«¡No se lleven a los animales!», gritó un enardecido público después de que los tigres se formaron en pirámide y saltaron a través de un aro de fuego durante la función del lunes en el Circo Hermanos Cedeño, su último espectáculo con animales
8 de julio del 2015.-«Quedó la pura desolación», dice Armando en el escenario sin luces ni fanfarrias de su circo, mientras las estrellas del show, siete tigres de Bengala, aguardan en sus jaulas el incierto destino que les depara una nueva ley en México que prohíbe su presencia en espectáculos circenses.
Oficialmente, a partir de este miércoles al menos 986 felinos, osos, camélidos y monos deberán encontrar un hogar fuera de las carpas al entrar en vigor la reforma a la Ley General de Vida Silvestre de México, una polémica iniciativa que veta el uso de especies salvajes en los circos.
«Nunca pensé acabar así, creí que me comería un tigre», dice cabizbajo Junior, el domador de los tigres del Circo Hermanos Cedeño, instalado esta semana en Chimalhuacán, en las afueras de Ciudad de México.
«Bigotes», uno de los felinos, permanece con la mirada perdida ante los seis kilos de pollo que tiene en su jaula de 2mX2m, mientras que su colega «Samurai», de mirada esmeralda y actitud indolente, se lame las patas.
Estos animales sufrirán un «shock» porque «están acostumbrados a la gente, la música y los aplausos», predice el enérgico Junior, que no tiene «ni idea» de cómo se empleará de ahora en adelante.
La secretaría del Medio Ambiente reconoce que aún no ha terminado de contabilizar los animales de los casi 500 circos en el país, por lo que la cifra podría inflarse.
Son unos 4.000 animales, asegura a la AFP Armando Cedeño, dueño del circo familiar que llegó a Chimalhuacán y presidente de la Unión Nacional de Empresarios y Artistas de Circos Mexicanos, al señalar la apremiante «encrucijada» en que se encuentra su gremio.
El gobierno no ha cumplido su promesa de encontrar refugio para todos los animales en zoológicos, fundaciones o casas de coleccionistas del país y el extranjero, pero a partir de este miércoles se empezarán a aplicar «multas millonarias» a los cirqueros que aún tengan animales silvestres, explica Cedeño enfundado en sus botas plásticas manchadas de estiércol.
Así, los empresarios están orillados a rematar sus animales mientras que el desplome de la audiencia ha llevado a setenta circos hasta la quiebra y a la desaparición de más de 2.000 empleos, subraya el cirquero con la mirada fija en sus siete tigres, «el 100% del atractivo» de su espectáculo.
Una ley «discriminatoria»
El Partido Verde Ecologista (PVEM), aliado clave del oficialista Partido Revolucionario Institucional, promovió la reforma con una fuerte campaña mediática que pregonaba escandalosos casos de maltrato.
El año pasado, por ejemplo, se reveló que un circo en Yucatán (este) poseía de forma ilegal varios felinos y monos, así como un oso al que le extirparon el maxilar inferior imposibilitándole ingerir alimento sólido. Además, a los otros animales les mutilaron sus garras y colmillos.
El PVEM estima que la flamante ley «sienta un precedente en materia de respeto y protección animal», pero para muchos es una normativa incompleta y tendenciosa.
Aunque «cierra la llave al nacimiento de animales en cautiverio y al tráfico ilegal de especies», no penaliza las populares peleas de gallos, corridas de toros y espectáculos con mamíferos marinos, señaló Leonora Esquivel, de la ONG internacional Animanaturalis.
Además, «hay una franca vulneración a la propiedad privada», añade el diputado Rubén Escamilla, del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, al explicar que los cirqueros no son indemnizados por la pérdida de sus animales.
Así, la organización de Cedeño interpondrá recursos para frenar lo que considera una ley «discriminatoria» que se basa en «falsa propaganda».
–La última función
«¡No se lleven a los animales!», gritó un enardecido público después de que los tigres se formaron en pirámide y saltaron a través de un aro de fuego durante la función del lunes en el Circo Hermanos Cedeño, su último espectáculo con animales.
Sus empleados tuvieron las emociones a flor de piel durante esta histórica función, tristes por despedirse de los animales y angustiados por su propio porvenir.
Pero la activista Esquivel opina que «hay que ver a largo plazo», focalizarse en que las próximas generaciones de animales ya no serán explotadas en circos e implementar un nuevo modelo de zoológicos que sean «centros de recuperación de fauna».
Resignado, Armando Cedeño se encierra en su casa rodante. «No dejen de venir al circo aunque ya no haya tigres. No nos dejen morir», murmura.
(AFP)