Las luces que iluminan las fiestas de los pueblos y ciudades, son el resultado una sutil mezcla de productos químicos, entre los que se encuentran oxidantes, carburantes y colorantes.
El profesor John Conkling, de la Universidad de Chestertown en Estados Unidos escribió hace tres décadas el manual ‘La química de la pirotecnia’ en el que cuenta los principios teóricos básicos y muchos casos prácticos.
Los ingredientes
La mayoría de los productos ricos en oxígeno usados como oxidantes suelen ser el nitrato de potasio, el perclorato de potasio y el nitrato de estroncio.
El combustible se utiliza para controlar el calor de la explosión y la velocidad de su propagación, por lo que en los fuegos artificiales se suelen utilizar azufre, carbón o polvo de aluminio.
Las explosiones tienen que ser propulsadas en el aire con un mortero, estableciéndose la longitud en función del tiempo que se quiera que tarde en detonar. Así, alcanza la carga de pólvora en el centro del artefacto y liberará las pequeñas partes de sustancias químicas que aportan color a la explosión.
Las mezclas
Los maestros pirotécnicos tienen sus propias mezclas para obtener sus colores deseados, jugando con ellas para conseguir el tono preciso gracias a las diferentes longitudes de onda que emite la energía de la luz.
Una de las mezclas más básicas es la de rojo, verde y azul. El primero se consigue mezclando goma de color rojo y perclorato de potasio, o también nitrato de estroncio y magnalium (esto último es una aleación entre magnesio con pequeñas cantidades de níquel y estaño). Con carbonato de bario la explosión se vuelve verde y, a través del óxido de cobre, se convierte en azul.
(Vía: Javier P. Rey | @javierperezrey)