Un panorama, como puede verse, más bien gris o, si se prefiere, poco atractivo. Como para pronosticar una muy alta abstención y muchos votos nulos. ¡Desolación!
Por Octavio Rodríguez Araujo | La Jornada
(12 de octubre del 2017).-Quizá la única candidata independiente, por ahora aspirante a serlo, es María de Jesús Marichuy Patricio. Para poder registrarse como candidata todavía le faltan alrededor de 867 mil firmas (uno por ciento de la lista nacional de electores), que tendrán que ser recabadas en por lo menos 17 entidades federativas y en cada una de éstas también con un mínimo del uno por ciento de la lista nominal estatal. En este largo proceso, de un máximo de 120 días, la señora Patricio deberá sufragar sus gastos con dinero privado que, además, deberá ser de origen lícito. Nada fácil. Me temo que no llegará al final del proceso y que, por lo tanto, no figurará como independiente en las boletas electorales del año entrante. Aun suponiendo que cubriera los requisitos para registrarse como independiente, dado que la señora Patricio ha dicho que no quiere votos ni dinero público, mucha gente se preguntará para qué desperdiciar su sufragio por nada, por una candidatura de aspiraciones sólo testimoniales. ¡Qué ociosidad y pérdida de esfuerzos!, pero cada quien en su lógica, por incoherente que sea.
Los otros aspirantes, que cuentan con recursos privados cuantiosos (no sé si de origen lícito), tienen más probabilidades de lograr su registro como candidatos independientes. ¿Qué tan independientes son? La verdad, no mucho, pero aceptemos que lo son, formalmente hablando.
Tienen prensa (como suele decirse), porque en México y otros muchos países los partidos y la política han perdido simpatías entre amplios sectores ciudadanos. Sin embargo, son y serán candidatos débiles, entre otras razones porque carecen de los aparatos partidarios que, desprestigiados o no, son los que facilitan los recursos y la logística para que sus candidatos puedan llevar a cabo sus campañas. Y esto lo saben los independientes, por lo que no sorprende que terminen formando sus respectivos partidos que, obviamente, no los llamarán así, pero que en la práctica son aparatos encargados de conseguir y administrar recursos no sólo económicos para hacerse ver y darse a conocer. En varios países donde han surgido candidaturas al margen de los partidos tradicionales, cada vez más desprestigiados incluso en Europa, han constituido sus respectivos partidos, a veces sólo distintos por su nombre a los demás, para competir y con frecuencia ganar. Quienes han apostado al fin de los partidos han perdido porque éstos, con los defectos que se quiera, siguen siendo indispensables en las luchas por el poder institucional.
Si Margarita Zavala (más mencionada de lo que merece), como aspirante a candidata por el PAN tenía un porcentaje de simpatías menor al de López Obrador, como independiente bajará más sus puntos como casi seguro se demostrará en las próximas encuestas. Le guste o no, al renunciar al PAN, partido al que no le dio nada en sus 33 años de militancia, está favoreciendo al PRI si éste escoge a un panista embozado como Meade para competir por la Presidencia (algunos panistas preferirían votar por Meade que por Anaya, llegado el caso). También le está arrimando más leños a la fogata que ha encendido López Obrador ya que, con su escisión, le ha quitado votos al PAN (menos de los que quizá había imaginado) y, por lo mismo al Frente Ciudadano por México que, de por sí y sobre todo si Anaya es su candidato, perderá votos útiles de muchos perredistas que se irán por Morena antes que sufragar por un panista. Y, a propósito, ¿cómo obtendrá registro el Frente Ciudadano por México (FCM) si el artículo 85 de la Ley General de Partidos Políticos, inciso 1, establece que los partidos políticos podrán constituir frentes, para alcanzar objetivos políticos y sociales compartidos de índole no electoral (subrayo no electoral), mediante acciones y estrategias específicas y comunes? ¿Lo convertirán en coalición o fusión? Veremos.
Aceptemos, sin conceder que el FCM, con nombre de coalición (¿Coalición de Ciudadanos por México?), sea registrado para contender por la Presidencia de México, entonces tendríamos varias combinaciones en competencia: el PRI, quizá con el Verde (tampoco es seguro), tal vez con el Panal (que coquetea con el FCM o como se llame) y con el PES (si éste no adopta a Zavala como su candidata); el Frente (Coalición) del PAN-PRD-MC y, finalmente, Morena en coalición –que todavía no tiene nombre– con el PT. De estas combinaciones surgirán, al menos, tres candidatos: el priísta y posibles aliados, el panista y posibles aliados y el morenista y posibles aliados. En un segundo plano, que difícilmente será primero, los independientes ( El Bronco comprobará que no es lo mismo competir en su estado que en todo el país). No hay tal fragmentación de la que hablan algunos, pues lo que se ve, con cierta objetividad, son tres tercios relativos y algunos reintegros (los independientes y los que, eventualmente, sean propuestos por algunos partidos pequeños con la idea de mantener su registro).
Un panorama, como puede verse, más bien gris o, si se prefiere, poco atractivo. Como para pronosticar una muy alta abstención y muchos votos nulos. ¡Desolación!