Carta de AMLO a empresarios mexicanos sobre la Reforma Energética

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A los empresarios mexicanos:

En la víspera del dictamen en el Senado de la iniciativa de Reforma Energética, creo prudente que juntos reflexionemos sobre sus alcances y consecuencias para México y para los mexicanos.

Los energéticos son la sangre de la que se nutre la economía de cualquier nación; y puesto que el petróleo es un bien escaso y no renovable, es justo que decidamos juntos su uso y su destino.

La nuestra es una legítima preocupación sobre cómo preservar y acrecentar ese bien estratégico tan importante para el país y sobre cómo emplearlo para el bienestar de la Nación.

Pretender limitar el debate a petróleo del Estado o petróleo privado es caer en la trampa del juego simplista impuesto  por unos cuantos poderosos que insisten en que todo se vea en blanco o en negro, en la trampa de «estás conmigo o estás contra mí».

Recodemos lo que en su momento se dijo sobre las privatizaciones de las telecomunicaciones, de la banca y de los ferrocarriles.

Cuando se debatía la privatización de las telecomunicaciones, muy oportunamente advertimos que sería dañina para la Nación la cancelación de un monopolio público para crear un monopolio privado. Hoy las empresas de ustedes y los consumidores mexicanos en general pagamos las consecuencias con elevadas tarifas y un acceso a la red de muy pobre calidad. Veinte años después de la privatización, el servicio es caro y malo, y la competencia, muy limitada.

Vino después el debate sobre la privatización de la Banca. Tampoco nos equivocamos. Bastaron cinco años y una crisis económica nacional para que los llamados nuevos banqueros mexicanos quebraran, perdieran la propiedad y cedieran a extranjeros nuestro sistema de pagos. Somos un caso único en el mundo.

Hoy las empresas de ustedes, que demandan capital para crecer, tienen que esperar a que la aprobación de sus créditos, si es que los hay, llegue de Madrid, Nueva York o Londres. Y los mexicanos pagamos las más elevadas tasas de interés, tanto en préstamos como en tarjetas de crédito, para alimentar corporaciones financieras urgidas de salir de sus crisis, la del dólar y la del euro.

Y qué decir de los ferrocarriles, privatizados y entregados mayoritariamente a empresas extranjeras que hasta hoy no han aumentado la red ferroviaria, pero que sí imponen condiciones de servicio y tarifas que obligan a México a mover la mayoría de su carga sobre ruedas, no sobre rieles, en tanto que  desapareció el ferrocarril como medio de transporte ágil y barato para las clases populares.

Si en estos tres ejemplos «telecomunicaciones, banca y ferrocarriles» podemos ver que no ocurrió lo que se había prometido en los respectivos cambios de propiedad, ¿por qué tenemos que creer que, ahora sí, el milagro va a ocurrir con un sector estratégico tan vital como el de los energéticos?

Lo que está por plantearse en el Congreso no es una reforma energética sino la legalización de un modus operandi que ya está implantado, con la incorporación de un nuevo componente vandálico y dañino para todos los mexicanos.

Analicemos primero cómo funciona la actual corrupción en PEMEX, misma que se pretende perpetuar con la reforma energética:

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La parte principal del presupuesto de la paraestatal se destina a la exploración y perforación de pozos petroleros. De los miles de millones de dólares que se invierten para encontrar y explotar yacimientos, el 70 por ciento va a corporaciones extranjeras. Bechtel, Halliburton y Schlumberger son tres ejemplos a estudiar.

Hoy las ganancias de la exploración y perforación son para los extranjeros, no para los mexicanos.

Una vez extraído el petróleo hay que venderlo en los mercados internacionales. Eso no lo hace Pemex directamente. Lo opera a través de una entelequia llamada PMI (Pemex Internacional), la cual opera en completa opacidad, fuera de la supervisión de las instituciones nacionales. PMI le entrega el crudo a intermediarios, mejor conocidos como brokers, los cuales cobran jugosas comisiones sobre un crudo pesado que justifica cualquier fluctuación en su precio, sobre todo hacia abajo.

Las ganancias y las fluctuaciones de precio a discreción- son para los brokers y sus jefes, no para los mexicanos.

El crudo que se refinará para extraer las gasolinas para consumo nacional, tiene que ser enviado mayoritariamente a Texas. Las refinerías mexicanas no tienen ni la mitad de la capacidad para procesar lo que México necesita en materia de combustibles.

El valor agregado de esa refinación no reditúa en trabajo para mexicanos, ni en impuestos para el fisco mexicano.

Los beneficios son para los empresarios, trabajadores y para el fisco estadunidense.

En los últimos 30 años, los gobiernos de México han sido incapaces de construir una nueva refinería. Los tecnócratas nos dicen que la refinación no es negocio, que es mejor contratarla en el extranjero.

Mientras tanto, Estados Unidos triplicó en los últimos diez años su capacidad para refinar crudo y hoy está convertido en la gasolinera del mundo.

Las ganancias de producir la gasolina «mexicana» son para corporaciones petroleras norteamericanas, no para los mexicanos.

Y una vez que las gasolinas están listas en las refinerías texanas,, su transporte a los depósitos de combustibles no se hace a través de ductos o buque tanques de Pemex sino por medio de pipas, un negocio concesionado a un puñado de apellidos prominentes, ligados en su mayoría a la política.

Las ganancias de transportar las gasolinas a México es para unos cuantos privilegiados.

Acompañados de la corrupción, en PEMEX imperan el influyentismo y la impunidad. Y se presenta el contrasentido de que, mientras miles de trabajadores mexicanos están desempleados en los astilleros mexicanos, Pemex invierte cientos de millones de euros en comprar astilleros en Galicia, España, para rescatar a una empresa local en quiebra que dará empleo a españoles, no a mexicanos.

Y qué nos dicen de los contratos multimillonarios en dólares del gasoducto Los Ramones a empresas de figuras políticas ligadas prominentemente al salinismo. Cómo podrían explicarnos el boom de nuevas corporaciones petroleras como Oro Negro, creadas por ex directores de Pemex y por el hijo de un ex secretario de Hacienda: se trata de una naciente empresa que ya ordenó 10 plataformas petroleras en Singapur, cabildeadas por el actual director de Pemex, para que estén listas en cuanto se dé el banderazo de la reforma.

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Amigos empresarios:
La reforma energética no corregirá ninguno de estos abusos. Por el contrario, quienes la impulsan buscan perpetuar el status actual de negocios en beneficio de unos cuantos. Y ello explica también por qué están interesados en la llegada de corporaciones extranjeras con más dinero, más influencias y más poder. Lo que buscan es crear un blindaje sobre los privilegios ya existentes y protegerlos del peligro que les representa la llegada de un gobierno democrático.

No es cierto, pues, que las reformas a los artículos 27 y 28 de la Constitución vayan dirigidas a impulsar el crecimiento económico, la creación de empleos y el bienestar de los mexicanos.

Nada en esas reformas permitiría dar valor agregado a la materia prima, construir refinerías y dejar de comprar la gasolina en el extranjero; nada en ella fomentaría la industria petroquímica nacional. No se busca tampoco utilizar las ventajas competitivas que significa, en un mundo globalizado, el poseer petróleo para reducir los costos de los energéticos e industrializar a México.

Se trata, simple y llanamente, de que las empresas extranjeras se hagan cargo de perforar los pozos petroleros y se apropien de la mitad de la producción. Eso es lo que significan, en esencia, los llamados ?contratos de utilidad compartida?. Quienes promueven esta reforma quieren perforar compulsivamente todo el territorio nacional hasta agotar las reservas petroleras de México.

Amigos empresarios:
Es ilógico pensar que con la entrega de las ganancias del petróleo a las corporaciones extranjeras, vendrán el crecimiento económico, la generación de empleos y la reducción de las tarifas de energía eléctrica y de gas. Desgraciadamente, va a ser lo opuesto. Vamos a tener menos presupuesto público, continuará el estancamiento económico, la mortandad de negocios, el desempleo y los aumentos de impuestos. No olviden que la recién aprobada reforma fiscal forma parte de la llamada reforma energética; de hecho, aumentaron los impuestos y el déficit –es decir, autorizaron la contratación de deuda pública– porque saben que se obtendrán menos ingresos y menos  presupuesto cuando se compartan las ganancias del petróleo con los extranjeros.

Es hora de despertar, de abrir los ojos. Es el momento de no dejarse seducir por falsas promesas de que ustedes serán invitados a sentarse al gran banquete; lo cierto es que no les tocarán ni las migajas.

Por el contrario, ustedes pagarán más por todos los insumos que requieren sus empresas y la corrupción seguirá ahondando la desigualdad, los conflictos sociales y el estancamiento económico, y será más profunda la crisis de inseguridad y de violencia.

Aprendamos las lecciones, no repitamos los errores y actuemos teniendo siempre en mente el bien de la Nación.

A t e n t a m e n t e

Andrés Manuel López Obrador
Presidente del Consejo Nacional
Del Movimiento Regeneración Nacional