Regeneración, 24 de marzo de 2016.- Comer Iguana en Juchitán no es pecado, es una tradición gastronómica de los juchitecos y pueblos zapotecas del Istmo de Tehuantepec, en sus dos variedades verde “gueela” y negra “guchachi”. En semana santa se consumen 500 reptiles al día según el Comité de Voluntarios para el Mejoramiento Ambiental (Covoma).
Se suelen elaborar guisados de iguana. Como un rito familiar, comienzan a limpiar cada uno de los reptiles, los dejan reposando durante la noche en un cúmulo de hierbas finas y en las primeras horas se levantan a sazonarlas.
Comer iguana es parte de la sobrevivencia alimentaria de este pueblo, que hace algunas décadas vivió de la agricultura y la ganadería. Más que una glotonería es una tradición; para los zapotecos es un platillo típico, también elaboran tamales y consumen la iguana sin remordimiento.
Hay familias que, en la semana mayor, preparan entre dos o tres docenas. Cada una cuesta más de dos mil pesos y se adquieren en el mercado de Juchitán. En esta tierra se disfruta, no es pecado consumirla, al contrario, dicen que “tiene bondades curativas”.
Tomás Chiñas Santiago, historiador y cronista de Juchitán resaltó que la iguana no es un platillo exótico para el pueblo zapoteca sino que es una comida tradicional que por herencia se consume.
“Nuestros antepasados para su sobrevivencia sacrificaban conejos, armadillos, iguanas, palomas, entre otros animales silvestres. Sin embargo la iguana fue la que tuvo mayor demanda, pues es un platillo que gusta mucho. Su forma de preparación en guiso y en tamales impresiona el paladar de cualquiera” puntualizó.
En Juchitán, en 2005, se creó un iguanario donde desde hace 11 años se reproducen y se liberan iguanas, sobre todo iguana negra, considerada endémica de la región del Istmo. Este espacio ecológico es único en la región dedicado a la crianza de la iguana en cautiverio y hace un año obtuvo el permiso de la Unidad de Manejo Ambiental que le permite reproducir y comercializar este reptil.