Por Andrés Manuel López Obrador
¿Cómo encontrar la salida ante esta crisis? En mi opinión, solo hay dos posibilidades: cambio de política, sin cambio de presidente, o cambio de política y de presidente.
En el primer caso, tendría que hacerse una rectificación profunda, significa, entre otras cosas, derogar las reformas estructurales o someterlas a consulta ciudadana y volver a empezar pero con otra política en materia de justicia, economía, hacienda y administración pública.
Lo urgente es desplegar, en serio, todos los esfuerzos del Estado para hacer justicia en el caso de Guerrero. Buscar y encontrar con vida a los 43 normalistas de Ayotzinapa; impedir la impunidad y castigar a los autores materiales, intelectuales y a las autoridades responsables. Para ello debe crearse de inmediato una comisión de la verdad con ciudadanos realmente independientes y de inobjetable honestidad.
Es necesario dejar sin efecto las llamadas reformas fiscal, laboral y educativa, y que el Ejecutivo no interfiera en la decisión que tome la Suprema Corte de Justicia para que sea el pueblo de México el que decida sobre la llamada Reforma Energética.
Con urgencia deben suspenderse los aumentos en los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la luz, y acudir en apoyo a los productores del campo, fijando precios de garantía para sus productos.
Debe aplicarse el Plan de Austeridad que le propusimos, hace un año, a Enrique Peña Nieto, en el cual se contemplaba ahorrar 385 mil millones de pesos para no aumentar los impuestos y endeudar al país; esto implica eliminar los privilegios de la alta burocracia, empezando por cancelar la compra del avión presidencial y los gastos adicionales que en total suman 10 mil millones de pesos.
Es imprescindible suprimir los contratos de obras para construir autopistas, segundos pisos, los trenes y el aeropuerto, con erogaciones de alrededor de 300 mil millones de pesos del presupuesto público, claramente destinadas a beneficiar a contratistas, socios y amigos de Enrique Peña Nieto.
Es irracional construir el nuevo aeropuerto y cerrar el actual con un gasto de 160 mil millones de pesos. Si entre las prioridades nacionales debe hacerse un nuevo aeropuerto, por qué no se construye en Tizayuca y se mantiene el actual, como se planifica y sucede en las grandes ciudades del mundo.
La otra opción que no debe descartarse, porque en estricto apego a la realidad, es la que más conviene al pueblo y a la nación, es que Enrique Peña Nieto renuncie, antes del 1º de diciembre, se convoque a elecciones anticipadas, para que el pueblo, por la vía pacífica y democrática, como lo establece la Constitución, renueve al gobierno, se enfrente la crisis y se logre el renacimiento de México.
Esta opción la plantee el 5 de junio, antes de los fusilamientos de Tlatlaya y de los dolorosos hechos de Iguala, y la reiteré el 25 de agosto, cuando sostuve que Peña debería renunciar a la presidencia antes del 1º de diciembre, porque, por su ignorancia o mala fe, estaba dañando al país.
Textualmente escribí en mi feis: “los hechos demuestran que la economía permanece estancada, agobia el desempleo, prevalece la violencia y el gobierno se ha corrompido por completo. Lo peor de todo es que con las reformas impuestas en materia fiscal y energética, se corre el riesgo de una mayor degradación de la vida pública en su conjunto y de un estallido social”.
Es decir, si ya sabemos que nada bueno puede esperarse con la permanencia de Peña en la presidencia, por qué aguantar hasta el 2018. Sería mejor para evitar más sufrimientos, que el año próximo, el 7 de junio, cuando habrá elecciones en todo el país, se aproveche para elegir a un nuevo presidente.
Esta propuesta fue lo que puso nerviosos a los de la mafia en el poder. Se me lanzaron César Camacho, Beltrones, Gamboa y anoche, Emilio Azcárraga, dueño de Televisa.