Por Fernando Paz
RegeneraciónMx.- ¿Que puede llevarnos a quitarnos la vida para que nuestra protesta sea escuchada?
Para la mayoría es fanatismo; para otros es anarquismo extremo, para los menos no es quitárnosla, sino ofrendarla.
Algunos, ocupados en la rutina laboral, otros estudiando y la mayoría intentando mantenerse a flote económicamente, leemos acerca de los conflictos armados en Siria, en Ucrania o en Nigeria, y no nos damos el tiempo ni siquiera de reflexionar. Escuchamos por todos lados “Así es esto”, “no podemos hacer nada, ellos tienen el poder”, “qué mal está el mundo”; pero una cosa es quejarnos y resignarnos, y otra es fomentar y aplaudir un sistema que nos está esclavizando poco a poco y llevándonos a un estado de manipulación y dominio total, como en las novelas distópicas de Orwell. El sistema mundial actual intenta no solo manipularnos sino censurarnos. Nos dice no hagas esto, no hagas lo otro, está mal, debes ser pacífico, tolerante, debes procurar el bien; todo esto mientras practican la dominación del hombre por el hombre y el exterminio contra todo un pueblo disfrazado de “respuesta al terrorismo”. “Es por la libertad y por la democracia”, exclaman o dicen ufanos “Estados Unidos no negocia con terroristas”; mientras que, por lo bajo, los crea, los financia, y los usa para sus trabajos sucios.
Aaron Bushnell entendió esto durante su estadía en el ejército estadounidense y decidió ofrendar su vida como una protesta en contra del genocidio israelí sobre el pueblo palestino. Operación financiada, en muy buena parte, por el gobierno norteamericano. El domingo 25 de febrero pasado, el joven de 25 años, miembro activo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América caminó hacia la embajada de Israel en Washington, colocó su teléfono para trasmitir la señal en vivo, se paró frente al portón, se empapó de líquido inflamable y se prendió fuego. Bushnell no dejó de gritar “¡Palestina Libre!” hasta desfallecer. Su dolor físico o algo muy similar lo han experimentado cientos de miles de palestinos desde 1948, año en que se formó el estado de Israel; y entre ellos más de 12,300 niños solo desde octubre pasado.
Los grandes medios no hicieron la cobertura como lo hubiéramos deseado quienes hacemos activismo social. Solo la nota de rigor, informativa, anodina; y otros de plano pintándolo finamente como un desequilibrado o como un reprimido por “su formación religiosa”, y “anarquista y de izquierda”, como lo hizo el nefasto The New York Times. Aaron Bushnell no era un anarquista; de haberlo sido, jamás habría podido terminar su instrucción militar; habría sido miliciano o guerrillero; pero no miembro activo de la Fuerza Aérea estadounidense. Sirva este texto para no olvidar a Bushnell, nacido en San Antonio Texas y criado en una pequeña comunidad de Massachussets; a decir de quienes lo conocieron, un ser humano dulce, que veía por sus amigos y por las personas sin hogar.
Hace veinte siglos, otro joven excepcional, este de treinta y tres años, también ofrendó su vida. Lo hizo en el instrumento de tortura máxima del imperio opresor de entonces; irónicamente, la cruz romana se convertiría en símbolo de amor infinito y de perdón; Jesús de Nazaret murió en tierra palestina, por amor a la humanidad. Aaron de Cape Cod dio su vida por amor a un pueblo protestando contra los genocidas que codician su tierra, la tierra palestina.
En dos mil años… no hemos aprendido nada.