La política de Tsipras se vio siempre bajo el asedio del sistema económico de la Unión Europea, de los bancos y de los acreedores de la deuda de Grecia. Ni aunque hubiera tenido toda la voluntad, el joven Primer Ministro hubiera logrado salir adelante con su ideal de política pública
Por Miguel Alejandro Rivera/Homozapping*
En enero del 2015, el partido de izquierda radical Syriza, de la mano de Alexis Tsipras, llegó al poder en Grecia, con un importante 36,3% de votos y con la obtención de 149 escaños, cifra que lo acercaba a la mayoría legislativa.
Con una participación del 63%, los griegos salieron a las urnas y votaron por el mensaje de esperanza que representaba la figura de Tsipras, un político joven que prometió terminar con la austeridad en su país, y recuperar la dignidad de un pueblo que ha padecido las condiciones económicas de la eurozona y las decisiones de sus anteriores administraciones.
Durante su corto mandato, el joven gobernante helénico batalló contra los acreedores de la deuda griega, contra los órganos económicos internacionales, contra las potencias mundiales, en especial Alemania, y a últimas fechas, se vio en conflicto con parte de su propio partido. Tsipras tuvo una administración que comenzó cuesta arriba.
El triunfo de un partido de izquierda radical en Grecia fue histórico. La victoria de un partido político fundado apenas en 2004, indicó en su momento el nivel de desesperación y hartazgo de un pueblo al cual el capitalismo le jugó muy malas pasadas. El alzamiento democrático de una agrupación abiertamente comunista, maoísta y hasta marxista-leninista, fue paradigmático en pleno siglo XXI.
Tsipras contó con el apoyo de su pueblo. Los griegos votaron “no” cuando el mandatario les pidió hacerlo. La sociedad en Grecia apostó por respaldar a su líder incluso frente a las potencias mundiales, sin embargo, Alexis Tsipras, decidió claudicar.
La semana pasada, el antes Primer Ministro de Grecia dimitió de su puesto, con lo que el sueño de las izquierdas se derrumba, por lo menos en el país helénico.
Sin embargo, se siente la pesadumbre de pensar en que ni el apoyo de toda una sociedad puede mantener al gobierno que quiere en el poder.
La política de Tsipras se vio siempre bajo el asedio del sistema económico de la Unión Europea, de los bancos y de los acreedores de la deuda de Grecia. Ni aunque hubiera tenido toda la voluntad, el joven Primer Ministro hubiera logrado salir adelante con su ideal de política pública.
No es Tsipras quien rompe las ilusiones de los románticos anticapitalistas o contrarios al neoliberalismo; quien trunca las ilusiones es el propio sistema que no permite la autodeterminación política de los pueblos para decidir sobre su gobierno y las necesidades ideológicas que estos requieran para sí mismos.
La globalización ha abierto tanto los mercados, que ya ninguna nación puede ser independiente de las demás, por lo que los intereses de un pueblo se entrelazan con los de otros países.
Existen izquierdas, movimientos en todo el mundo que en varios países prometen un cambio: Podemos en España e incluso el Movimiento de Regeneración Nacional en nuestro país. No estamos a favor o en contra de éstos, simplemente son partidos que, como Syriza en Grecia, ofrecen un cambio ideológico y social a sus pueblos, los cuales, a últimas fechas han enfrentado cada uno su propia crisis, ya sea económica, política, de seguridad, social, moral, etc.
El problema es que la renuncia de Alexis Tsipras deja un claro mensaje: si el mundo no quiere que las izquierdas radicales, socialistas, moderadas o de cualquier nivel, triunfen, jamás lo harán.
Fuente: Homozapping.com.mx