Durante años, la ciencia y la industria han vendido las bondades de los antioxidantes contra diversas cardiopatías, enfermedades neurodegenerativas, el cáncer y hasta el propio envejecimiento.
Sin embargo, también tienen su lado oscuro. Un investigación demuestra ahora que aceleran el desarrollo del cáncer de pulmón en grupos de riesgo, como los fumadores. Aunque los experimentos se han desarrollado con ratones, estos resultados exigen reevaluar nuestra relación con ellos.
Antioxidantes hay muchos. Las vitaminas, las isoflavonas, carotenos o compuestos químicos como la acetilcisteína. Y se llaman así porque frenan la oxidación (pérdida de electrones) de las moléculas. En el cuerpo humano son vitales. En su funcionamiento diario, las células producen oxígeno reactivo y otros radicales (antes llamados libres). Su reactividad es tal que destruyen hasta el ADN de la célula, creando las condiciones para el desarrollo de un cáncer. Por fortuna, los antioxidantes que crea el organismo y los que van en la dieta ayudan a mantener a los radicales a raya.
Esta contención ha llevado a la creencia popular, animada por algunos estudios y las farmacéuticas (complejos vitamínicos y productos cosméticos) de que los antioxidantes son poco menos que milagrosos, en particular contra el cáncer. Buena parte de la confusión alrededor de los suplementos de antioxidantes es que éstos pueden ser beneficiosos para prevenir el cáncer pero en personas sanas. Sin embargo, pueden acelerar su progresión en aquellos que lo tienen en un una fase muy incipiente o que, como los fumadores, podrían estar sufriendo ya cambios pre cancerosos en sus pulmones.
Eso es al menos lo que han comprobado científicos de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, con una serie de experimentos con ratones portadores de dos tipos de reconocidos genes causantes de cáncer de pulmón, el más habitual entre los humanos. En el primero de ellos, les administraron N-acelcisteína, un antioxidante químico habitual de los jarabes contra la tos por sus propiedades mucolíticas.
Una vez activado el gen tumoral, los sacrificaron a las 10 semanas. El análisis de sus tejidos pulmonares mostró que el grado de desarrollo y extensión del cáncer era hasta 2,8 veces superior al de los ratones a los que no administraron el antioxidante. Repitieron el experimento con otros ratones con el mismo gen mutante pero esta vez administrándoles vitamina E, un poderoso antioxidante natural. Los resultados fueron similares.
En sucesivas pruebas, repitieron con roedores portadores de un gen diferente pero también oncogenético. En conjunto, sus tumores pulmonares eran más avanzados y agresivos. La supervivencia media de los ratones tratados con antioxidantes se redujo en un 60%. Además, morían el doble de rápido.
“Si tienes un cáncer de pulmón o si presentas un mayor riesgo de tenerlo, por ejemplo si eres fumador o si sufres alguna afección pulmonar como la obstrucción pulmonar crónica, ambos pueden ya portar un pequeño tumor de pulmón aún no diagnosticado. También puede darse el caso de que tengas un cáncer de pulmón durante largo tiempo sin saberlo”, recuerda el investigador Martin Bergo, coautor del estudio recién publicado en Science Translational Medicine. “Si perteneces a este grupo de pacientes, tomar una cantidad extra de antioxidantes podría ser perjudicial y acelerar el avance de ese tumor”, añade.
Lo que no estaba claro es como los antioxidantes pueden ser beneficiosos y dañinos a la vez. Para averiguarlo los investigadores eligieron dos bien diferentes entre sí. Mientras la vitamina E es un antioxidante soluble en grasas que regula la actividad enzimática y se usa como suplemento en la dieta, la N-acelcisteína que tomamos como mucolítico es hidrosoluble e interviene en el metabolismo del glutatión, un antioxidante que genera el organismo. Es decir, salvo sus capacidades antioxidantes, poco tienen en común.
ALTERAN NUESTRO MECANISMO DE DEFENSA
Por eso, los autores del estudio analizaron cómo se comportan en las células y parece que han dado con la clave. Para evitar la acción de los radicales, la célula cuenta con su propio mecanismo de defensa. De él se encarga la proteína p53. Cuando detecta daño en el ADN de una célula que puede llevar a su descontrol, interviene impidiendo su multiplicación, frenando la división celular. En ese sentido, hace lo mismo que los antioxidantes.
“Pero, hemos visto que cuando los antioxidantes extra rebajan el nivel de daño del ADN, la proteína p53 deja de activarse”, comenta Per Lindahl, coautor del estudio. “En otras palabras, al reducir los niveles de daño en el ADN, estos antioxidantes de más permiten que las células cancerígenas escapen de su propio mecanismo de defensa”, añade. Es como si esta vitamina o el mucolítico alteraran el equilibrio inestable de nuestro propio sistema de protección contra la proliferación celular.
Los investigadores insisten en que sus resultados se han obtenido en ratones, no en humanos. También, que no han analizado toda la familia de antioxidantes. Sin embargo, en un último experimento con células humanas cancerígenas cultivadas in vitro, comprobaron que tanto la vitamina E como la acetilcisteína aceleraban e intensificaban el cáncer. Por último, recuerdan que ellos no descartan que los antioxidantes sigan siendo beneficiosos para los que no tienen un cáncer de pulmón o tengan el riesgo de padecerlo. Pero creen que ha llegado el momento de cuestionar nuestra relación con los antioxidantes.
Información: huffingtonpost