El equipo de oficiales de seguridad de Thomas Ormerod enfrentaba una tarea aparentemente imposible. Se les pidió entrevistar a pasajeros en los aeropuertos de Europa, con el objeto de descubrir a un puñado de falsos viajeros «plantados» entre la multitud.
Articulo publicado en la BBC
23 de septiembre del 2015.-De hecho, sólo una de 1.000 personas que tenían que entrevistar intentaría engañarlos. Era como encontrar una aguja en un pajar.
¿Qué hicieron? Una buena opción era concentrarse en el lenguaje corporal o los movimientos de los ojos, ¿correcto? ¡Incorrecto! Eso hubiera sido, de hecho, una mala idea.
Estudio tras estudio han encontrado que los esfuerzos –incluso por parte de policías profesionales- de leer las mentiras en el lenguaje corporal y las expresiones faciales rinden frutos similares a dejarle la cuestión a la suerte.
En una de las investigaciones, sólo 50 de 20.000 personas lograron hacer un juicio correcto con más de 80% de precisión.
El equipo de Ormerod trató una estrategia diferente y logró identificar a los pasajeros falsos en la vasta mayoría de los casos. Para ello tuvo que botar a la basura las claves generalmente aceptadas del engaño y comenzar de cero.
Clinton y la nariz
Durante los últimos años, la investigación sobre el engaño ha estado plagada por resultados decepcionantes.
La mayoría del trabajo previo se ha concentrado en leer las intenciones del mentiroso en su lenguaje corporal o su rostro, a partir de pistas como el sonrojo, la sonrisa nerviosa o los ojos distraídos.
El ejemplo más famoso es el de Bill Clinton, que se tocó la nariz cuando negó su affair con Monica Lewinsky, lo que entonces se tomó como un signo seguro de que estaba mintiendo.
La idea detrás de esto, dice Timothy Levine de la Universidad de Alabama, en Birmingham, es que el acto de mentir provoca algunas emociones fuertes –nervios, culpa, quizás la excitación del desafío- que son difíciles de contener.
De acuerdo con la teoría, incluso si creemos que tenemos cara de póker, es posible que nos descubramos con movimientos muy sutiles, conocidos como «micro expresiones», que pueden entregarnos.
Pero mientras más investigaban los psicólogos, más poco confiables y elusivas parecían estas pistas.
El problema es la enorme variedad del comportamiento humano. Con la familiaridad, es posible que identifiques los tics de alguien cuando dice la verdad, pero otras personas actuarán de manera muy diferente: no hay un diccionario universal del lenguaje corporal
«No hay signos consistentes que se presenten siempre con el engaño», dice Ormerod, quien tiene su base en la Universidad de Sussex (sur de Inglaterra).
«Yo me río en forma nerviosa, otros se ponen más serios, algunos hacen contacto visual, otros lo evitan», explica.
Y dependemos de ellos
A pesar de estos resultados, nuestra integridad con frecuencia depende de la existencia de estos signos míticos.
Toma por caso los chequeos a que algunos pasajeros pueden enfrentarse antes de un viaje de larga duración (un proceso que Ormerod investigó para los Juegos Olímpicos de 2012). Típicamente los funcionarios utilizan un cuestionario de respuesta cerrada («sí» o «no») sobre las intenciones del viajero y son preparados para observar «señales sospechosas» (como un cierto nerviosismo en el lenguaje corporal).
«Esto no da la oportunidad de escuchar lo que están diciendo y pensar en su credibilidad, ni de observar cambios en el comportamiento, que son aspectos críticos del engaño«, dice.
Los protocolos existentes también tienden a la subjetividad, dice el especialista. Por ejemplo, los funcionarios con frecuencia encuentran a más sospechosos entre ciertos grupos étnicos. «El método actual de hecho evita que se identifique el engaño», asegura.
Claramente, se necesita un nuevo método. Pero dados los resultados pobrísimos en el laboratorio, ¿cuál puede ser la respuesta?
Según Ormerod, es increíblemente simple: deja de concentrarte en detalles sutiles y enfócate en lo que la gente está diciendo, sondeando con gentileza los puntos de presión correctos para lograr que la fachada del mentiroso se desmorone.
Un cuestionario para destapar el engaño
Ormerod y su colega Coral Dando de la Universidad de Wolverhampton identificaron una serie de principios conversacionales que deberían incrementar tus posibilidades de descubrir la mentira:
- Usa preguntas abiertas. Esto obliga al mentiroso a ampliar su historia hasta que se ve atrapado en su propia red de engaños.
- Utiliza el factor sorpresa. Los investigadores deben tratar de incrementar la «carga cognitiva» del mentiroso, por ejemplo, haciéndole preguntas que no anticipaba y que pueden resultar confusas, o pidiéndole que cuente un evento de atrás para adelante. Estas técnicas le hacen más difícil mantener su fachada.
- Fíjate en los detalles pequeños y verificables. Si un pasajero dice que está en la Universidad de Oxford, pídele que te cuente cómo va de la casa al trabajo. Sin embargo, si encuentras una contradicción no entregues tu juego: en vez de corregirlo, es mejor permitirle al mentiroso que gane confianza mientras suelta más mentiras.
- Observa los cambios en la confianza. Fíjate con cuidado en si el estilo del mentiroso potencial cambia cuando se lo desafía: un mentiroso puede mostrarse muy elocuente cuando se siente en control de la conversación, pero si su zona de confort se ve limitada, puede que se cierre.
El objetivo es lograr una conversación casual más que un interrogatorio intenso. Bajo esta presión suave, el mentiroso se descubrirá contradiciendo su propia historia o volviéndose obviamente evasivo o errático.
«Lo importante es que no hay una bala de plata, una respuesta definitiva. Estamos tomando lo mejor y juntándolo para lograr una aproximación cognitiva», dice Ormerod.
El simple arte de conversar
El especialista admite abiertamente que su estrategia puede sonar como simple sentido común.
«Un amigo me dijo que estaba tratando de patentar el arte de conversar«, relata.
Pero los resultados hablan por sí mismos.
En el experimento que reseñamos al principio, el equipo preparó a un puñado de pasajeros falsos con tickets realistas y documentos de identidad.
Les dieron una semana para crear su historia y se les pidió alinearse con pasajeros genuinos en aeropuertos europeos. Los funcionarios entrenados en la técnica de entrevista de Ormerod y Dando tuvieron 20 veces más posibilidades de detectar a los pasajeros falsos –que identificaron en el 70% de los casos- que las personas que usaron las señales sospechosas.
«Es realmente impresionante», dice Levine, quien no participó en el estudio, y quien piensa que es particularmente importante que el experimento se efectuara en aeropuertos de verdad.
El arte de la persuasión
Los experimentos de Levine, por su parte, han arrojado resultados igualmente poderosos.
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Como Ormerod, Levine cree que entrevistas inteligentes diseñadas para exponer los agujeros en la historia del mentiroso son mejores que tratar de identificar signos en el lenguaje corporal.
Por ejemplo, recientemente organizó un juego de trivialidades en el que un grupo de estudiantes competía en pareja por un premio en efectivo de US$5 por cada respuesta correcta.
Los estudiantes no lo sabían, pero sus compañeros eran actores. En un momento dado, el coordinador del juego abandonaba la habitación y la tarea del actor era sugerir al estudiante que echara una miradita a la respuesta correcta.
Algunos estudiantes aceptaron la oferta. A continuación, agentes federales reales los interrogaron sobre si habían hecho trampa. Usando preguntas tácticas para sondear sus historias, sin enfocarse en lenguaje corporal o pistas, lograron identificar a los tramposos con más de un 90% de precisión.
Un experto logró un 100% de aciertos en 33 entrevistas. Un resultado sorprendente que hace una enorme sombra a la idea de la exactitud del análisis del lenguaje corporal.
Aún más importante, un estudio de seguimiento encontró que incluso entrevistadores novatos podían lograr hasta un 80% de precisión simplemente utilizando las preguntas abiertas indicadas; por ejemplo, cómo contaría la historia la pareja de la persona interrogada.
De hecho, con frecuencia los investigadores persuadieron a los mentirosos a admitir abiertamente su engaño. «Los expertos fueron fabulosos en este respecto», dice Levine.
Su secreto era un simple truco conocido por los maestros en el arte de la persuasión: empezar la conversación preguntando cuán honesta es la persona.
Simplemente lograr que dijeran que decían la verdad los llevaba a ser más cándidos después. «A la gente le gusta creer que es honesta, y esto los compromete a cooperar«, dice Levine.
«Incluso quienes no eran honestos tuvieron dificultades para fingir que estaban cooperando, así que en la mayoría de los casos podías ver quién estaba fingiendo».
También lo puedes usar tú
Claramente es posible que estos trucos ya estén siendo utilizados por algunos detectives expertos, pero dado el folklore que rodea el tema del lenguaje corporal, vale la pena enfatizar cuán poderosa puede ser la persuasión frente a la dudosa ciencia del lenguaje corporal.
A pesar de su éxito, Ormerod y Levine están muy interesados en que se intente replicar y expandir sus hallazgos, para comprobar que se mantienen en diferente situaciones.
«Siempre debemos estar atentos a las afirmaciones grandilocuentes que lo abarcan todo», dice Levine.
Aunque estas técnicas serán de ayuda para los cuerpos de seguridad, los mismos principios podrían ayudarte a ti a cazar a los mentirosos en tu vida.
«Lo hago con los niños todo el tiempo», dice Ormerod.
Lo importante es mantener una mente abierta y no sacar conclusiones apresuradas. Solo porque alguien parece estar nervioso o le cuesta recordar un detalle crucial, no significa que es culpable. En cambio, hay que buscar las inconsistencias más generales.
No hay un método a prueba de todo para detectar la mentira, pero utilizando un poco de tacto, inteligencia y persuasión podrías tener esperanzas de que, eventualmente, la verdad saldrá a la luz.
Lee la nota original en inglés en BBC Future