8 de octubre de 2014.-Hoy, a 46 años del movimiento estudiantil de 1968, ¿han terminado los balazos?, preguntó la premio Cervantes, Elena Poniatowska, a un auditorio compuesto sobre todo por estudiantes.
La respuesta: Desde luego que no. No en las calles de la ciudad de México, y no en muchos lugares de la República donde campea la violencia, dijo en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Invitada al coloquio Elogio de la Ciudad de México, la escritora habló del movimiento estudiantil de 1968, lo que ese año significó en el mundo en general, y en México en particular, los estudiantes, sus manifestaciones, la entrada del Ejército a la Plaza de las Tres Culturas, el silencio de los medios, con algunas excepciones, ante la matanza de estudiantes, y cómo, mientras los disparos continuaban en Tlatelolco, en la ciudad las personas seguía viviendo de manera normal, ajenos a lo que sucedía.
La periodista, quien en 1971 publicó el libro testimonial La noche de Tlatelolco, rindió homenaje a Raúl Álvarez Garín, uno de los dirigentes del 68, fallecido el pasado 26 de septiembre. “Raúl muere en los días del asesinato de –cuando escribí esto– 22 personas en Tlatlaya, estado de México, y otros 22 muertos en dos días en Chihuahua. Muere en el momento en que aparecen cinco normalistas muertos en Ayotzinapa, ahora se dice que son 40. Muere en medio de una cacería de opositores en Morelos.
¿Qué diría Raúl del joven futbolista de 15 años, Josué Evangelista, cuyos tenis aparecen encima de su ataúd, porque vino a jugar fut, como parte del equipo de Los Avispones, y encontró la muerte en su autobús volcado por obra de pistoleros y policías en la carretera Iguala-Chilpancingo? ¿Qué diría de la muerte de tres jóvenes el 21 de septiembre en Maravatío a manos de cinco policías michoacanos?
Raúl Álvarez Garín, dijo Poniatowska, murió “en un país en manos de la guerra sucia contra el narcotráfico. En un país que nos hostiga, en un país en el que se encarcela a los adolescentes, se les acusa y se les considera violentos, alcohólicos, drogadictos, desertores de la escuela, ignorantes, inservibles. ¿Qué diría de un país en el que se mata a los chavos? Un país despiadado con su gente pobre, despiadado contra los migrantes, implacable con los niños, un país que daña a sus habitantes, un país en el que todos los mexicanos podrían preguntarse quién nos protege, dónde hemos venido a asentarnos, qué diría de las modificaciones y plan de estudios del Poli que disminuye el grado académico de ingeniero a técnico y convierte a cada muchacho en mano de obra barata, de los jóvenes depende claro, mientras el gobierno y las circunstancias lo propicien, el futuro de México”.
Ustedes son el futuro, dijo a los estudiantes que la escuchaban, y les recordó que movimientos como #YoSoy132 mostraron su fortaleza. Con mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, ustedes como estudiantes cumplen con su responsabilidad ciudadana, con sólo decir que no, se comprometen con la salud política de nuestro país.
Contra la frivolización
En la sesión de preguntas y respuestas, Elena Poniatowska, colaboradora de La Jornada, subrayó que habrá una marcha nacional y hay que pensar que lo que vivimos, sobre todo por lo que ha pasado en Ayotzinapa. Esa cantidad de muchachos muertos y enterrados en fosas casi de inmediato es una verdadera salvajada (que eso) nos indigne lo suficiente para salir a marchar. El miedo es parte de nosotros, siempre hay miedo (siempre que tengo que hablar o que tengo que escribir, siempre tengo miedo, me da miedo, me digo, siempre trato de agarrarme de un rostro que siento que me ve con simpatía y digo de ahí me agarro, lo veo como un ancla durante todo el momento de la presentación). Entonces el miedo existe, y no se trata, se oye un poco chocante, eso de vencer el miedo, sino decir qué nos parece y qué no nos parece, porque si no lo hacemos nos va a seguir yendo de la patada, como nos está yendo.
Se refirió a la frivolización de la vida pública y política, donde importa más el trasero de Carla Bruni (baste recordar la foto en la que los funcionarios mexicanos la miran) o la ropa que viste Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto; eso resulta más fuerte finalmente que un estudiante muerto y su cuerpo quemado con diesel en Iguala.
Información de La Jornada