Por Ricardo Sevilla
Desde hace más de tres décadas, The Economist ⎼el semanario británico que en su número más reciente llamó al presidente López Obrador “El falso mesías mexicano”⎼ celebra cumbres anuales en México que son patrocinadas por empresas y organizaciones como Braskem-Idesa, Monex, Femsa y el Consejo Coordinador Empresarial.
Desde el año 1990, The Economist organiza y conduce en nuestro país una serie de conferencias donde se reúnen, de acuerdo con las propias palabras del medio de comunicación, “ejecutivos de alto nivel para discutir y debatir el futuro de México”.
Estos personajes “de alto nivel”, que disertan, aleccionan y controvierten sobre el futuro de este país son esencialmente políticos y empresarios con una gran influencia y poder dentro y fuera de México.
Aunque afirman que la cumbre es un evento “inclusivo”, lo cierto es que, en treinta años, The Economist no ha convocado a participar en ninguno de estos foros a estudiantes o profesores de las universidades públicas (UNAM, IPN, UAM, UACM) ni organizaciones indígenas, feministas o miembros destacados de la comunidad LGBT para debatir sobre la actualidad o el futuro de esta nación.
Y es que el semanario británico, en una parte que contradice brutalmente la supuesta inclusión que pregonan, advierte que sus cumbres están diseñadas “para ejecutivos senior, emprendedores y pensadores líderes que invierten en impulsar a México hacia adelante en todas las industrias”.
The Economist Events ⎼según puede leerse en la página de internet del propio medio de comunicación⎼ dice ofrecer “una perspectiva verdaderamente global sobre el lugar de un país en el mundo y su perspectiva futura”.
No obstante, al observar la lista de ponentes que, a lo largo de poco más de treinta años, se han congregado en este foro, es fácil notar que se trata de personajes (muy recurrentes) que pertenecen a la élite empresarial, política e intelectual de México.
The Economist, una publicación que hoy es estimada como conservadora y que, desde el siglo XIX, el filósofo Karl Max ya consideraba “el órgano europeo” de “la aristocracia financiera”, convoca a disertar en sus eventos a un grupo minoritario.
Cada uno de estos personajes, sin embargo, están situados en posiciones desde las cuales pueden tomar decisiones que podrían afectar, para bien o para mal, a toda la sociedad mexicana en su conjunto.
Siguen las malas mañas priistas; regalan despensas en Campeche
Apegados al darwinismo social que caracteriza al medio británico y a estos grupos minoritarios, los ponentes que se reúnen en estas cumbres capitaneadas por The Economist suelen hablar de “gobiernos encabezados por los mejores”, “evolucionismo social y económico” y, en general, sobre mecanismos económicos que remuneran la fuerza y escarmientan la debilidad, frases que, por lo demás, remiten a lo que, en Grecia, los teóricos denominaron, simple y llanamente, como aristocracia.
Bajo esta perspectiva, en los eventos denominados Mexico Summit (que nacieron en la década de 1990, avalados por el sexenio de Carlos Salinas de Gortari) se han dado cita presidentes y expresidentes de México, secretarios de Estado, gobernadores (por lo habitual priístas o panistas), intelectuales (preferentemente con estudios de doctorado en el extranjero) y, últimamente, dirigentes de asociaciones civiles como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), México ¿Cómo vamos? y Mexicanos Primero.
Entrevistados por los editores de The Economist, en hoteles lujosos ubicados en las exclusivas zonas de Santa Fe y Reforma, personajes como Claudio X. González, Carlos Salazar Lomelín, Alejandro Ramírez, María Amparo Casar, Valeria Moy, Luis Rubio, Carlos Salinas de Gortari, Denise Dresser y Juan Pardinas se han congregado para exigir la desregulación del sector económico, la apertura de nuevos mercados, la reducción al mínimo de la intervención del Estado, la globalización económica y financiera, el libre comercio y, claro, el neoliberalismo.
En estos eventos que, de acuerdo con sus propios organizadores, se llevan a cabo “debates de alto nivel sobre el futuro político y económico de México”, la élite empresarial lanza juicios y opiniones (que se presumen incontrovertibles) sobre lo que, desde su punto de vista, es el mejor camino que debería recorrer el país.
De esta manera, alrededor de cincuenta personajes, que se autodenominan “representantes de la sociedad civil”, pontifican y decretan desde los micrófonos de un medio de comunicación extranjero cuál es el destino político, económico y cultural de los más de 127,6 millones de mexicanas y mexicanos que integran este país.
Para catapultar el alcance de Mexico Summit, The Economist (cuyos principales dueños son las poderosísimas y controvertidas familias Agnelli y Rothschild) también reciben el apoyo financiero del controvertido Grupo Holding Monex, uno de los proveedores de cambio de divisas más grande del mundo y, por otro lado, son patrocinados por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), el organismo más influyente de la cúpula empresarial mexicana que, entre otras poderosas organizaciones, agrupa al Consejo Mexicano de (Hombres) de Negocios, la COPARMEX, la CONCAMIN, la CONCANACO, la CANACINTRA, la AMIB, la COMCE y la ANTAD.
Adicionalmente, The Economist recibe el soporte intelectual de un puñado de periodistas e intelectuales que, mediante un juego retórico y demagógico, realizan una defensa (abierta o subrepticia, según sea el caso) del empresariado y sobre los “beneficios” de reducir impuestos a los sectores más ricos con el fin de impulsar una “economía de la oferta”, argumento sobado que es el caballito de batalla del neoliberalismo.
Entre los patrocinadores que financian, promueven y publicitan el darwinismo social que se pregona en las cumbres de The Economist es posible observar a medios de comunicación mexicanos como El Financiero, Animal Político y Radio Fórmula.
No es circunstancial que Sarah Birke, editora en Jefe de la Oficina para México, Centroamérica y el Caribe, comparta los contenidos de Valeria Moy, directora general del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Tampoco es fortuito que Fernando García Ramírez, columnista de El Financiero, operador de Enrique Krauze y uno de los brazos ejecutores de la llamada “Operación Berlín” retuitee, con efectos de difusión, las portadas de The Economist para atacar al Gobierno Federal, que se ha pronunciado en contra del neoliberalismo.
En estos eventos, The Economist, a través de una minoría selecta, se dedica a impulsar una agenda conservadora, clasista y, sobre todo, expansivamente neoliberal. Por su parte, el grupo minoritario, integrado por líderes políticos, empresariales e intelectuales, mediante artificios retóricos y un arsenal de clichés persuasivos, pretenden erigir sus opiniones por encima del resto de la población. El fin de ambos equipos (el mexicano y el extranjero) es el mismo: preservar su estatus privilegiado y expandir su predominio social, económico, político, intelectual y cultural.
Detrás de los eventos denominados Mexico Summit, desde hace treinta años, se reúne un pequeño grupo de presión (y de exclusión) que pretende monopolizar las oportunidades de crecimiento y, al mismo tiempo, limitar el desarrollo del resto de la población mexicana.
Para mayor efecto, esta élite sectorial, que busca preservar sus exenciones a toda costa, ha urdido una trama paternalista que, basándose en la supuesta incapacidad o ineptitud de la ciudadanía o el Estado para tomar determinadas decisiones, ofrece el artificio de la “paz social” y advirtiendo que, de no hacerlo, el país podría convertirse en “una dictadura como Cuba o Venezuela”.
Además de sus poderosos patrocinadores económicos, The Economist trabaja con un grupo de “aliados estratégicos” que, solapando acciones y sentimientos discriminatorios racistas y clasistas, buscan impulsar el gatopardismo (concepto inspirado en la obra del escritor Giuseppe Tomasi di Lampedusa) que, en ciencia política, tiene un significado paradójico: “cambiar todo para que nada cambie”.
De ahí que, en sintonía con sus patrocinadores y sus “aliados estratégicos”, The Economist haya lanzado cruentas ofensivas contra el presidente López Obrador, cuyo principio rector es “quitar los privilegios a los potentados” y “dar más a quienes menos tienen”.
No es fortuito que The Economist, al igual que las asociaciones fundadas por personajes como Claudio X. González, Gustavo de Hoyos o Alejandro Ramírez hayan elogiado bombásticamente las acciones emprendidas por los gobiernos neoliberales mexicanos. The Economist y estas organizaciones realizan un trabajo coordinado.
El semanario británico The Economist, desde la época de Carlos Salinas de Gortari, ha logrado consolidar un vínculo intelectual, ideológico y financiero muy estrecho con los empresarios y las autodenominadas “organizaciones de la sociedad civil” que, durante el Gobierno encabezado por AMLO, han sido evidenciadas por haber recibido contratos millonarios durante el llamado “periodo neoliberal”, como lo ha definido el actual Presidente.
Basta observar los encabezados de The Economist, los programas de Mexico Summit y la agenda neoliberal (que la publicación británica comparte con organizaciones como MCCI, el IMCO, México, ¿Cómo vamos?) para que la alianza entre la prensa extranjera e intervencionista, las agrupaciones que se ostentan como representantes de la sociedad civil y Carlos Salinas de Gortari queden al descubierto. “¡Difícil competir con el expresidente!”, exclamó, sonriente y emocionado, en 2015, Michael Reid, el editor senior de The Economist.