Por Jenaro Villamil | Homozapping
Regeneración, 2 de noviembre de 2014.-De cuatro puntos distintos, como la Rosa de los Vientos, hasta el monumento al Angel de la Independencia, iluminado de rojo sangre, rojo indignación, rojo de protesta, más de 10 mil personas llegaron en otra nueva jornada de manifestaciones que no fueron intimidadas por la ola de detenciones arbitrarias ni los sospechosos de la “acción directa” que siempre generan la violencia necesaria para la puesta en escena represiva.
Aquí no hay miedo, pero sí precaución. Y miles de voces corean “¡Fuera Peña Nieto, Fuera Peña Nieto!” cuando desde la explanada del Ángel la voz de un estudiante de la Normal de Ayotzinapa advierte:
“Queremos decirle a Peña Nieto que no es Ayotzinapa. Ayotzinapa somos nosotros y toda la gente que nos ha apoyado en donde quiera que nos hemos parado y nos han brindado solidaridad”.
“Como Ayotzinapa, tenemos dignidad. Ayotzinapa somos campesinos de origen indígena y no somos unos políticos hipócritas que han engañado durante muchos años al pueblo mexicano con sus partidos políticos y sus policías, todas relacionadas con la delincuencia organizada”.
Las voces de rechazo a Peña Nieto se escuchan por toda la avenida Reforma. Llegaron desde el Zócalo, algunos, desde el Monumento a la Revolución, otros, desde la Glorieta de Insurgentes los jóvenes de preparatorias y escuelas públicas, desde la Estela de Luz, fuertemente resguardada por granaderos.
Son los dos primeros años de Peña Nieto y el infierno de su ineficacia. Son los 66 días de la desaparición de los 43 normalistas asesinados. Son los 4 días de que Peña Nieto anunciara un “decálogo” que sólo despertó un mayor rechazo o una profunda indiferencia.
Mientras en el Ángel Rojo hasta oficinistas de traje de las Torres de Reforma salieron de sus fosas burocráticas para unirse a la décima manifestación masiva en contra del primer mandatario, en Oaxaca, Chilpancingo, Mérida, Xalapa y decenas de ciudades más creció la ola de protestas por los dos primeros años de peñismo y de indignación por los sucesos de Ayotzinapa y de otros episodios impunes de crímenes de la narcocorrupción.
Desde Guerrero, otro profesor normalista también arenga entre los asistentes al Angel Rojo: “Tenemos que cambiar de raíz esta politiquería que no sirve, llámese PRI, PAN, PRD, Partido Verde. Se está llegando la hora de terminar con esta impunidad”.
A las 20 horas, cuando los contingentes fueron desalojando la avenida Reforma, los jóvenes en grupo se compactaron para retirarse en orden, en paz y en comunidad, un grupo de cerca de 40 encapuchados provocaron destrozos en establecimientos de Florencia, en el centro comercial Reforma 222 y en bancos de esta arteria.
Como hormigas, a paso militar, cientos de granaderos salieron de la glorieta de Chapultepec, corrieron hacia el Ángel y persiguieron a quienes ellos creían eran los responsables de los destrozos.
En su exceso de inoperancia, los granaderos golpearon a una mujer Rosalinda Rojas Nieves, cuyo principal “delito” fue cruzarse con la marcha cuando salió decepcionada de una oficina donde le prometieron trabajo.
Esa es la metáfora sangrienta de dos años del peñismo: en busca de trabajo, encontró los golpes de los policías, por ser una peligrosa sospechosa de gritarle al presidente “¡Fuera Peña, Fuera Peña!”.