Por Saulo Dávila/Homozapping*
El anuncio que hizo hace unos días el presidente chino Xi Jinping durante su visita a los países de Asia Central, sobre la inversión de 45 millones de euros en el Corredor Económico China-Pakistán, refuerza la idea de que la segunda economía del mundo ha decidido categóricamente extender su influencia en Asia Central, una zona que considera clave debido a la presencia de grupos radicales uigur al occidente (minoría étnica de la provincia y que a ojos de Pekín mantienen lazos con movimientos islámicos radicales) y a las importantes importaciones de gas natural y petróleo desde estos países.
Hasta hace no mucho tiempo, Estados Unidos y Rusia dominaban el escenario geopolítico de Asia Central; siempre enfrentados y siempre antagónicos, ambos trataron de fortalecer su presencia durante y después de la Guerra Fría. En ese sentido, mientras el interés estadounidense en la región es más reciente, para los rusos lo fue desde comienzos del siglo XVIII cuando comenzaron a atraer a esos países dentro de su órbita, hasta que a principios del siglo anterior lograron hacer parte de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas a Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán y Tayikistán, lo que explica su todavía notable influencia sobre esos países.
Mientras tanto, para los estadounidenses el interés en la zona adquirió importancia durante la Guerra Fría cuando desde la URSS intentaron extender su zona de influencia más allá de las fronteras de los cinco –stán; posteriormente a partir de la caída de la Cortina de Hierro que les abrió un gran abanico de oportunidades en esos países y, finalmente, después de los atentados del 9/11, gracias a los cuales les fue posible establecer definitivamente su presencia militar.
Aunque es la zona de influencia por naturaleza de indios y chinos, durante esa época era más importante lidiar con el imperialismo británico y los estragos que éste iba dejando a cada paso que daba, lo que les impedía fortalecer su influencia en centro Asia. Fue hasta que ambas naciones dejaron atrás su pasado ligado a Londres, que pudieron concentrarse de nueva cuenta en retomar su influencia en la zona.
Rica en gas natural y petróleo (50,000 millones de barriles); minerales como el cromo, manganeso, uranio –del cual Kazajastán es el mayor productor del mundo, Asia Central además se encuentra enclavada en la antigua Ruta de la Seda por medio de la cual se comunicaba directamente el resto de Asia continental, Europa y África, así como con el Imperio Persa. Las intenciones de Pekín por controlar los recursos naturales y las vías de comunicación son claras, y así se inscribe el recién acuerdo firmado con Pakistán para la creación de una Nueva Ruta de la Seda que incluye una red de carreteras, ferrocarril y proyectos energéticos que conectarán Xinjiang en el occidente chino y el puerto paquistaní de Gwadar.
Con Washington y Moscú ocupados en combatir la presencia de ISIS en cada uno de sus frentes, así como enfrascados en el relegado escenario ucraniano, China aprovecha para afianzar su presencia por medio de inversiones en los países centroasiáticos, mientras los movimientos de la India permanecen en su mayoría secundarios. En declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, “Asia Central se ha convertido en un socio estratégico de China en cooperación económica, comercial y estratégica”.
Así, al nuevo escenario chino tras la visita, que ya incluía el gasoducto más largo del mundo con Turkmenistán inaugurado en 2009, se adhieren o se amplían acuerdos para explotar recursos naturales estratégicos en Uzbekistán (petróleo, gas y uranio), de aumento gradual de importación de gas natural con Turkmenistán (65.000 metros cúbicos para 2020), 30.000 millones de dólares en 22 acuerdos con Kazajistán, así como 3.000 millones de dólares en créditos para proyectos energéticos (en su mayoría de infraestructura) en Kirguistán, además de la Nueva Ruta de la Seda con Pakistán, su principal socio en la región.
Fuente: Homozapping Foto: http://www.esglobal.org/