En «El despojo infinito», David Harvey, describe a México

despojo

Por Alejandro de Coss*

Pocos teóricos sociales contemporáneos más importantes que el geógrafo inglés David Harvey. Este ensayo retoma algunas de sus ideas principales –en particular, su concepto de “acumulación por despojo”– para pensar la realidad mexicana.

México está inmerso en una sucesión interminable de catástrofes. Día a día las noticias de nuevas injusticias y atroces muertes nos envuelven. Las redes sociales, físicas y virtuales, se llenan de indignación para después paulatinamente decaer. Estos hechos, algunos claramente interconectados y otros aparentemente distantes, pueden ser explicados de forma sistemática a través del trabajo de David Harvey.

Harvey (n. 1935), geógrafo inglés, ha buscado a través de su obra explicar la forma en la cual la acumulación de capital transforma el espacio. Constituye así una de las principales aportaciones a la teoría marxista de los últimos cincuenta años. En particular, su obra se ha enfocado en explicar la producción del espacio urbano; el rol de la violencia y el despojo en la acumulación del capital, y el papel que las finanzas juegan en el sistema capitalista y sus crisis. Los tres son temas que fueron escasamente explorados por Marx, a quien Harvey estudia, sigue, critica y complementa.

En este breve ensayo buscaré explicar el torbellino de catástrofes que vivimos desde una mirada guiada por el trabajo de Harvey. En particular, utilizaré su concepto de “acumulación por despojo” para comprender cómo la producción de drogas, algunas reformas jurídicas (en particular la energética), los cambios en la propiedad de la tierra y la liberalización del comercio pueden producir procesos de despojo que son necesarios para la acumulación de capital. Mirar México a través de los ojos de David Harvey nos da, además, la posibilidad de entender cómo se configuran resistencias actuales y posibles frente al despojo, la catástrofe y la muerte que nos sobrecogen.

La historia moderna del territorio que se constituye como México arranca con un proceso de despojo. El folclore nacional lo retrata bien: detrás de la caricaturización del indígena impoluto y el español que encarna el mal, procesos de saqueo bien documentados arrancan la vinculación de estos territorios a un sistema global interconectado que se fundamenta en la acumulación y circulación de capital (Wallerstein 1988). La producción de la Nueva España es parte esencial del colonialismo, un proceso que, mutado, perdura hasta hoy.

Este despojo acontece por siglos. No se refiere solo a los recursos llevados a tierras europeas, al oro que ingresa a las arcas de las grandes potencias. El despojo es también interno. Es el de la expulsión forzada de campesinos y pueblos originarios; el de la pérdida de los derechos sobre lo común; el de la transformación de las diversas relaciones de propiedad a una sola: la privada; el de la supresión de formas de producción y consumo alternativas; el de la monetización del intercambio; el de la esclavitud y su comercio; el de la deuda, y, finalmente, el del sistema crediticio (Harvey, “The ‘New’ Imperialism: Accumulation by Dispossession”).

El despojo, que Marx conceptualizó como acumulación originaria, es continuo. No pertenece a un momento primitivo, previo, único (Bonefeld 2001). De ahí que Harvey prefiera llamarle acumulación por despojo y pensarlo como un mecanismo esencial para la reproducción del capital. Además, las distintas formas en las cuales este proceso sucede no son lineales. Es decir, no siguen una lógica de progreso inexorable: el despojo a través de la deuda coexiste, por ejemplo, con la pérdida de los derechos sobre lo común.

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David Harvey

Así, el proceso de despojo es esencial para la continua reproducción del capital. En escenarios de sobreacumulación, donde la mano de obra y el capital son abundantes pero no pueden ser utilizados de forma productiva, es un mecanismo que permite transportar la crisis que aparece como inminente. Es decir, el capital excedente y la mano de obra desempleada son utilizados en procesos de producción de nuevos espacios de acumulación y reproducción de capital, evitando la destrucción del capital y la rebelión de la mano de obra. Este movimiento, necesario para el capital, conceptualizado por Harvey como un “ajuste espacio-temporal” (Harvey 1982), es doble. Por un lado, implica la apertura de nuevos mercados, a menudo por la fuerza. Por el otro, requiere la producción a gran escala de infraestructura –la urbanización contemporánea es un ejemplo impecable de ello (Harvey 1985, 1989, 2013).

El ajuste espacio-temporal modifica el territorio. La producción de nuevos espacios que sean útiles para la acumulación y reproducción del capital es cambiante. El capitalismo produce espacios de acuerdo con sus necesidades temporáneas, para después destruirlos cuando estos se vuelven insuficientes (Harvey 1982). Los altos edificios que cada vez con más frecuencia se levantan en la Ciudad de México son un ejemplo claro de cómo el capital destruye espacios previamente producidos, transforma su fisionomía y modifica el tejido urbano y sus dinámicas.

Este proceso de perenne expansión implica también, como decía, un cambio profundo para las relaciones de propiedad. La Reforma a la Ley Agraria de 1992 es un ejemplo de la institucionalización de un cambio de este tipo. La intención de la reforma fue liberalizar el mercado de tierras con el objetivo de fomentar la penetración de relaciones capitalistas de producción. El ejidatario, ahora “liberado” de la tierra, se ve convertido en mano de obra barata.

La liberalización económica puede también generar y precipitar procesos de despojo. El ingreso de México al TLCAN aceleró la transformación de la estructura productiva del campo. El cultivo de autosubsistencia decayó con fuerza; los campesinos se vieron desplazados y migraron. En San Quintín vemos a indígenas triquis sometidos a un estado de casi-esclavitud, forzosamente desplazados por la pobreza y el abandono de las políticas estatales. Los mecanismos de servidumbre legal que la Reforma Energética plantea (la obligación de propietarios de tierras útiles para la producción y transporte de hidrocarburos a ‘rentarlas’ por periodos de 50 años a las empresas que las requieran) pueden agudizar este proceso de desplazamiento territorial obligado, incrementando la oferta de mano de obra y, por lo tanto, abaratándola.

La ley puede ser entonces un mecanismo para avalar y fomentar estos procesos. En Colombia, por ejemplo, la norma 9.70 de su Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos retira a los campesinos el derecho de plantar sus propias semillas. No solo los obliga a comprar las que han sido aceptadas por el gobierno, sino que les exige adquirirlas cada año, al ser ilegal la práctica milenaria de separar las mejores semillas y reutilizarlas. El TPP, que acaba de ser detenido en Estados Unidos, al menos temporalmente, establece provisiones similares que afectarían al campo mexicano. Los procesos de despojo se aceleran, penetran a espacios insospechados, y pueden contribuir a agudizar las contradicciones entre trabajo y capital, entre vida y muerte.

Así como las formas de despojo no son lineales, las maneras de explotación tampoco lo son. Si bien el capitalismo orienta su lógica en torno de la relación capital-trabajo asalariado, existen otras formas de dominación con las que cohabita (Quijano 2000). La organización de la desigualdad en torno a líneas de raza y género es muestra de la insuficiencia de la relación primordial del capitalismo para explicar todo lo que ocurre en el sistema. Es decir, que sean indígenas triquis quienes sufren la explotación y represión del Estado en Baja California no es fortuito. Es resultado del racismo inherente a la colonialidad del poder (Quijano 2000). Que el feminicidio sea un proceso estructural que azota a todo el territorio, con focos notables en espacios donde la industria manufacturera prevalece, como Ciudad Juárez, es parte del mismo conjunto de procesos.

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La muerte y la acumulación también se entrelazan en territorios que están sembrados de cuerpos. Las fronteras entre el crimen organizado, la empresas que operan en la legalidad y las instituciones del Estado se difuminan. La minería, el cultivo de amapola y la supresión de la disidencia se entrelazan. En Guerrero, por ejemplo, se ha perseguido, encarcelado y asesinado a quienes han comenzado una lucha contra este llamado necrocapitalismo (Banerjee 2008).

Ahora bien, la acumulación por despojo configura escenarios de lucha que se alejan de los cánones de la lucha proletaria del marxismo clásico (Harvey 2003). Las alianzas que ocurren en reacción a este capitalismo son de una forma distinta y se orientan a luchar contra la desposesión. Así, es posible entender que cada vez más luchas autonómicas se organicen. Cherán, las policías comunitarias en el estado de Guerrero, las comunidades zapatistas en Chiapas y ejemplos internacionales, como el de la región autónoma kurda de Rojava (Graeber y Öğünç 2014), ilustran las formas en las cuales la expansión de la acumulación a los espacios de reproducción de la vida cotidiana genera nuevas formas de organización y resistencia frente al capitalismo.

Una conclusión que se obtiene mirando México a través de los ojos de David Harvey es, entonces, que la construcción de una sociedad que produzca vida digna y no muerte pasa por una lucha compleja, creativa, horizontal y plural frente al capitalismo. La era de las fórmulas ha terminado.

México, Regeneración 17 de junio del 2015. Fuente: http://horizontal.mx/

Referencias

Banerjee, Subharata Bobby. 2008. “Necrocapitalism”. Organization Studies,1541-1563.

Bonefeld, Werner. 2001. “The Permanence of Primitive Accumulation: Commodity Fetishism and Social Constitution.” The Commoner.

Graeber, David, y Pinar Öğünç. 2014. “Ésta es una revolución genuina. David Graeber sobre su visita a Rojava”. A las barricadas, 29 de diciembre.

Harvey, David. 1982. The Limits to Capital. Londres: Routledge.

—. 1985. The Urbanisation of Capital. Baltimore: Johns Hopkins Press.

—. 1989. “From Managerialism to Entreprenurialism: The Transformation in Urban Governance in Late Capitalism”. Geografiska Annaler. Series B, Human Geography, 3-17.

—. 2003. The New Imperialism. Oxford: Oxford University Press.

—. 2004. “The ‘New’ Imperialism: Accumulation by Dispossession”. Socialist Register, 63-87.

—. 2013. Rebel Cities. From the Right to the City to the Urban Revolution. Londres: Verso.

Quijano, Aníbal. 2000. “Colonialidad del poder y clasificación social”. Journal of World-Systems Research, 342-386.

Wallerstein, Immanuel. 1988. El capitalismo histórico. México: Siglo XXI.

(Alejandro de Coss es maestro en Sociología por la London School of Economics and Political Science.)