Balance electoral: AMLO avanza, Anaya se estanca y Meade cae

Hemos sido testigos de cómo los principales candidatos presidenciales en México se posicionan rumbo a las campañas electorales. AMLO va adelante, Anaya se vio frenado por los ataques, mientras que Meade ha bajado. La lucha por el segundo lugar parece ser a muerte.

Por Jesús Ramírez Cuevas

Revista Punto Rojo

En un apretado balance de las precampañas de los principales aspirantes presidenciales, podemos decir que el mayor beneficiario del periodo ha sido Andrés Manuel López Obrador, cuyas simpatías siguen creciendo; que la intención de Ricardo Anaya por presentarse como el único que le puede competir no le ha funcionado; y que a José Antonio Meade Kuribreña le ha ido muy mal, ni su campaña ni su mensaje han prendido, manteniéndose en tercer lugar.

AMLO

Fueron dos meses intensos que fueron aprovechados de la mejor manera por López Obrador, candidato por Morena, PES y PT: marcó la agenda con sus temas y propuestas; respondió con ingenio y con humor a los ataques; propuso los mejores espots (“Estaremos mejor con ya sabes quién”) y sumó a muchos dirigentes y militantes de todos los partidos, incluidos personajes distinguidos del PAN y del PRI (un verdadero tsunami político). A pesar de los señalamientos de pragmatismo y de las críticas por cuestionar a las opiniones de Jesús Silva Herzog, Enrique Krauze y Denise Dresser, AMLO sigue creciendo en las preferencias electorales y está más de 10 puntos por arriba de Anaya, aspirante del PAN, PRD y MC. López Obrador fue el precandidato que más actos realizó y más entidades recorrió durante la precampaña (30 estados). Los masivos mítines de Guadalajara, Jalisco y de León, Guanajuato fueron la sorpresa de los cierres de la precampaña.

Mucho cambió Andrés Manuel López Obrador de la campaña presidencial de 2006 a la de 2018. Aquél personaje radical y puritano ha dado paso a una apertura pragmática que le está dando frutos concretos.

Anaya

Por su parte, Ricardo Anaya que busca polarizar con AMLO para desbarrancar a Meade y centró su estrategia con ataques al PRI y a su candidato, pero también intentando descalificar a López Obrador, aunque con poca fortuna. Anaya está en la segunda posición pero no ha logrado despegar como esperaba; aunque parecía tener tendencia ascendente, se estancó a pesar de haber logrado el frente PAN, PRD y MC, así como el apoyo de Mancera, Moreno Valle y Alejandra Barrales. Lo más relevante de su precampaña fue el hit musical de MC, “movimiento naranja”, pero los escándalos de corrupción como el de la triangulación para comprar un edificio de PAN en Querétaro y la compra-venta de una bodega por 54 millones de pesos, han sumido en una crisis a su campaña.

Meade

En el caso de José Antonio Meade, candidato del PRI, PVEM y PANAL, no ha encontrado el mensaje ni el tono adecuados; su equipo no se pone de acuerdo: mientras Meade hace un discurso aparentemente conciliador, lanza ataques contra sus adversarios. Además, sus voceros (o groseros podría decirse) no le ayudan en nada al recurrir a todo tipo de ataques y descalificaciones contra AMLO (que si los rusos apoyan a Andrés Manuelovich, que es el candidato del no, incluso recurren al clasismo –“López”– y al racismo –“prietos”). En lugar de ayudarlo lo mostraron como un político con reflejos autoritarios y falta de carisma. Y por si fuera poco, la denuncia que hizo Meade contra el medio que publicó un reportaje sobre un desvío de recursos públicos de Sedesol cuando fue su titular, lo hizo ver como un representante del viejo PRI, ese que tiene un rechazo del 70% de los electores.

La estrategia del PRI partía de la idea de que mientras más gente conociera a José Antonio Meade su intención de voto aumentaría, pero en la precampaña no le resultó. Meade carga la lápida del desprestigio del sistema y la corrupción de Peña Nieto. El PRI sufre el ocultamiento de su identidad por parte de su candidato, que lucha por alejarse de la marca partidaria. El logo incluso ha desaparecido de la publicidad oficial de Meade.

La disputa por el segundo lugar es estratégica para Anaya y para Meade, de eso depende si la elección presidencial será entre dos finalistas o tres. Eso todavía no se define, a pesar de Anaya y sus voceros que pretenden hacer creer que el PRI ya se desfondó. Con la intromisión de la PGR en la disputa electoral asoma la tentación de resolver ese diferendo por la vía judicial (el uso de las instituciones para golpear y luego invalidar al candidato incómodo opositor) lo que la campaña y las preferencias ciudadanas no otorgan.

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La estrategia de López Obrador ha resultado letal para sus oponentes . AMLO ha logrado atraer el voto contra el sistema y contra la corrupción política. Muchos lo ven como una esperanza de cambio, pero también de revanchismo. Ricardo Anaya pretende polarizar al elección con AMLO y dejar a Meade en un lejano tercer lugar, como aquel caballo que alcanza gana… bueno eso creen en el frente.

Pero aun falta mucho, guerra de ataques y voto del miedo en los medios de comunicación y en las redes sociales, incluidos. Todavía no empiezan las campañas y viene lo más difícil del proceso electoral, sin embargo, en muchos sectores y en algunas encuestadoras, comienza a extenderse la sensación del triunfo inminente de AMLO. Falta ver qué harán sus adversarios en vueltos en una guerra de logo entre ellos, mientras que al candidato de Morena le beneficia más el silencio que la estridencia. 

Notas de a pie.

Cuando Mario Vargas Llosa, autor de Casa Verde, Pantaleón y las visitadoras, La Ciudad y los Perros,  declaró en Madrid que los mexicanos no deberían votar por el populismo de AMLO. Pero el candidato de Morena le reviró y dijo que el  peruano y español, “era un buen escritor y un mal político, y que no quería polemizar, que amor y paz. Y desvió así de nuevo el ataque.

En momentos en que la guerra descarnada del gobierno de Peña Nieto y del PRI contra Ricardo Anaya llega a niveles de persecución y enfrentamiento, que se pueden revertir como boomerang al gobierno y a su candidato, José Antonio Meade. El uso de las instituciones con fines electorales es el verdadero populismo, financiar con dinero público o ilícito el clientelismo político y la compra del voto a favor de un partido o un candidato. 

(Publicado en la revista Punto Rojo, No.3, marzo de 2018).