29 de septiembre de 2014.-Después de los masivos ataques aéreos dentro de Siria, el Pentágono dejó en claro que las operaciones eran solo el comienzo de una prolongada guerra. El teniente general
William Mayville, director de operaciones del Estado Mayor Conjunto de EE.UU. dijo a los medios que los ataques constituyen “el comienzo de una campaña creíble, sostenible y persistente” contra milicias de Estado Islámico (EI-ISIS). Al ser preguntado sobre la duración de la campaña dijo: “Pienso que será cosa de años”.
El alcance y la dimensión de los ataques aéreos subrayan el hecho de que Siria, más que Iraq, ha sido todo el tiempo el objetivo primordial. Un alto funcionario militar estadounidense dijo al New York Times que EE.UU. y sus aliados “lanzaron tantas bombas en una noche como EE.UU. había arrojado en todas sus operaciones previas contra Estado Islámico en Iraq”. Los misiles crucero y bombas que cayeron en Siria no iban dirigidos simplemente contra EI, sino también contra asociados de al Qaida –Jabhat al-Nusra, y la organización “terrorista” de la que no se había hablado hasta ahora, Jorasán.
Mientras Mayville negó todo conocimiento de víctimas civiles, los primeros informes desde el interior de Siria hablan de considerable muerte y destrucción. Los Angeles Times citó un video de la provincia noroccidental de Idlib que muestra a residentes escarbando en los escombros de casas bombardeadas con la voz en off de un activista antigubernamental, describiendo “la destrucción masiva de casas civiles [como] resultado de ataques de la alianza occidental”. El artículo explica que uno de cinco misiles estadounidenses en el área había alcanzado un vecindario residencial en la aldea de Kafar Daryan, matando hasta dos docenas de civiles, incluyendo a niños.
El ataque de ayer consistió de tres olas de asaltos. El primero fue una andanada de misiles crucero dirigidos contra objetivos alrededor de la mayor ciudad de Siria, Alepo. La segunda incluyó cazabombarderos y drones estadounidenses, junto a aviones de guerra de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Jordania, atacando barracones y vehículos de EI en el norte de Siria. La tercera, que también incluyó países árabes, atacó posiciones de EI en Siria oriental.
El hecho de que el primer conjunto de misiles no haya sido dirigido contra EI, sino contra objetivos de Jorasán cerca de Alepo, es particularmente significativo. Justificando los ataques, funcionarios estadounidenses afirmaron que el pequeño, poco conocido grupo de “avezados veteranos de al Qaida” se encontraba en “etapas avanzadas de algún tipo de ataque terrorista contra un objetivo europeo o basado en EE.UU.”
El portavoz del Pentágono contraalmirante John Kirby no suministró ninguna evidencia de que un ataque terrorista haya sido inminente. Funcionarios anónimos de contrainteligencia suministraron a los medios escabrosos detalles sobre los experimentos del grupo con “bombas indetectables de próxima generación” para ser llevadas clandestinamente en vuelos internacionales, incluyendo artefactos explosivos dentro de tubos de dentífricos y vestimenta bañada en explosivos líquidos.
Esta nueva amenaza terrorista sirve para intensificar el clima de miedo y sospechas cultivado por los medios y el establishment político en EE.UU. y sus aliados como un medio de atenuar la oposición a una nueva guerra dirigida por EE.UU. en Medio Oriente. Establece la base para más medidas del Estado policial y la supresión del disenso.
Al mismo tiempo, el gobierno de Obama aprovechó la “inminente amenaza” para EE.UU. a fin de reforzar sus trilladas justificaciones para una guerra de agresión en flagrante violación del derecho internacional. En una carta al Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, la embajadora de EE.UU. ante la ONU, Samantha Power, agregó la “amenaza terrorista” de Jorasán a la absurda afirmación de que los ataques contra Siria eran legítimos porque fueron emprendidos a pedido del régimen títere de EE.UU. en Bagdad.
Los ataques alrededor de Alepo parecen estar fuera de toda proporción respecto a cualquier peligro planteado por Jorasán, que, según funcionarios de EE.UU. hablando con ABC News, consistía de “unos 50 combatientes curtidos”. La mayoría de los 47 misiles crucero Tomahawk lanzados desde naves de la Armada de EE.UU. en el Mar Rojo y el Golfo Pérsico iban dirigidos a objetivos alrededor de Alepo.
El verdadero propósito de este ataque fue revelado en un artículo en The Wall Street Journal que señaló que los ataques fueron coordinados por adelantado con milicias del Ejército Libre Sirio (ELS) en Alepo. El portavoz de la oposición siria Oubai Shahbandar declaró al periódico que la CIA entregó recientemente al ELS nuevos suministros militares, “incluyendo armas antitanque buscadoras de calor hechas en EE.UU. conocidas como TOW, y armas así como equipamiento de comunicación”.
The Wall Street Journal afirmó que los ataques estadounidenses no iban dirigidos contra posiciones del ejército sirio, sino más bien fueron destinados a reforzar el ELS contra sus diversos rivales islamistas, incluyendo a EI. Sin embargo, la intervención de aviones de guerra de EE.UU. en esta área fuertemente disputada representa la participación directa de Washington en la prolongada guerra civil en Siria. El objetivo primordial de EE.UU. no es EI, sino el régimen del Presidente sirio Bashar al-Assad. Cualquier amenaza o incidente, real o fabricado, que involucre a los militares sirios puede ser convertido por Washington en un pretexto para la postergada guerra aérea contra el régimen que fue planificada el año pasado y cancelada en el último minuto.
Frente a la amenaza de guerra, el gobierno sirio intenta maniobrar ofreciendo su colaboración a EE.UU. en sus ataques contra EI – una oferta que Washington ha rechazado rotundamente. En lugar de condenar como ilegal el devastador ataque aéreo de ayer contra territorio sirio, el régimen alardeó de que había recibido noticia anticipada de los ataques. Como el consejero adjunto de seguridad nacional de EE.UU., Benjamin Rhodes, dijo a los medios, la única notificación de EE.UU. fue una advertencia amenazadora “de no plantear una amenaza a nuestros aviones”.
Los principales patrocinadores del régimen de Assad –Irán y Rusia– emitieron cuidadosas y condicionales críticas de los ataques aéreos de EE.UU. En comentarios para NBC News, el presidente iraní Hassan Rohaní se quejó de que los ataques fueron lanzados sin autorización de la ONU o el permiso del gobierno de Assad, pero no los condenó directamente. El ministro de exteriores ruso hizo comentarios semejantes. Ambos gobiernos tratan de evitar un enfrentamiento con EE.UU., aunque saben perfectamente que la guerra de EE.UU. en Siria apunta contra sus intereses estratégicos en Medio Oriente.
El Pentágono declaró que los ataques no son una repetición de los bombardeos de “choque y pavor” que iniciaron la invasión dirigida por EE.UU. de Iraq en 2003. Pero no cabe duda de que la cruda demostración de poderío militar de EE.UU., incluyendo el uso de los sistemas de armas más recientes y más sofisticadas, apunta a intimidar y amenazar. Los militares de EE.UU. aprovecharon la oportunidad para probar sus cazas ‘stealth’ F-22 Raptor y las últimas versiones de los misiles Tomahawk, enviando una advertencia inconfundible a rivales de EE.UU. en Medio Oriente y más allá.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |