Por Víctor M. Toledo.
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El santo padre llega a México, bienvenido sea. Llega trayendo bajo el brazo la famosa encíclica Laudato si’, documento que coloca a la Iglesia católica, al menos teóricamente, en el sitio más avanzado del pensamiento contemporáneo. Trae dinamita pura, pensamientos críticos y autocríticos, ideas para la subversión. Ángeles y arcángeles adheridos a la ecología política revolotearán a su llegada. Desde 1740, la Iglesia católica ha generado unas 300 encíclicas, pero ninguna como esta última, que trata el tema de la ecología, del cuidado de la casa común. Con esto ha otorgado un apoyo desusado a las corrientes más avanzadas de la Iglesia, esas que hoy combinan la opción por los pobres y los marginados (teologías de la liberación) con el compromiso por el rescate y defensa de la naturaleza.
Llega a un país donde la intensidad de los gritos de la Tierra y los gritos de los pobres desgarran los oídos. Llega a una nación destrozada, donde la explotación de la naturaleza por parte de decenas de corporaciones trasnacionales se combina con la impía explotación del trabajo de los ciudadanos. Llega a una de las regiones más vulnerables al cambio climático. Pero llega también a un país donde las resistencias civiles crecen y se multiplican por todos los rincones de la patria, herencia de un pueblo que lleva 200 años luchando por la dignidad, la justicia y el buen vivir, y al que lo mueven y animan enormes fuerzas telúricas y culturales procedentes del antiguo mundo mesoamericano.
En su visita a México el papa Francisco se pone a prueba, porque debe lidiar contra una de las peores élites que hoy existen en el planeta. Contra una intensa alianza, perversa y constante, entre los poderes políticos, los empresarios trasnacionales y el crimen organizado. Da vergüenza. Visita un país donde el deporte nacional por excelencia es la corrupción. Veremos entonces si logra conectar con las masas de católicos empobrecidos, explotados y agobiados con salarios devaluados en más de 70 por ciento, o con las miles de familias con uno o más de sus miembros desaparecidos (casi 30 mil) o asesinados (unos 120 mil). O si por el contrario será aislado por su propia jerarquía eclesiástica, conservadora y reaccionaria, y/o por las presiones de los gobiernos federal y estatales que buscarán neutralizar cualquier acto de solidaridad con los de abajo (70 por ciento de la población) y cualquier alusión a la inmensa tragedia social y ambiental que sufre la mayoría de los mexicanos.
Pero dado que los reflectores del mundo se encuentran mayormente enfocando la reciente encíclica ecológica, su mayor reto será realizar acciones concretas que hagan realidad las principales tesis y postulados de una encíclica que entre otras cosas asienta: a) que la depredación ecológica y la desigualdad social son las dos caras de un mismo fenómeno; b) que se vive una “…crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad”, de un estilo de vida basado en el consumismo, el uso de petróleo, y un sistema económico tecnocrático; c) que pregona la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes comunes, y d) que cuestiona la idea motora del capitalismo: el crecimiento económico, concepto mágico del mercado.
Como una contribución al buen aterrizaje en México de la encíclica del papa Francisco, un grupo de académicos le hemos preparado una hoja de ruta para enfrentar el ecocidio: el registro puntual y detallado de 420 golpes contra la casa común y de las comunidades humanas que resisten la devastación de las regiones, sus paisajes, recursos, culturas e historia, y que al defender a su naturaleza defienden desesperadamente su identidad y su derecho a la vida. Se trata de 420 agresiones perpetradas por compañías mineras, petroleras, eólicas, habitacionales, turísticas, biotecnológicas, hidráulicas y de desechos tóxicos, solapadas y en complicidad con los gobiernos de México, empeñados en vender los recursos nacionales, incluida su soberanía. Se trata de 420 proyectos de muerte que hemos logrado localizar a nivel de municipio y de relacionarlos con las circunscripciones eclesiásticas (provincias, diócesis, arquidiócesis, prelaturas, parroquias). Este esfuerzo incluye mapas, cuadros y base de datos (pueden verse), y encuentra su contraparte en la información sobre la pobreza y la desigualdad social contenida en el libro (y su cedé) Dolor de la Tierra, dolor de los pobres (2012) (ver).
El Papa dispone entonces de un poderoso instrumento geomático para impulsar la solidaridad y la movilización ecopolítica de sus pastores y sus feligreses: entre 90 y 100 millones de creyentes, casi 7 mil parroquias y un número similar de centros pastorales, animados por 16 mil sacerdotes y 28 mil monjas. En cada uno de estos 420 focos rojos del territorio mexicano tiene lugar una guerra donde se juegan muchas cosas: es el capital corporativo destrozando la vida de las regiones; es la devastación brutal contra la diversidad biológica y cultural; son los gigantescos depredadores trasnacionales contra los ciudadanos organizados; es la civilización moderna, industrial y tecnocrática, contra la dignidad civilizadora. Con la encíclica en las manos los católicos mexicanos deben ponerse ya del lado de la vida, la cordura, la historia, la cultura y la nación. ¡El Papa tiene la palabra!