Por Víctor Esparza | http://victor.mx/
Regeneración, 25 de agosto de 2014.-Pasaban de las 3:30 de la tarde cuando el primer informe radial daba cuenta de un incidente en las afueras de un casino de la localidad, de los atiborrados por madres y abuelas para «matar el tiempo» dando rienda suelta a sus instintos ludópatas. La escueta noticia hablaba de un atentado y tres víctimas, a raíz de un incendio del cual no se tenía mayor información que la reportada por testigos a los centros de auxilio.
Aquel 2011 la ola de criminalidad que azotaba al estado desde cuatro años atrás, como cruenta despedida a la gestión de Natividad González Parás -acusado de entregar el estado a los zetas-, seguía en su cresta más alta, por lo que entre persecuciones, narcobloqueos y delincuentes colgados en distintas vialidades, la noticia pasó de buenas a primeras como una más a la nefasta estadística. Pero transcurrían las horas y circulaban en Twitter la actualización de los hechos, creciendo la cifra de personas fallecidas con cada uno de los nuevos reportes. De 3 se pasó a 5, a 8, a 15, a 20, a 30… hasta llegar poco antes de las 10 de la noche a la escalofriante cantidad de 52 víctimas, por calcinación o asfixia a raíz del atroz incendio.
El inmueble, que al momento de los hechos era ocupado por alrededor de 500 personas, en su mayoría mujeres de todas las clases sociales que encuentran en estos sitios un refugio a sus actividades cotidianas, tenía clausuradas las salidas de emergencia «por cuestión de seguridad» (qué incongruencia tan más lamentable y estúpida). Tras entrar un comando del crimen organizado a rafagear el sitio e incendiar la entrada como medida de amedrentamiento ante la negativa de los dueños a pagar el respectivo ‘derecho de piso’, el fuego -por la alta combustibilidad de la alfombra y máquinas de apuestas- se extendió con suma prontitud al resto de las instalaciones. Unos cuantos, despistados entre el humo y el pánico masivo, se refugiaron en los baños del lugar, sin sospechar que con ello se echaban encima la sentencia de muerte. El esmerado trabajo de Bomberos, Protección Civil, Cruz Roja y otros organismos resultó inútil para rescatarlos con vida con la trágica consecuencia que tres años después sigue doliendo.
Los hechos, a pesar de destapar una más de las apestosas cloacas de impunidad y corrupción en las que está sumergida la administración comercial y de justicia en el Estado, a los pocos meses fue olvidado. Las autoridades, como pocas veces, se movilizaron de tal manera que a los cuatro días tenían a los primeros detenidos, y conforme pasaron las semanas fueron presentando a más criminales involucrados en los hechos, limpiándose las manos ante la eficacia (sic) de su acción. ¿Y las irregularidades? ¿Y las sanciones a los responsables por la autorización para operar a falta de adecuadas medidas de evacuación? ¿Y las indemnizaciones? ¿Y el memorial que se ha insistido levantar en el lugar del fatídico evento? Palabrería corriendo de aquí para allá, un exalcalde recompensado con una diputación federal plurinominal, un duelo que sigue ardiendo en el seno de 52 familias… y miles, decenas de miles de regiomontanos más pupulando diariamente en estos centros de entretenimiento que mantienen su insistente evasión de la ley para operar. Que la casa nunca pierde, suele decirse.
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