socialista auténtico y heredero de Willy Brandt, frente a un SPD que «ha desmantelado el Estado social»

1. Parteitag der Linken

Con la fundación en 2007 del nuevo partido Die Linke (La Izquierda) se incorporó un quinto partido en la política germana y se convirtió en un serio desafío para la izquierda del Partido Social Demócrata (SPD) Sondeos demoscópicos atribuyeron al nuevo partido un potencial electoral del 24 por ciento en toda Alemania.

En su discurso fundacional, Oskar Lafontaine se proclamó un socialista auténtico y heredero de Willy Brandt, frente a un SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) que «ha desmantelado el Estado social» y traicionando a sus electores durante la cancillería de Gerhard Schröder.

El nacimiento de Die Linke ha tardado varios años desde los primeros acercamiento entre los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS) –de Alemania del Este– heredero del partido que gobernó durante 40 años la “dictadura del proletariado” en la extinta República Democrática Alemana (RDA); y los de la llamada Alternativa Electoral por el Trabajo y la Justicia Social (WASG), formada en el lado Oeste por socialdemócratas y sindicalistas de izquierda decepcionados de recortes sociales del SPD y Schröder.

En junio de 2007 se celebraron los congresos de los dos partidos. Ambos aprobaron por consenso la fusión y se puso en marcha el nuevo partido que evocaría los ideales intrínsecos de la izquierda europea. Para finales de año, el Parlamento Federal (Bundestag) contaba con 54 diputados del nuevo partido, de un total de 614 escaños.

En las elecciones federales de septiembre de 2009, Die Linke obtuvo 11.9 por ciento de los votos, consolidándose como la cuarta fuerza política por encima de Los Verdes. Desde entonces este grupo se ha fortalecido, ganando adeptos y conformando coaliciones en estados alemanes; sin embargo, Die Linke aún afronta el desafío de implantarse como una alternativa seria y quitarse la imagen de un partido regional heredero de los antiguos comunistas.

En el Este, en la desaparecida RDA, el PDS y ahora La Izquierda han conseguido resultados arriba de 20 por ciento y, según los sondeos, hasta 44 por ciento de los alemanes piensa votarlos. Tras su fusión, el nuevo partido ha registrado mil 500 solicitudes de afiliación.

Por número de afiliados, Die Linke –más de 70 mil miembros– se consolida como el tercer partido de Alemania, por encima de los liberales (FDP) y Los Verdes. Su surgimiento supuso un cambio definitivo en el panorama político alemán, que desde la entrada de Los Verdes en el Bundestag en 1983, se había mantenido con cuatro partidos.

Con cinco organizaciones políticas, las alianzas se han vuelto más complicadas y la izquierda se ha fraccionado entre el pragmatismo del SPD y el idealismo de Los Verdes y Die Linke, cuyo crecimiento también responde a las asignaturas pendientes de la reunificación alemana concretada en 1990:

La incorporación política del Este y el apoyo económico a una zona que perdió su dinamismo al cambiar de un mercado de pequeñas y medianas empresas a un modelo de grandes corporaciones estatales que emulaban el sistema soviético, que terminó fracasando en la década de los ochenta.

Al dilema de la reunificación se suma la destrucción del robusto estado de bienestar de la RDA por un modelo más “sustentable” de pequeños beneficios, que responden a un presupuesto basado en la reducción del déficit fiscal y la recaudación.

Las elecciones de 2013 le otorgaron a Die Linke el 8.6 por ciento de los votos, convirtiéndose en la tercera fuerza electoral y en posible miembro del gobierno de coalición. Sin embargo, esta contingencia se topa con un obstáculo insalvable: proponga lo que proponga, ningún partido hará alianza con ellos, ni siquiera las formaciones en las que arden algunas chispas de progresismo, como en el SPD y Los Verdes.

En el Bundestag, sus militantes producen con frecuencia una impresión de soledad cuando reciben el turno de palabra. Envían a un orador al estrado para que repruebe las secuelas del capitalismo, critique las normativas de la Unión Europea y anuncie lo habitual: que su grupo va a votar en contra de las propuestas del gobierno.

En la actualidad existen políticos y académicos que cuestionan la verdadera vocación democrática de Die Linke y, a menudo, cuando sube la temperatura del debate, se les reprocha que procedan del régimen comunista de la extinguida República Democrática Alemana, un pasado que la nueva Alemania desea olvidar.

Es innegable que en el Este Die Linke obtiene la mayor parte de sus votos, mientras que en la zona occidental del país, donde se ubican los principales centros industriales, el partido no logra entrar ni a los parlamentos locales, donde necesita al menos el 5 por ciento de los votos.

El que Die Linke tenga su apoyo electoral en zonas poco industrializadas y de densidad demográfica menor ofrece una visión de su descolocación histórica. En Alemania, la principal aspiración de las clases humildes es dejar de serlo, incorporarse mediante algún oficio a las clases medias y consumir.

Durante décadas, en la República Federal Alemana (RFA) los trabajos más penosos y peor remunerados recayeron sobre los trabajadores extranjeros, con sus limitados derechos civiles. Pero incluso los inmigrantes recibieron tarde o temprano su oportunidad de ingresar en las clases medias.

Desarrollando políticas orientadas a la protección de los desfavorecidos, Die Linke realiza un sincero esfuerzo por asumir los principios básicos de la democracia liberal: partidos, prensa libre, economía de mercado y jueces independientes. La aceptación del juego plural representa la renuncia a sueños revolucionarios, que por razones obvias equivalen en Alemania a pesadillas.

Su dimisión a la lucha proletaria entraña un distanciamiento con la historia de la RDA, lo que algunos militantes nostálgicos interpretan como una traición. Desafortunadamente, para muchos jóvenes de las regiones orientales el acatamiento de la democracia entraña un gesto de sumisión, por lo que –ansiosos de radicalismo y acción– prefieran abrazar el credo neonazi que la lucha socialista.

Desde la caída del Muro de Berlín hace ya casi un cuarto de siglo, el deseo de la victoriosa RFA de borrar el pasado comunista de la RDA engendró proyectos como el impuesto de solidaridad e inversiones en infraestructura en el Este alemán, con los cuales se pensó que se resolverían todos los problemas de la extinta República comunista.

Sin embargo, el presionar el olvido de la historia ha hecho resurgir a un partido que desea utilizar los causes democráticos, y que en los últimos días ha cambiado su discurso para mostrarse como un ala pragmática que desea construir una Große Koalition (Gran Coalición) con los socialdemócratas y Los Verdes, lo que implicaría la caída de la canciller Angela Merkel, quien desempeña el cargo desde 2005 y que consiguió su tercera reelección en septiembre pasado.

A 24 años del clamor de la gente por libertad en el Este europeo, las ruinas del muro han presionado al partido que retomó lo “mejor” de la RDA y lo convirtió en oposición. En 2013 tiene una oportunidad de cambiar la dinámica política de Alemania, siempre y cuando recuerde la historia reciente del país y busque un acuerdo democrático que lleve a la locomotora de Europa a ser gobernada por la centroizquierda.

 

Con información de sexenio.com.mx; Foto: gondolkodjunkegyutt.hu