El impacto de los sismos del 7 y 19 de septiembre pasados fue tal, que destruyeron un número similar de las casas que se construyeron en el 2016.
Regeneración, 6 de octubre de 2017.-El pasado 19 de septiembre , un sismo de 7.2 grados en la escala de Richter, azotó el centro del país, esto ocasionó que se desplomaran edificios, sobre todo en zonas de muy alta y alta calidad de vida en la ciudad.
El corredor localizado en la zona de transición entre suelos duros y blandos que incluye las delegaciones Benito Juárez, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Coyoacán, Tlalpan, Venustiano Carranza y Gustavo A. Madero; así como algunas colonias como la Roma, Condesa, Hipódromo, Del Valle o Narvarte que cuentan con mayor capacidad de resiliencia.
De acuerdo con un análisis preliminar del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, señala que también existen múltiples efectos en varios lugares de la metrópoli, aunque con un patrón menos densificado, como en las delegaciones Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta, que presentan la calidad de vida más baja en la Ciudad de México, así como en municipios como Ecatepec, Texcoco, Nezahualcóyotl y Tlalnepantla en el Estado de México donde predominan los daños a casas familiares.
Ubicación de daños por calidad de vida
En donde se registraron los daños más graves en derrumbes se encuentran en 38 inmuebles que se localizan en 36 manzanas, 25 de ellas en donde hay un muy alto índice de calidad de vida, 11 de estrato alto y dos más en un grado medio.
El reporte indica que los inmuebles con otras afectaciones se distribuyen en 3,608 manzanas de la Zona Metropolitana Del Valle de México.
En términos de calidad de vida, 1,372 manzanas tienen un índice muy alto, 1,801 se ubican en el estrato alto, 427 en el medio y ocho en un grado bajo.
Los expertos del Instituto de Investigaciones Económicas plantearon que se requiere de una respuesta diferenciada para lograr una recuperación más rápida; esto, con un enfoque de igualdad socioespacial, toda vez que la población con mayores carencias enfrenta más efectos adversos, aunque las personas con menores carencias no están exentas de padecer limitantes para su recuperación.
«Hay una buena calidad de vida previa a los terremotos en zonas de derrumbe, esperamos que la capacidad de respuesta sea más rápida, pero no podemos descuidar las zonas periféricas, los periurbanos, el metropolitano más periférico en donde los efectos pueden ser menos visibles o menos mediáticos pero el impacto en zonas que ya tienen calidad de vida baja es mayor», advirtió Adolfo Sánchez del Instituto de Investigación Económicas de la UNAM.
Patrón de vivienda
Abraham Granados Martínez, otro de los investigadores del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM señaló que es previsible esperar una cierta recomposición del patrón de la vivienda en las zonas afectadas por el sismo y sus alrededores y que en adelante la decisión de ubicación de algunas personas o de centros de trabajo incluya la consideración del riesgo ante posibles sismos.
«La ubicación de las viviendas en regiones sensibles a sismos, como son las zonas de exlagos donde potencializan las ondas sísmicas, puede ser un factor para identificar mayor nivel de riesgo en la ciudad. Es posible esperar que la medición del riesgo y el valor de las viviendas sigan este patrón espacial alineado por el tipo de suelo, ya que se conoce que la zona de transición y una parte de suelo blando fueron las regiones con mayores derrumbes y daños en la ciudad», detalló.
El director del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad Javier Delgado Campos, sostuvo que el temblor descubrió la insuficiencia de los mecanismos tradicionales para producir vivienda. Ese tema «no se puede atender sin considerar los trabajos de la gente, y para resolver la relación vivienda-empleo se debe contar con un sistema de transporte adecuado».
Resaltó que no se pueden generalizar las causas de los derrumbes en la urbe, pues todo depende de la capacidad estructural de respuesta de un edificio o su ubicación; los principales daños se dieron en una franja, una zona de transición, por lo que se necesita un análisis más a fondo de la geología de los suelos, manifestó.
El impacto de los sismos del 7 y 19 de septiembre pasados fue tal, que destruyeron un número similar de las casas que se construyeron en el 2016.
«Con los sismos tenemos reportadas 150,000 viviendas dañadas en el país, una pérdida total de 52,374; de alguna manera podemos referir que esta cifra es similar al número de viviendas que se construyeron en el país durante 2016», dice Marco Tulio Mendoza, profesor de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.
Añadió que los residuos de la construcción como el cascajo llenarían en volumen 1.5 veces el Estadio Azteca, lo que nos da la idea de la dimensión del desastre.
Planteó que los 120,000 pesos de ayuda que brinda el gobierno para los damnificados que perdieron su vivienda tras estos sismos, apenas alcanzarían para cubrir entre el 25 ó 30% de una vivienda de interés social.
El experto dijo que en promedio el costo por metro cuadrado de una vivienda de interés social es de 3,500 pesos; para la de interés medio es de 9,700 pesos y en el caso de un vivienda residencial sube hasta 15,700 pesos. Eso sin tomar en cuenta la demolición y el retiro de material.
Advirtió que los insumos básicos luego de los sismos están registrando incrementos de hasta 50%.
«Tenemos por otro lado que los insumos básicos están presentando incrementos; teníamos casos en los que se mantenía un precio antes del sismo del acero por ejemplo de 11,568 pesos, de la grava 367 pesos el metro cúbico, la arena 344 pesos el metro cúbico, el concreto premezclado de alrededor de 1,189 pesos, pero al día de hoy están presentando incrementos estos insumos básicos para la construcción de entre 10 y 50%; entonces es situación un tanto cuanto difícil», indicó el especialista.
Consideró que más que ofrecer una cantidad de dinero se requieren programas de reconstrucción gubernamental