Adelanto del libro Drones, la muerte por control remoto
En este segundo y último adelanto del libro Drones, la muerte por control remoto, editado por la editorial Akal y de próxima aparición en las librerías argentinas, su autor, nuestro columnista Roberto Montoya, revela la complicidad de la NSA en los ataques letales con drones, y la polémica provocada en EE.UU. tras revelarse que cuatro de las víctimas mortales eran estadounidenses. |
Regeneración, 8 de julio 2014.–La NSA facilita datos para las operaciones con drones. El máximo colaborador con que contó el ex espía Edward Snowden para hacer conocer al mundo los programas de espionaje masivo de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) estadounidense, ha sido desde el primer momento Glenn Greenwald. Fue él, radicado por cuestiones de seguridad en Brasil, quien pudo publicar en distintos medios de comunicación de influencia internacional numerosos artículos basados en los valiosos documentos secretos filtrados. Al estrenar el sitio web The Intercept, Greenwald publicó junto a otro experto en temas de seguridad, Jeremy Scahill, un extenso informe sobre la colaboración de la NSA con el programa de ejecuciones extrajudiciales con drones de la Administración Obama, un aspecto hasta ese momento desconocido.
En ese trabajo se explica cómo la NSA ayuda con un programa llamado Geo Cell tanto a la CIA como al JSOC, el Comando Conjunto de Operaciones Especiales, a través de la interceptación de llamadas telefónicas y localización exacta de teléfonos móviles. La información surgió del análisis de los miles de documentos entregados por Snowden a Gleen Greenwald y fue confirmada también por el ex piloto de drones Brandon Bryant, cuyo testimonio está recogido en capítulos anteriores.
Ejecuciones extrajudiciales de estadounidenses. (…) El 22 de mayo de 2013, solo un día antes de que Barack Obama explicara cambios en su política de seguridad nacional tras el escándalo del espionaje masivo mundial revelado por el ex espía Edward Snowden, el fiscal general de EE.UU., Eric Holder, reconocía que la CIA había matado ya a cuatro ciudadanos estadounidenses en el extranjero con misiles lanzados por drones. Estos ataques, nunca reconocidos oficialmente, eran un secreto a voces desde años antes pero, a diferencia de tantos otros “asesinatos selectivos” cometidos por drones operados por la CIA o las fuerzas armadas, en estos cuatro casos que se hacían públicos, las víctimas habían nacido en Estados Unidos, lo que suponía un cambio drástico en la larga “tradición” de ejecuciones sumarias de EE.UU. en el mundo. Holder dio la lista: el clérigo musulmán Anwar al Awlaki, su hijo, Abdulrahman al-Awlaki, de 16 años; Samir Khan y Jude Mohammed. (…) Holder reconoció que en realidad sólo uno de ellos era un objetivo “legítimo”, el clérigo Anwar al-Awlaki, mientras que su hijo, asesinado dos semanas después, al igual que los otros estadounidenses que resultaron muertos, habrían perecido “en el curso de otras operaciones”, sin aportar más especificaciones. “Esos individuos no eran específicamente objetivos para Estados Unidos”, se limitó a decir. (…) Un aluvión de artículos y editoriales en los medios de comunicación estadounidenses cuestionaron la legalidad de la ejecución de los cuatro estadounidenses.
El 30 de septiembre de 2011 un drone de la CIA disparó un misil contra la vivienda en la que Al-Awlaki se encontraba, al este de Sanaá, la capital yemení, y luego volvió a disparar otro proyectil contra la caravana de vehículos con la que intentó fugarse del lugar. Al-Awlaki habría muerto junto con otro estadounidense, Samir Kahn. Este otro joven de 25 años, nacido en Carolina del Este, con familia de origen paquistaní, tampoco era un “jefe operativo” sino editor de una revista en inglés de Al Qaeda, Inspire.
Miembro de una familia acomodada, hijo de Zafar Khan, respetado ejecutivo de una empresa de información tecnológica, Samir abandonó el hogar familiar en 2009 para instalarse en Yemen. Tras los atentados del 11-S radicalizó su visión del Islam y fueron vanos los esfuerzos de su familia para alejarlo de elementos fundamentalistas. (…) El cuarto estadounidense ejecutado con un drone fue Jude Mohammad, un joven de 23 años también de Carolina del Norte. De padre paquistaní y madre estadounidense convertida al Islam, se radicalizó con los discursos incendiarios del estadounidense Daniel Patrick Boyd –luego detenido junto con dos de sus hijos– y en 2009 decidió trasladarse a Waziristán Sur, Pakistán, una zona controlada por los talibán. Este joven colgaba vídeos en YouTube en los que hacía llamamientos a la violencia contra Estados Unidos. Murió junto a otras dos personas en un ataque con drones. Él no era el objetivo. De hecho, la CIA supo que había muerto por informantes de la comunidad de Raleigh, localidad de Carolina del Norte donde vivía su familia.(…)
Contra el ideario de los Padres Fundadores. (…) Barack Obama, como todos los presidentes estadounidenses, invoca a menudo en sus discursos a los Padres Fundadores, un término cuya sola invocación inspira respeto y solemnidad para todos en EE.UU. y que es utilizado para referirse tanto a los líderes políticos y hombres de Estado firmantes de la Declaración de Independencia de 1776, como para quienes elaboraron y aprobaron la Constitución de 1787. Sin embargo, cada vez son más los que en EE.UU. critican que sus gobernantes abusen de esas invocaciones para justificar políticas muy diferentes a los principios que defendieron esos próceres. Esa discusión volvió a darse con motivo de la polémica abierta por la ejecución extrajudicial con drones de ciudadanos nacidos en Estados Unidos. ¿Hubieran aprobado una medida como ésa los Padres Fundadores, matar sin derecho a juicio a uno de sus ciudadanos?, se preguntan tanto constitucionalistas como miembros de organizaciones defensoras de los derechos civiles. Y la mayoría considera que no, rotundamente no. Tom Hartman, periodista, politólogo y escritor, explicaba por qué no lo hubieran aprobado los Padres Fundadores. “Los redactores de la Constitución nunca quisieron que el presidente o el Ejecutivo tuviesen el poder para declarar la guerra en cualquier lugar, en cualquier momento y contra cualquiera, menos aún contra un ciudadano estadounidense”. Según Hartman “de hecho, ellos hicieron todo lo posible para restringir tanto el poder militar como la capacidad del presidente –jefe del Ejecutivo– para usar a los militares para lanzar una guerra sin fin”. “Los Fundadores creían que un militar es a veces necesario para la autodefensa, pero no querían un ejército estable, del tipo que ellos habían visto derrocando gobiernos en Europa una y otra vez a lo largo de la historia”. Y recordaba que a través del Artículo 1, Sección 8 de la Consitución, “los Fundadores dieron al Congreso –los representantes elegidos de nosotros el Pueblo– poder para crear ejércitos pero solo por plazos de dos años”. “Es la única vez en la Constitución que se establece explícitamente que el poder del Congreso para aprobar un presupuesto tiene unos límites de tiempo concretos, y eso fue así porque los Fundadores estaban preocupados con el poder de un ejército en tiempos de paz”. Por eso, según Hartman, los Padres Fundadores decidieron que el comandante en jefe del ejército de EE.UU. fuera alguien elegido por el pueblo y no un militar. Los Fundadores le dieron el derecho de declarar la guerra exclusivamente al Congreso, no al presidente, por eso no figura en el artículo 2 de la Constitución. “Ninguna nación puede preservar su libertad en medio de la guerra continua”, decía, en una carta a un amigo, James Madison, uno de los Padres Fundadores, y cuarto presidente de EE.UU. Y Hartman acotaba: “Hoy en día es obvio que las peores pesadillas de James Madison se han vuelto realidad”.
El libro:
Drones, la muerte por control remoto
Roberto Montoya Editorial Akal,
Colección A Fondo, Madrid 2014