‘Crisis sí, crisis no’

¿tendrá razón o no la tendrá el presidente Peña cuando dice que la crisis es imaginaria? ¿Creemos en las palabras del primer mandatario o nos atenemos a los hechos que estallan todos los días ante nuestros ojos?

crisis

Por Bernardo Bátiz V.

Regeneración, 3 de abril del 2017.-El titular del Ejecutivo federal declaró, en un discurso de ocasión, que no hay crisis, que sólo existe en la mente o en la imaginación de algunos; la palabra crisis no lleva a pensar en situaciones graves y difíciles en las que hay peligros inminentes para personas, instituciones o procesos. Sin duda, un Estado como el mexicano, todavía soberano, muy bien puede estar en crisis, también puede estar muy bien y sus habitantes o algunos de ellos pueden creer o pensar que estamos en crisis sin que así sea.

Reflexionando sobre el tema, me pregunto si hay razones para creer que la crisis es una realidad o pura percepción de despistados o asustadizos. Para aclararme este dilema, repaso y propongo a mis lectores algunos hechos reales, evidencias empíricas, que pueden servirnos para elucidar si estamos o no en crisis.

Recuerdo que hace unos días tuve ante mis ojos la noticia de que la deuda pública de México asciende a más de 9.5 billones de pesos; la cifra marea, no me meto a analizarla, lo cierto es que ha ido en ascenso desde hace muchos años, nunca disminuye y los intereses se comen una buena parte del PIB nacional. Esto, ¿es crítico o no? Me separo del tema y mejor paso a otro que no requiera conocimientos de macroeconomía.

Informan los medios de comunicación que los diputados federales aprobaron la incorporación al Instituto Nacional Electoral de tres nuevos miembros que, junto con los demás integrantes, tendrán a su cargo los procesos electorales que se avecinan, incluida la elección federal de 2018, responsabilidad grave y delicada, que requiere imparcialidad, valor civil y resistencia a las presiones de todo tipo; sin embargo, se les objeta porque sus nombramientos responden a cuotas partidistas, uno para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), otro para el Partido Acción Nacional (PAN) y otro para el decadente Partido de la Revolución Democrática (PRD). En contra de estos nombramientos sólo votan los diputados de Morena y uno de Encuentro Social; son aprobados por PRI, PAN y PRD, los interesados, junto con el Verde, Nueva Alianza y alguno de Encuentro Social. Me pregunto: que se sigan designando integrantes del árbitro electoral mediante cuotas de partidos, ¿significa una crisis política?

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Como no encuentro respuesta que me satisfaga, paso a otro tema; el fiscal del estado mexicano de Nayarit, el encargado de perseguir los delitos y de representar los intereses jurídicos de la comunidad de esa entidad, jurista y encargado de procurar justicia, es detenido en Nueva York acusado de ser colaborador del nefando delito de tráfico de drogas. Este caso es asombroso y desconcertante, ¿nadie sabía en México, nadie sabía en Nayarit de sus andanzas?, o ¿de qué se trata?, ¿por qué autoridades de un país supuestamente amigo, socio comercial, con relaciones diplomáticas normales, no avisó al gobierno mexicano de la investigación que hizo de un funcionario de ese nivel? ¿Es este un asunto crítico? Quizá no, los escándalos de nota roja de políticos de alto nivel se están convirtiendo en cotidianos y no generan ya los efectos que en otra época hubieran podido producir.

Pasemos a otro caso: en la Ciudad de México se aprueba una Constitución entre aplausos y felicitaciones de los constituyentes; en el acta final sólo aparece un voto en contra, entre los diputados que trabajaron en comisiones y votaron en el pleno, se encuentran representantes de todos los partidos, entre ellos significativamente los del PRI, pero también hay un grupo parlamentario designado directamente por el titular del Ejecutivo federal; éste, el Presidente, una vez aprobada la Constitución, felicita a los constituyentes de su partido y a los que él mismo designó y elogia su trabajo. Lo asombroso es que el procurador de Justicia, funcionario de su equipo, nombrado por él, que fue también constituyente e hizo propuestas que se le aceptaron, contradiciendo las felicitaciones de su jefe, impugna la legalidad de la nueva Constitución. También lo hacen el consejero jurídico, que por lo visto en esta materia se manda solo, el presidente del Senado y otros actores políticos.

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¿Hay crisis o no? Funcionarios muy altos del equipo del Presidente ¿actúan por cuenta?, ¿se coordinan entre sí?, ¿les preocupa que se trate de una Constitución de avanzada? No lo sabemos con certeza. El senador Alejandro Encinas, quien presidió la Asamblea Constituyente de la ciudad, declara que se trata de cuestiones políticas e ideológicas más que jurídicas; en mi opinión, tiene razón, pero estas controversias ¿son muestra de crisis o no?

Todo esto, desde lo muy grave –como la enorme deuda externa– hasta lo doméstico –como la Constitución de la capital–, ¿son elementos de una crisis o no? ¿Debemos preocuparnos por estos hechos que en su conjunto nos agobian?, ¿tendrá razón o no la tendrá el presidente Peña cuando dice que la crisis es imaginaria? ¿Creemos en las palabras del primer mandatario o nos atenemos a los hechos que estallan todos los días ante nuestros ojos?

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