las personas que teniendo la calidad de mexicanos reúnan los requisitos determinados en el artículo 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
De tal tontería de la ciudadanización de la política derivó otra que se ha puesto de moda gracias al desprestigio que han alcanzado muchos partidos políticos: las candidaturas independientes. Los enemigos de los partidos políticos presionaron para que la ley electoral admitiera candidaturas independientes y ya están contempladas en la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales desde el 3 de mayo del año pasado.
Este ordenamiento dice, en su artículo tercero, que un candidato independiente es el ciudadano que obtenga por parte de la autoridad electoral el acuerdo de registro, habiendo cumplido los requisitos que para tal efecto establece la presente ley
. En general, los candidatos de los partidos políticos y los independientes tienen los mismos derechos y obligaciones ante la autoridad electoral y la ciudadanía. Esto, que parece una ventaja para los llamados independientes, es su principal problema, pues carecen (en principio) de todas las ventajas incluso logísticas y de recursos que tienen los partidos. Por si no fuera suficiente, los candidatos de los partidos no tienen que juntar firmas para apoyar su registro ante la autoridad electoral (mucho menos los que van como candidatos de representación proporcional, figura negada para los independientes). Y juntar firmas no es tarea fácil pues tienen que alcanzar (salvo para Presidente) el 2 por ciento de la lista nominal de electores en el distrito, municipio o estado en el que pretendan ser candidatos. Para ello deberán organizar mítines, asambleas, marchas y demás que suelen hacer los candidatos de los partidos. Todo esto cuesta mucho dinero y si no se cumplen puntualmente los requisitos no se logra la candidatura, como le ocurrió a un payaso de Jalisco al que le anularon cientos de firmas por ser apócrifas.
Lo que no han entendido losteóricos
de las candidaturas independientes es que los órganos que creen, aunque sean sólo por razones logísticas (y fiscales), son modestos partidos que no se llaman así pero que cumplen esa función, con desventaja evidente incluso por comparación con los partidos más pequeños que hubieran obtenido su registro. Elaparato
que necesitan los candidatos independientes es equivalente, aunque no lo quieran ver así, a un partido político, ¿pues qué otra cosa hacen los partidos políticos?
Por lo demás, los partidos de alguna manera se les adelantaron a los autodenominados independientes, y no ahora, sino desde antes de que fuera legal esta figura jurídica. ¿Cómo? Invitando a supuestos independientes famosos o populares como candidatos: deportistas, actores, etcétera. La enorme diferencia de los candidatos de los partidos con los que lograron su registro como independientes (22 de 122 que lo solicitaron) son los recursos y los bien aceitados aparatos de apoyo. No es cualquier cosa.
Finalmente, ¿qué tan independientes son los que dicen serlo? Piénsese que los tres partidos registrados el año pasado recibirán un financiamiento público de poco más de 78 millones de pesos cada uno y que los registrados con anterioridad recibirán de 266 millones de pesos a más de mil millones según su votación anterior. Si los independientes
no son millonarios, ¿de dónde obtendrán el dinero que, además, según la ley, debe ser de origen lícito y no en efectivo? ¿Apoyos? ¿De quién? Es de sospecharse que con esos apoyos se pierde independencia, como también la pierden los candidatos de los partidos que hacen arreglos económicos (aunque sea a futuros) con los poderes fácticos de su distrito, municipio o estado y, sobre todo, para competir por la Presidencia del país, como quedó demostrado en 2012 con la candidatura de Peña Nieto. ¿Quién puede garantizar que unindependiente
actúe, como diputado, senador, alcalde, gobernador o presidente, según su conciencia o por los intereses mayoritarios de la población y no por los intereses creados desde antes de ocupar el cargo o durante éste?
Los partidos políticos, para quienes parecen haberlo olvidado, también son formados por ciudadanos. Que en ellos opere la ley de hierro de las oligarquías (Michels) no quiere decir que, en las organizaciones que tienen que crear los independientes
para competir electoralmente, la democracia sea la constante. ¿Quién le va a decir a Manuel de Jesús Clouthier Carrillo, por ejemplo, cómo conducir su campaña en Sinaloa si actúa dentro de la ley?
Lo que ha quedado claro para esta elección de 2015 es que de alrededor de 4 mil 500 aspirantes a diputados sólo 0.49 por ciento de ellos serán supuestamente independientes. ¿Valió la pena reformar la ley para ellos? Pienso que no. Los partidos, aunque no les gusten a los anarquistas y a algunos malos poetas, seguirán existiendo como protagonistas de los procesos electorales. Lo que se tiene que exigir es que sean más responsables en su actuación, más democráticos en su interior y que los dirigentes respondan realmente a sus bases.
PD. Hoy, 19 horas, en Casa Lamm:Las izquierdas en México.