Cuestionan especialistas el costo del conocimiento

La canción “Woman” siempre, pase lo que pase, pertenecerá “moralmente” a John Lennon. Él la escribió, él la musicalizó, él la ideó en su cabeza. Otra cosa muy distinta será quién se enriquecerá con ella –podría no ser Lennon– es decir, qué persona o compañía tendrá los derechos para explotar esa canción, lo que se conoce como “dimensión patrimonial”.

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Regeneración, 4 de noviembre de 2014.-El anterior fue uno de los ejemplos que Rosario Rogel, investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de México, compartió en la Biblioteca del ITESO, como invitada al panel “¿Qué y cuando el conocimiento de libre acceso y qué y cuándo su protección intelectual?”, organizado por la Unidad de Transferencia del Conocimiento del Centro para la Gestión de la Innovación y la Tecnología (Cegint) de esta universidad.

A su vez, Rogel, integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), analizó el concepto de acceso abierto, una práctica que día con día toma a fuerza alrededor del mundo y que pugna, en términos generales, por la libre circulación de contenidos en formato digital.

Se preguntó, por ejemplo, ¿por qué si los investigadores suelen llevar a cabo su trabajo financiados con dinero público, la gente tiene que pagar para conocer sus resultados a través de libros o revistas especializadas?

Y añadió: “La mayor parte de la investigación científica que se genera en el mundo se genera con fondos públicos. Después, ese investigador coloca ese resultado de investigación en una revista por la que tenemos que pagar millones para tener acceso a esa misma información que nosotros generamos, con lo cual estamos pagando dos veces por los resultados de investigación que generamos con fondos públicos”.

Del 20 al 26 de octubre se celebra la octava Semana Internacional del Acceso Abierto, una vía para que el conocimiento en soporte digital llegue a los usuarios sin costo directo, que en varios países va ganando terreno legal y político. incluyendo recomendaciones de la Unesco, proyectos como el MIT Open Access, el Global Research Council, el Informe Finch, la base de datos Sherpa/Romeo, el movimiento Creative Commons o los mandatos de universidades que invitan a sus profesores a colocar sus investigaciones en repositorios abiertos.

Deben distribuirlo “El conocimiento científico es uno de los pocos bienes que, al momento de distribuirlo, se engrandece”, dijo Rogel, quien recordó que las universidades de todo el mundo pagan millones de dólares (Harvard unos 3.5 millones de dólares) por bases de datos y journals (revistas especializadas) con conocimiento generado con dinero público, es decir, de los ciudadanos. “Es una locura. ¿Por qué restringir el acceso al conocimiento si ya lo pagamos con nuestros impuestos?”. Las patentes El tema de la propiedad industrial y el registro de patentes a escala nacional e internacional fue abordado por Benito Villagómez, dueño de varias patentes y fundador y propietario de Villamex, empresa productora de tortillas, tostadas y botanas que exporta sus máquinas y productos a más de 50 países.

“Cada día es un poquito más difícil lograr una patente”, mencionó Villagómez, quien mostró un panorama acerca de la burocracia mexicana y los tratados internacionales que México ha firmado en los últimos decenios, los cuales hacen que los inventores nacionales compitan con más de una treintena de países, alejándolo de los primeros lugares en registro de patentes a nivel global. Villagómez instó al ITESO y al resto de universidades jaliscienses a no quedarse con prototipos e ideas en el papel, sino a concretarlas, patentarlas y comercializarlas.

El tercer participante en el panel fue Raúl Fuentes, profesor e investigador del ITESO y también miembro del SNI, quien aseguró que las prácticas industriales que rigen en buena medida la producción y distribución de las investigaciones científicas no son las únicas vías posibles; citó uno de los principios de la Academia Mexicana de Ciencias para clarificar lo que se entiende por conocimiento y cuál es el potencial que éste tiene para un país que pretenda desarrollarse.

“La producción de conocimiento es la riqueza más grande de un país; éste solo se obtiene al impulsar la ciencia básica. Solo así, el conocimiento dará lugar a la solución de problemas nacionales, pero también de este nuevo mundo global”, concluyó.

(Observatorio Sudamericano de Patentes)