Se nos ha hecho creer falsamente que los monocultivos producidos con químicos producen más comida y por lo tanto son la respuesta al hambre y la inseguridad alimentaria. Vandana Shiva argumenta lo contrario.
Regeneración, 22 de abril del 2016,.-El siguiente extracto es del nuevo libro de Vandana Shiva, “Quién alimenta en realidad al mundo?: Las fallas de la agro industria y la promesa de la agroecología”, North Atlantic Books, 2016.
Por Vandana Shiva
Más de siete mil especies han alimentado a la humanidad a través de la historia: un indicador remarcable de la biodiversidad de nuestro planeta. En un sistema de agricultura biodiverso, miles de insectos polinizan los cultivos y nos dan alimento. Insectos amigables controlan plagas manteniendo un equilibrio natural entre predadores y parásitos. Millones de organismos del suelo trabajan para crear vida y fertilidad en el suelo. Cuando la tierra es fértil y saludable nos dan alimento saludable y abundante. En un sistema de agricultura biodiverso, ecosistema, o planeta, la cadena alimenticia es la cadena de vida.
Pero hoy, sólo 30 cultivos proveen el 90% de las calorías en la dita humana, y solamente tres especies, arroz, maíz y trigo, cuentan por más de nuestro 50% de nuestro consumo diario de calorías. De acuerdo al Estado de los Recursos y Plantas Genéticos para la Alimentación y Agricultura, de las 7 mil 98 variedades documentadas en los Estados Unidos en los inicios del siglo XX, el 96% se ha perdido.
Adicionalmente, 95% de las coles, 91% de los campos de maíz, 95% de los guisantes, y 81% de las variedades de tomate también se han perdido. En México, de todas las variedades de maíz que se reportaron en 1930, sólo el 20% existen hoy.
La pérdida de biodiversidad en nuestra comida y en nuestra tierra es gracias a los sistemas de agricultura que promueven los monocultivos. Los monocultivos se basan en el cultivo de solamente una variedad de una especie, que se siembra para responder a químicos o toxinas que se les aplican.
La rápida erosión de la biodiversidad ha tomado lugar bajo un sistema alimentario que ve las fábricas y las granjas como comodidades, en lugar de verles como redes de producción y de vida. Estas fábricas funcionan con químicos que fueron diseñados para guerras, y que están destruyendo las especies diversas que han florecido en nuestro planeta por milenios. La biodiversidad incrementa la estabilidad de los ecosistemas y sus funciones ecológicas, mientras que la reducción en el número de genes, especies, y grupos de organismos reducen la eficiencia y resiliencia de comunidades enteras.
Tres fuerzas han disparado la desaparición de la biodiversidad alrededor del mundo, y las tres están conectadas al control corporativo del campo. La primera es la entrada de los grandes negocios en el mercado de las semillas que ha desplazado las diversidades locales que evolucionaron gracias a granjeros con uniforme, híbridos comerciales y Organismos Genéticamente Modificados que venden las corporaciones.
Mientras llegamos a tener frutos de diversas formas, nutritivos, y de estación, hoy tenemos variedades uniformes a las que tenemos acceso todo el año. El segundo factor e la globalización producto del mercado a larga distancia. La diversidad viene y va con sistema alimentarios locales y descentralizados, pero en un mercado global de alimentación, la frescura y suavidad se reemplazan por dureza y tonicidad, de manera que los frutos soporten largos viajes.
Estamos sembrando rocas, no frutos.
El tercer factor es el procesamiento industrial, que lleva a compañías como McDonalds y PepsiCo a reemplazar platillos nutritivos, locales con la basura cómoda de la comida chatarra. Esto influye entonces en lo que se elige cultivar. Por ejemplo, los tomates jugosos y con muchos sabor, desaparecen para dejar paso a tomates duros sin ningún sabor, porque la sala de tomate Ketchup necesita aditivos. Hoy toda cocina merece ser reconocida como herencia cultural, antes de que desaparezca.
La biodiversidad, la diversidad alimenticia y la diversidad cultural van de la mano. Los tribales en el corazón de la India evolucionaron doscientas variedades de arroz de un pasto silvestre, la “Sativa Oriza”. El arroz es su vida, el arroz es su alimento y el arroz es su cultura. Me reuní con ellos en Akti, el festival que marca el inicio del ciclo agricultor donde traen sus variedades diversas de arroz, los ofrecen a su deidad del arroz, los comparten unos con otros, y luego los esparcen en el campo. Otro ejemplo es México, donde hace miles de años, los campesinos domesticaron una planta llamada Teocintle, y la transformaron y evolucionaron en la diversidad de miles de variedades de maíz. Los mexicanos son el pueblo del maíz, el maíz es su identidad, su comida, y su cultura.
El control corporativo de las semillas que ha erosionado la biodiversidad es resultado de un paradigma de producción basado en la uniformidad y los monocultivos: lo que he llamado: el Monocultivo de la Mente. Un Monocultivo de la Mente impone una forma de conocimiento, uno reduccionista y mecánico, en un mundo con una diversidad y pluralidad de sistemas de conocimientos. Estos sistemas de conocimientos incluyen el conocimiento y experiencia que viene de la práctica, experiencia, y trabajo con la naturaleza como una aliada: el conocimiento de mujeres y trabajadores, de granjeros y campesinos. Estos sistemas de conocimiento son múltiples y diversos. Pero como biodiversidad ecológica se reemplaza por monocultivos de comida y cultivos que pueden ser adaptados, convertidos en comida chatarra y patentados con fines de lucro, y así como la rica diversidad de culturas alimenticias está siendo reemplazada por el monocultivo de la comida chatarra, la mente humana también está siendo reducida a una monocultura.
Los Monocultivos de la Mente, se arraigan en un pensamiento reduccionista y mecanicista, y crea una ceguera a la diversidad del mundo. Se basa en un pensamiento mecánico, estas monoculturas, son ciegas al potencial evolucionario y a la inteligencia de las células, los organismos, los ecosistemas y las comunidades. Son ciegos a las funciones ecológicas que surgen de las relaciones y la cooperación entre los diversos componentes vivos de un agroecosistema. Y en un vicioso ciclo de uniformidad, estas Monoculturas de la Mente también perpetúan los monocultivos de la tierra.
Se nos ha hecho creer falsamente que los monocultivos producidos con químicos producen más comida y por lo tanto son la respuesta al hambre y la inseguridad alimentaria. El mismo pensamiento mecanizado promueve la idea de que mediante la intensificación de monocultivos a través de entradas de productos químicos tóxicos , combustibles fósiles, y el capital, se conserva la biodiversidad porque se utiliza menos tierra . Esto es falso. Los monocultivos intensivos – químicos producen menos alimentos por acre que las granjas ecológicas biodiversas, cuando todas las salidas se tienen en cuenta. Los monocultivos desplazan a la diversidad en una granja, y de acuerdo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Recursos Fitogenéticos en Leipzig, Alemania, en 1995, el 75 por ciento de toda la agro biodiversidad ha sido desplazada a causa de los monocultivos industriales en la agricultura. Podemos suponer con seguridad que este porcentaje sólo ha crecido. La agricultura industrial se basa en las entradas externas de pesticidas químicos, así como los cultivos transgénicos con pesticidas implantados en ellos que matan las especies beneficiosas y socavan la producción de alimentos.
Estos productos químicos provienen de la guerra. Y a través de la agricultura industrial, continúan la guerra. Es una falsa productividad agrícola industrial que ha sido manipulada en todos los niveles por desconocer los aportes de la biodiversidad de las plantas, los organismos del suelo, y los polinizadores a la agricultura y la producción de alimentos. A través de un marco mecanicista y reduccionista, un mito ha sido creado sobre el hecho de que sin los monocultivos químicos no tendremos comida, y que la agricultura biodiversa, orgánica es más cara y un lujo para los ricos. Hay que desmontar estos mitos. Bajo el paradigma industrial, los productos químicos tóxicos matan la biodiversidad de abejas, mariposas y los insectos benéficos. Los fertilizantes químicos matan a los organismos del sueño, la destrucción de la tierra y la fertilidad del sustrato (la tierra).
Los fertilizantes nitrogenados crean zonas muertas y matan la biodiversidad de la vida acuática y marina Por otra parte, debido a que dependen en gran medida de los insumos de productos químicos mortales, el costo tanto para el agricultor y el consumidor es mayor con los monocultivos: los únicos beneficios que están realizando son sólo para los agronegocios.
El monocultivo de la mente se centra en una sola economía: el mercado mundial controlado por las corporaciones globales. Siguen siendo ciegos a las economías de la naturaleza y la sociedad, a la economía de la naturaleza, y a la economía de subsistencia de las personas. Tenemos que poner fin a los monocultivos, tanto en la tierra como en la mente humana, y necesitamos con urgencia evaluar los costos reales de la agricultura industrial y los verdaderos beneficios de la agricultura ecológica y biodiversa.
Fuente: Alternet.org