AMLO ya tiene ganada la posición de uno de los líderes sociales más naturales y duraderos que el México moderno haya tenido. Logra transmitir de manera sincera, ser heredero de algunos de los protagonistas de la historia mexicana, como Benito Juárez y Lázaro Cárdenas.
Regeneración, 27 febrero 2018.- Andrés Manuel López Obrador, también conocido en México como AMLO por sus iniciales, hizo un primer intento por llegar a la presidencia de la República en el año 2006, y después de este primer fracaso, visitó cada uno de los 2.448 municipios de México por lo menos una vez. Tras una nueva derrota en el año 2012 vendría una nueva gira, también por todos los municipios. Su tercer intento llega este 2018, ya con 65 años cumplidos, así inicia un texto de la revista internacional ‘Vice’, dedicado a la trayectoria del tabasqueño.
Y es que si Andrés Manuel tiene un rasgo fundamental es la inquebrantable confianza en su causa, y en la idea que él la personifica. Nadie más lo podría representar en sus visitas a los pueblos, y pocos tendrían tanta fe en su propia habilidad para persuadir a otros de unirse a su movimiento, sean ‘espías’ policiales o miembros de lo que más adelante llamaría “la mafia del poder”.
Esto es, quizá, la clave para entender porqué, pase lo que pase el 1 de julio, día de la elección, AMLO ya tiene ganada la posición de uno de los líderes sociales más naturales y duraderos que el México moderno haya tenido.
El hijo más famoso del pueblito ribereño de Tepetitán, en el municipio de Macuspana, ha llegado a pronunciar buenos discursos. Sus ironías y el frecuente uso de dichos populares tienen encanto teatral, pero tampoco ha mostrado dotes de showman político de gran escala.
Pero lo que sí logra transmitir de manera sincera, sin la necesidad de dramaturgia, es que se considera el heredero de algunos de los protagonistas de la historia mexicana, como Benito Juárez y Lázaro Cárdenas.
Armando Padilla Herrera no vio nada especial en López Obrador cuando iban juntos a la secundaria en Villahermosa capital de Tabasco, y cuenta que su afilado olfato estratégico y sus ambiciones históricas empezaron a mostrarse, más bien, hasta sus días de estudiante en los años 70s. En este entonces, añade el hoy profesor universitario, tenía mucha simpatía por la Revolución Cubana, pero rechazaba la viabilidad de la lucha armada en México. Su héroe era el presidente chileno Salvador Allende. Su sueño, llevar el socialismo a su propio país por la vía electoral.
“Si hay algo que define a Andrés Manuel es el sentido de trascendencia que tiene que ver con un cambio de estructura en el país”, dice Padilla. “De esto está convencido, y se ve”.
El cineasta Lorenzo Hagerman cuenta cómo López Obrador aceptó darle un acceso extraordinario para filmarlo durante el proceso de su desafuero en 2004, cuando era jefe de gobierno de la Ciudad de México, y el presidente Vicente Fox quería bloquear su primera candidatura a la presidencia intentando llevarle a juicio por una presunta irregularidad en la construcción de una calle. “Siendo amante de la historia, lo que más le gusta leer es la historia, sabía que lo que hiciéramos iba a dejar un registro histórico”, recuerda Hagerman. “Él tenía esta consciencia”.
La película que resultó de ese acercamiento titulada 0.56% ¿Qué le Pasó a México?, muestra a un López Obrador sereno y confiado durante el desafuero, mientras que algunos de sus colaboradores parecen muertos del susto.
Más tarde, durante la campaña del 2006, en una escena filmada desde dentro de su coche, la cámara capta cómo sus seguidores le gritan “no nos falles” con agresiva pasión. El cineasta también lo filma después de las elecciones que llevaron a Felipe Calderón a la presidencia, reconociendo que si estuviera en “el palacio” tendría que “moderarse” y “limitarse” más.
López Obrador tenía razón en confiar en su capacidad de recuperación y su visión de largo plazo. Durante los siguientes cinco años logró reposicionarse a través de la construcción del Movimiento Regeneración Nacional, Morena, que le debía lealtad sólo a él y le dio la capacidad de imponerse a su rivales y asegurar que el PRD le diera su segunda candidatura presidencial en el año 2012.
Enrique Peña Nieto, del PRI, llegó a la campaña electoral con enorme ventaja, con los grandes medios de su lado, y con un presupuesto aparentemente inagotable para promocionarse entre los votantes, pero López Obrador emergió durante la contienda como un competidor real que iba acortando la distancia. A pesar de que la mayoría de las encuestas lo situaban muy atrás hasta el final de la campaña, terminó perdiendo por sólo 6,6 puntos porcentuales. Aun así, no se desanimó.
Su siguiente paso fue transformar a Morena en un partido político capaz de dejar atrás al PRD y llevarlo a las puertas de la campaña de 2018 como el candidato a vencer.
Un veterano político de izquierda que le conoce bien, recuerda que nadie de su entorno imaginaba que López Obrador podía perder en el 2006. Sentían que les tocaba llegar al poder, como generación, y cuenta que hasta la inteligencia militar les mostraba encuestas donde iba diez puntos arriba. Pero también admite que, con o sin fraude, AMLO cometió errores que ayudaron a Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN) a cerrar la brecha.
Cuando llegó la ‘guerra sucia’ que lo tachaba de “peligro para México,” no escuchó a los que le urgían a responder con más fuerza.
“Fue sobreconfianza y soberbia,” dice el político. “El quería llegar sin compromisos con nadie. Esto fue su cálculo y su error”.
También hubo errores obvios en 2012, según Luis Costa Bonino, un consultor político uruguayo que trabajó en su segunda campaña, hasta que fue despedido en mayo de ese año. Uno de ellos, dice, fue la negativa de López Obrador de prepararse para los debates.
“Él antes que nada quiere ser auténtico y desconfía enormemente de cualquier ayuda técnica o profesional” dice Costa Bonino.
Lo positivo y lo negativo de un liderazgo tan enfocado en su persona también está presente en la actual campaña, empezando por su promesa de eliminar la corrupción.
Su oferta cobra legitimidad gracias a que vive de manera sencilla y a que ya casi nadie intenta acusarlo de enriquecimiento oculto. No hay ‘Casas Blancas’ una lujosa casa construida para la familia de Peña Nieto por un contratista de su gobierno, ni departamentos en Miami, ni Rolex en su muñeca.
“A él no le interesa el dinero. Esto lo puedo jurar, firmar, y poner mi vida de por medio”, dice Polimnia Romana. Ella acompañó a López Obrador desde que fue contratada como su asistente personal cuando era jefe de gobierno en febrero de 2003. Lo dejó en diciembre 2011.
Romana asegura que su empatía con la población, cuando se acercaba a contarle sus sufrimientos, era sincera. En varias ocasiones lo vio llorar, especialmente cuando se trataba de gente mayor, por quienes siente un afecto especial, según coinciden varias fuentes.
Claudia Sheinbaum es la actual candidata de Morena a la jefatura de la Ciudad de México y también estuvo en el gabinete de López Obrador, cuando fue el Jefe de Gobierno del Distrito Federal (2000 a 2005). Ella insiste en que él no es tan egocéntrico como parece.
En una entrevista, aseguró que López Obrador recortó dramáticamente la corrupción en la capital del país con métodos institucionales. También insiste que el centralismo de su liderazgo y la fuerza de su ejemplo no lo hacen ni populista, ni antidemocrático. Resalta que ha sido siempre firme en su compromiso con la no violencia, y lo compara con lo que llama “los grandes pacifistas” como Nelson Mandela.
Hay críticos que ven a López Obrador como el creador de un especie de culto a su alrededor, una posición ejemplificada por Enrique Krauze en un ensayo publicado en 2006, titulado Mesías Tropical.
Mesías o no, López Obrador juega con una colección ecléctica de simbolismos religiosos que parecen tomar un papel cada vez más importante en su vida, lo que a veces causa malestar entre sus propios colaboradores. Siempre ha sido discreto, o por lo menos ambiguo, sobre su propia filiación religiosa.
Cuando era jefe de gobierno y acompañaba a misa a su primera esposa Rocío Beltrán —quien falleció en 2003 y a sus tres hijos, se solía sentar en las filas de atrás de la iglesia ubicada en Copilco, cerca de su departamento de entonces. Según el Padre Miguel Concha, sigue participando en una misa cada año para recordar a su mujer. El sacerdote dice que segunda esposa, Beatriz Gutiérrez, y el hijo de ambos, también van a su iglesia en ocasiones.
Al mismo tiempo, López Obrador no ha frenado las versiones de que se ha vuelto protestante. Incluso se ha proclamado “admirador de Jesús Cristo” y comentado que por eso llamó a su hijo más pequeño Jesús Ernesto (además de por el Che Guevara). A pregunta expresa se ha dicho “Cristiano, en el más amplio sentido de la palabra”.
En la campaña de 2012 prometió La República de Amor y ya lleva tiempo hablando del “amor al prójimo.” Este 2018 ha dicho que aprovechar la “grandeza espiritual” del pueblo mexicano es una parte importante de su estrategia de seguridad.
López Obrador siempre ha buscado buenas relaciones con figuras religiosas de todo tipo. Actualmente está cerca del Padre Alejandro Solalinde, el activista de migrantes vinculado con la Teología de la Liberación.
Dada la cantidad de situaciones complejas y conflictivas que López Obrador ha manejado durante su larga trayectoria política, llama la atención que todos los entrevistados lo describan como una persona relajada.
Gerónimo, su chófer en aquéllas giras por Tabasco, habla de lo “cariñoso y juguetón” que era con sus hijos mayores, a quienes llevaba a la lucha libre en Villahermosa, y bromeaba apoyando a los ‘rudos’ para molestarlos.
Sheinbaum resalta que aún en tiempos de tensión política, cuando era jefe de gobierno, se tomaba el tiempo para checar lo que iban a comer sus hijos tras la muerte de su madre. Romana dice que adora a su hijo más pequeño.
En ámbitos más públicos, siempre parece abierto a los abrazos y palmadas de sus seguidores; y sus colaboradores confirman que tampoco impone protocolos de distancia.
Lo que no le gusta a Andrés Manuel es halagar al personal. Sheinbaum entiende que él parte de la idea de que todos deberían trabajar tan duro como él. Su antiguo procurador en la Ciudad de México, actualmente propuesto para fiscal general Bernardo Bátiz, recuerda con orgullo las dos únicas veces que le felicitó en seis años. “Aunque yo siempre hacía las cosas bien”, se ríe.
Pero también es difícil encontrar anécdotas de algún regaño público, y mucho menos gritos o manotazos. Es más habitual que si pierde la confianza en alguien, o tiene una diferencia política importante, le aparte por completo.
Si bien es cierto que López Obrador ha cometido muchos errores a lo largo de años, a menos de cinco meses de las elecciones, todo indica que esta vez se está dejando el alma para convertir a esta ‘tercera, en la vencida’, e incluso ha cambiado algunos viejos hábitos.
Se le ve más arreglado que en las otras dos campañas, más dedicado a mostrarse de buen humor, más interesado en buscar el voto joven, y hasta a gusto con los redes sociales. Un video en la cual responde a acusaciones sobre una supuesta intervención rusa en su campaña, y en el que bromea con cambiar su nombre a ‘Andresmanuelovich’ y esperar un barco lleno de oro de aquel país, fueron todo un hit.
“Andrés Manuel ha tenido un proceso de maduración en estos años, sin lugar a dudas,” dice el senador Alejandro Encinas, quien lleva décadas trabajando con él. “Pero su personalidad sigue siendo fundamentalmente la misma”.
Con información de Vice