Reproducimos dos de sus escritos más brillantes, uno, escrito en Siberia en 1901, cuando era un joven de 21 años cuyo genio apenas rompía el cascaron, y otro, su testamento, escrito unos meses antes de su asesinato, en 1940.
Desde Siberia
¡Dum spiro spero! [Mientras hay vida hay esperanza!]… Si yo fuera uno de esos cuerpos celestes, miraría con completa indiferencia a esta miserable bola de polvo y suciedad… Alumbraría por igual sobre el bien y sobre el mal… Pero yo soy un hombre. ¡La historia mundial que para ti, desapasionado glotón de la ciencia, y para ti, contador de la eternidad, es sólo un momento despreciable en la balanza del tiempo, para mí lo es todo! ¡En tanto viva, lucharé por el futuro, por ese radiante futuro en el que el hombre, fuerte y bello, será el dueño de la cambiante corriente de su historia, a la que dirigirá hacia los horizontes infinitos de la belleza, la alegría y la felicidad!
El siglo XIX ha satisfecho en muchos aspectos las esperanzas del optimista: Pero también lo ha decepcionado en otros tantos, aun más numerosos… Lo ha obligado a transferir la mayoría de sus esperanzas al siglo veinte. Siempre que el optimista se veía confrontado por un hecho atroz, exclamaba: ¡como es posible que esto pueda suceder en los umbrales del siglo veinte! Cuando proyectaba bellos paisajes del futuro armonioso, los ponía en el siglo veinte.
¡Y ahora ese siglo ha llegado! ¿Que ha traído consigo en sus inicios?
En Francia, la espuma venenosa del odio racial; en Austria el antagonismo nacionalista…; en África del Sur, la agonía de un pueblo débil, asesinado por un coloso; en la misma isla “libre”, himnos triunfantes a la voracidad victoriosa de los traficantes del odio al extranjero; dramáticas “complicaciones” en el Oriente; rebeliones de las masas populares hambrientas en Italia, Bulgaria, Rumania… Odio y asesinatos, hambre y sangre…
Parece como si el nuevo siglo, ese gigantesco recién llegado, estuviera destinado desde el mismo momento de su surgimiento a llevar al optimista al pesimismo absoluto y al nirvana cívico…
-¡Muera la utopía! ¡Muera la fe! ¡Muera el amor! ¡Muera la esperanza!, truena el siglo veinte con salvas incendiarias y con el golpeteo de las ametralladoras.
-Ríndete, patético soñador. Aquí estoy yo, tu largamente esperado siglo veinte, tu “futuro”.
-No, responde el optimista invencible: Tú, tú eres solo el presente.
Leon Trotsky, Siberia 1901.
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TESTAMENTO POLÍTICO DE LEON TROTSKY:
Mi alta presión arterial (en ascenso todavía) está engañando a los que están cerca de mí sobre mi condición real. Estoy activo y soy capaz de trabajar, pero el final está evidentemente cerca. Estas líneas serán hechas públicas después de mi muerte.
No tengo necesidad de refutar aquí una vez más la estúpida y vil calumnia de Stalin y sus agentes: No hay una sola mancha en mi honor revolucionario. Nunca he entrado, ni directa ni indirectamente en ningún acuerdo o incluso negociación tras de bambalinas con los enemigos de la clase obrera. Miles de oponentes de Stalin han sido víctimas de falsas acusaciones similares; las nuevas generaciones revolucionarias rehabilitarán su honor político y tratarán a los verdugos del Kremlin como se merecen.
Doy ardientemente las gracias a los amigos que a través de las horas más difíciles de mi vida han permanecido leales. No menciono en particular a ninguno porque no podría mencionarlos a todos.
Sin embargo, me considero justificado a hacer una excepción en el caso de mi compañera, Natalia Ivanova Sedova. Además de la felicidad de ser un luchador de las causa del socialismo, el destino me dio la felicidad de ser su esposo.
Durante los casi cuarenta años de nuestra vida en común siempre fue una fuente inagotable de amor, magnanimidad y ternura. Pasó grandes sufrimientos, especialmente en el último período de nuestras vidas. Pero encuentro algo de alivio en el hecho de que también conoció días de felicidad.
Durante los cuarenta y tres años de mi vida consciente he sido un revolucionario; durante cuarenta y dos de ellos he luchado bajo la bandera del marxismo. Si tuviera que empezar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar este o aquel error, pero el curso principal de mi vida seguiría siendo el mismo. Moriré como un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y consecuentemente un ateo irreconciliable. De hecho mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es menos ardiente, es más firme hoy, de lo que era en los días de mi juventud.
Natalia acaba de aproximarse a la ventana del jardín y la ha abierto más para que el aire pueda entrar con mayor libertad en mi cuarto. Puedo ver el brillante verdor del césped del prado bajo el muro y el claro azul del cielo arriba de él y, llenándolo todo, la luz del sol. LA VIDA ES HERMOSA. ¡QUE LAS GENERACIONES FUTURAS LA LIMPIEN DE TODO MAL, OPRESIÓN Y VIOLENCIA Y LA DISFRUTEN AL MÁXIMO!
LEÓN TROTSKY,
Coyoacán, México, Distrito Federal, 27 de febrero de 1940
Regeneración, 20 de agosto del 2015. Hoy se cumplen 75 años de que un asesino a sueldo, enviado a México por José Stalin, atentara contra la vida de León Trotsky mediante un cobarde golpe de piolet asestado en su cabeza. Trotsky no sobrevivió al atentado y falleció menos de 24 horas después, el 21 de agosto de 1940.
70 años después, Trotsky, el revolucionario más calumniado y perseguido del siglo XX y de muchas épocas de la historia, continua vivo y sus enseñanzas siguen siendo vigentes. Sobre todo, será vigente siempre su estatura moral a toda prueba. Su incorruptibilidad, su pasión por la verdad y su convicción revolucionaria, mientras que sus asesinos –Stalin en primer lugar-, nadan entre la basura y la podredumbre que les corresponde a los traidores de toda laya.
Me permito volver a homenajear a este gran revolucionario que ha sido un ejemplo a seguir en mi vida y la de muchas personas honestas y nobles, reproduciendo dos de sus escritos más brillantes, uno, escrito en Siberia en 1901, cuando era un joven de 21 años cuyo genio apenas rompía el cascaron, y otro, su testamento, escrito unos meses antes de su asesinato, en 1940. Sorprende la consistencia de ambos textos, su continuidad, su profundidad y su magistral prosa. Ojalá y todos los destinatarios de esta nota, especialmente los jóvenes, sepan apreciar la profundidad de estas palabras. Sé que muchos sí lo harán.
JULIO MUÑOZ RUBIO.