Por Víctor Manuel Guerra García
RegeneraciónMx.- Recuerdo el 19 de julio de 2003 encaminarme al Zócalo a un concierto de Tex Tex, que celebraba 18 años, y las víctimas del Dr. Cerebro, ese concierto fue el primero de varios a los que asistí, en horarios diversos, en la noche, a medio día, media tarde, multitudinarios siempre, no todos rompieron récord pero siempre que llegábamos o regresábamos en el transporte público las miradas de los que no asistieron se fijaban en nosotros.
Según las cifras que se han publicado el concierto en el Zócalo de la CDMX que ofreció el Grupo Firme fueron un total de 280 mil personas las que asistieron, sin duda un éxito para esta agrupación, pero más allá de que la nota fuera precisamente la exaltación a un concierto de música popular que, por las características particulares de esta agrupación y del contexto de confinamiento durante dos años, fuera de cierta manera un triunfo simbólico para la música popular, para la comunidad LGBTTIQA+ y para el uso del espacio público para el ocio de la mayoría de los ciudadanos en su lugar lo que sucedió fue una avalancha de comentarios en contra no sólo de la presencia de la agrupación sino de los miles de asistentes, esto no solo refleja la polarización política de la población, mucho se ha dado a mencionar que estas son muestras de clasismo y es lo que ha perdurado en las redes en los últimos días pero mi pregunta sería ¿esto es solo clasismo?
Este fenómeno lo podríamos dejar en este nivel si las expresiones fueran solamente vertidas desde la parte alta de una social jerarquizada mediante el poder adquisitivo, pero este fenómeno va más allá, ya que quienes secundaron estos comentarios, desde la ignorancia también, fueron personas que pertenecen a los mismos estratos sociales que los asistentes al concierto, pero con gustos y preferencias diferentes, entonces ¿sino es clasismo qué es?
La población en general tenemos normalizado el escarnio y burla hacia lo diferente, siendo que la diferencia es lo que define nuestra cultura, entonces más que clasismo es, de cierta manera, un rencor a lo diferente del porque tal o cual expresión esta en el zócalo, que se ha convertido de nueva cuenta en un foro masivo para la música, se maneja un discurso, por ejemplo, de la falta de cultura, del porque llevar esta música para nacos a un espacio público y además gratuito, del clásico “al pueblo pan y circo” pero se les olvida que este tipo de conciertos tienen antecedentes desde el período de Cuauhtémoc Cárdenas (1997-2000) y quizás más atrás, es decir, el uso del zócalo ha sido escenario de múltiples manifestaciones artísticas y musicales. Hay que decir también que las agrupaciones que han tocado en la plaza de la constitución dependen de la programación de la administración en turno y de cierta manera perfilan también los grupos a los que dirigen su trabajo político administrativo.
Actividades como el Festival Ollin Kan, La semana de las juventudes, conciertos en el marco de la FIL del Zócalo programas como el DFiesta en el Distrito Federal, que es quizás el que programó mas conciertos, durante la administración del entonces jefe de gobierno Andrés Manuel López Obrador, además de las presentaciones con récord de asistencia como las de Café Tacvba, Shakira, Roger Waters, Justin Bieber, Paul Mc Cartney y Vicente Fernández son los que han proyectado a la principal plaza de la ciudad como un magno escenario de la música. ¿se busca un posible capital político a partir de estos conciertos? Si, eso no se discute, pero lo que esta verdaderamente en disputa es la forma y quienes hacen uso de este importante espacio público.
En redes como Facebook grupos públicos que asumen su gusto por el rock , el ska o el pop circularon comentarios que señalaban la poca calidad en el contenido de las letras de la agrupación, en el sonido o cualquier detalle por mínimo que sea, sin embargo, no hicieron esos comentarios cuando se presentó Maldita Vecindad recientemente, entonces la problemática no es solo el clasismo sino como dentro de un mismo grupo estos conflictos no se resuelven si no que se exacerban y esto se debe a los estereotipos construidos alrededor de sus gustos musicales pero, hay que decir también, el que alguien pague por un espectáculo musical asume un estatus superior al de alguien que asiste a un concierto gratuito aunque tenga una logística y producción similar.
Son los mismos que, siendo parte de este sector social, condenan hoy al grupo Firme, pero celebran la integración de La Banda MS o Los Tucanes de Tijuana en festivales como el Vive Latino o Coachella, son los mismos que repudian al género musical mal llamado regional mexicano pero que celebran las colaboraciones de los Tigres del Norte con grupos como Rage Against the Machine.
Si solo caracterizamos a esta problemática como clasismo estaríamos dejando fuera del análisis la forma en la que construimos a los que son diferentes a nosotros sin que pertenezcan necesariamente a una clase distinta a la nuestra ¿Cómo concebimos al otro? ¿Cómo nos relacionamos con los tienen una expectativa de vida diferente a la nuestra? En un evento como este y otros más salen a relucir las expectativas homogeneizadas de la sociedad, es decir, la sociedad impone un “deber ser” sin ponerse a pensar que esa visión aspiracionista cimentada en la meritocracia es una construcción de un Estado neoliberal que a todas luces falló en sus promesas.
El que un espacio público se utilice para ocio de un importante sector de la sociedad no debería de ser el centro de la discusión, más bien el centro debería ser el garantizar el acceso y uso del espacio público a todos los ciudadanos, lo cual sigue pendiente aún.