Regeneración, 17 de febrero 2016.- Todos sabemos que ni el refresco de cola ni las bebidas embotelladas son muy buenas para cuidar la línea, y que tampoco lo son para la salud dental. Pero un nuevo estudio ha traído la atención sobre la cantidad de daño que pueden hacer las bebidas azucaradas al cerebro.
Los cambios que se observaron en la región del cerebro que controla el comportamiento emocional y la función cognitiva fueron más extensos que aquellos que causa por ejemplo el estrés extremo en la primera infancia.
Se sabe que experiencias adversas en la primera infancia, como el estrés extremo o el abuso incrementan el riesgo de padecer de desórdenes de salud mental en la vida adulta.
El número de eventos traumáticos (accidentes, ser testigo de un crimen, desastres naturales, abuso sexual y emocional, violencia doméstica o ser víctima de un crimen) a los que un niño es expuesto está asociado con concentraciones elevadas de la mayor hormona del estrés, el cortisol.
También hay evidencia de que el maltrato en la infancia está asociado con poseer un volumen reducido del cerebro que estos cambios pueden estar a su vez relacionados con la ansiedad.
El descubrimiento
Observando ratas, se examinó el impacto del estrés en la primera infancia, en el cerebro, y que era exacerbado por las bebidas azucaradas. Dado que las hembras son más propensas a experimentar eventos de vida adversos, se estudiaron ratas de la especie Sprague-Dawley.
Para modelar un trauma o abuso en los primeros años de vida, luego de que las ratas nacieran la mitad de la camada fue expuesta a un material de nidificación limitado entre el día 2 al 9 después de su nacimiento. Luego volvieron a la normalidad del nido de cama hasta que fueron destetados. La anidación limitada altera el comportamiento maternal y aumenta la ansiedad de los hijos más tarde durante su vida.
Al momento del destete, a la mitad de las ratas se le dio acceso ilimitado a alimento bajo en grasa y agua para beber, mientras que a sus hermanas se les dio comida, agua y una solución de azúcar al 25% que podían elegir para beber. Los animales expuestos a estrés en las etapas tempranas de vida, eran mucho más pequeñas al momento del destete aunque esta diferencia desapareció con el tiempo. Las ratas que consumen azúcar en los dos grupos, (el de control y el del estrés) ingirieron más calorías durante el experimento.
Las ratas fueron observadas hasta que tuvieron 15 semanas de edad y se observaron sus cerebros. Ya que se sabía que el estrés en los primeros años de vida podía podría impactar la salud mental y su función, se examinó una parte del cerebro llamada el hipocampo, que es importante para la memoria y el estrés. Se estudiaron cuatro grupos de ratas que bebían azúcar, el control de ratas que bebían azúcar, las ratas expuestas a estrés, y ratas expuestas a estrés que bebían azúcar.
Se encontró que el consumo crónico de azúcar en ratas que no estaban estresadas produjeron cambios similares en el hipocampo a los que presentaban las ratas que estaban estresadas y que no consumían azúcar. La exposición temprana al estrés y beber azúcar produjo una menor expresión del receptor donde se une la principal hormona del estrés, el cortisol, que puede afectar la capacidad de recuperarse a una situación estresante.
Otro gen importante para el crecimiento de los nervios, NeuroD1, también se vio reducido por el estrés y el azúcar. Se investigaron otros genes importantes para el crecimiento de los nervios, y el sólo hecho de beber azúcar a una edad temprana fue suficiente para reducirlos.
Las ratas fueron expuestas a un consumo elevado de azúcar durante su desarrollo, y el impacto del azúcar es preocupante ya que puede afectar el desarrollo del cerebro, aunque podría requerirse más trabajo para probar esto.
Fuente: IFLS
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