*Federico Julián Bonet Castillo
La imagen de un helicóptero militar aterrizando sobre la embajada estadounidense en Kabul tras la toma de la ciudad por parte de las fuerzas talibanes el domingo, inmediatamente hace eco de lo que sucedió tras la retirada de las fuerzas estadounidenses de Saigón en el todavía Vietnam del sur hace ya 45 años. A pesar de los esfuerzos del secretario de Estado Anthony Blinken y del mismo presidente Biden por negar la comparación con lo sucedido en Vietnam, las imágenes son sumamente claras, y desde cierto punto le dan la razón a Blinken con la salvedad de que en efecto, Kabul no es Saigón, es algo mucho peor.
Más allá de lo anterior, la comparación con Vietnam puede ser útil para tener una perspectiva sobre el porvenir de la política a nivel interno y externo en los Estados Unidos y las consecuencias que esto tendrá a su vez para el mundo en el corto y mediano plazo. Ahora bien, ¿cuáles fueron las consecuencias que tuvo la derrota en Vietnam en el corto y el largo plazo?
En el escenario de la Guerra Fría, uno de los principales temores de los estrategas estadounidenses fue el llamado efecto dominó, que postulaba que sí un país caía dentro de la esfera de influencia comunista, los países vecinos caerían inmediatamente después, cual efecto dominó. En ese contexto, la caída de Vietnam del sur significó un punto en el cual la estrategia de contención de la expansión comunista había mostrado su fracaso. Trajo consigo una fuerte desmoralización al interior de los Estados Unidos, sobre todo en los círculos militares, quienes buscaron en la presa y en los movimientos sociales a los responsables de incitar la retirada de país asiático y de no permitir un mayor uso de la fuerza militar que eventualmente llevo a la derrota ante un enemigo menor equipado.
Internamente el país se encontraba en un momento sumamente convulso, dividido tras la década de los sesentas en donde las movilizaciones por los derechos civiles pusieron en tela de juicio los valores y la forma en que se proseguían dentro de la sociedad estadounidense, el país se encontraba falto de referentes morales y políticos que estuvieran a la altura de la coyuntura internacional y local, en donde la derrota en Vietnam representaba un cuestionamiento más al American Way of Life y a la supuesta superioridad política y moral estadounidense.
Las presidencias de Gerald Ford y Jimmy Carter, no condujeron a sanar las heridas de una sociedad rota, mucho menos solucionaron la crisis económica en la que el país se encontraba inmerso. Esto permitió que las ideas de lo que se conoce como el neoconservadurismo estadounidense florecieran y fueran el sustento desde donde alguien como Ronald Reagan llegó a la presidencia, sobre todo después del fracaso que represento para el demócrata Carter el fallido intento de el rescate de los rehenes en la embajada estadounidense en Teherán.
Estas ideas se caracterizan por ser; sumamente conservadores en lo social, liberales en lo económico, sobre todo ante los impuestos y la extensión del gobierno, y una política exterior sumamente agresiva, en donde la fuerza militar es el principal activo del poder estadounidense. Fue a partir de la derrota en Vietnam donde estas ideas tuvieron espacio para florecer y expandirse en una sociedad desmoralizada y temerosa de la expansión del comunismo que no encontró un liderazgo político y moral adecuado para salir del marasmo hasta la llegada de Ronald Reagan.
A la luz de todo lo anterior saltan a la luz las posibles consecuencias que tendrá lo que esta sucediendo estos días en Afganistán para el futuro en el corto y mediano plazo para los Estados Unidos y por lo tanto para el mundo. En una sociedad que sigue resintiendo y quizás ha profundizando las heridas de la administración de Trump, es posible prever una mayor intransigencia de los extremos políticos dentro de los partidos demócrata y republicano. Los primeros demandando una reducción del presupuesto destinado al Pentágono, los otros reclamando la incapacidad de la planeación y ejecución de la administración de Joe Biden, cuando no, la necesidad mayor despliegue militar para garantizar la posición de Estados Unidos ante el mundo.
El fracaso en la retirada de Afganistán desnuda la incompetencia en la planeación y ejecución de la misma, mina el liderazgo moral y político de Joe Biden, quien ostenta una posición de centro que buscaba sanar las heridas internas en la sociedad estadounidense dejadas por los 4 años de presidencia de Trump y recuerda el clima de ineptitud, falta de liderazgo y decisión de tiempos de Ford y Carter, aunado a la creciente inflación derivada de la pandemia no figuran un panorama halagüeño para el presidente estadounidense, su posición y la del ala central de su Partido Demócrata en las elecciones del próximo año.
Por otro lado, los Halcones y Donald Trump se frotan las manos, este último criticará la ineficiencia del mandatario estadounidense en busca de mejorar su posición como líder indiscutible del Partido Republicano. Intentará aprovechar el fracaso de Biden en las próximas elecciones intermedias con miras a retomar la presidencia en 2024. ¿Habrá aprendido la lección y se acercará de nuevo a los Halcones estadounidenses?
Los Halcones aprovecharán la coyuntura, evocando el vigésimo aniversario del ataque terrorista del once de septiembre; para difundir el miedo ante la cada vez más evidente decadencia del poder estadounidense y su falta de liderazgo global y así impulsar su agenda, enfocándose en el Jihadismo, pero sobre todo en las cada vez mayores capacidades militares chinas y rusas. Buscarán a los responsables en la debilidad de las administraciones de Obama y de Biden e impulsarán un programa de rearme mucho más fuerte, enfocado a la contención y quizás supresión de las que consideran las principales amenazas para el poder estadounidense.
Los ecos de Vietnam resuenan fuertemente en la evacuación de Afganistán, y no precisamente por un par de fotografías. Las consecuencias de los acontecimientos de estos días tendrán una importancia mayúscula en el devenir del mundo en las décadas siguientes.