Nuestra verdadera independencia

Normal 0 21 false false false MicrosoftInternetExplorer4 st1:*{behavior:url(#ieooui) } /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;}

Nuestra verdadera independencia

Luz Nieto

Muerto Hidalgo, los ejércitos independentistas se dispersaron por el centro, occidente y sur de nuestro país. El valiente José María Morelos cabalgaba, incansable, con su ejército. En tres de sus cinco campañas militares protegió al cuerpo de constitucionalistas que, entre batalla y batalla, se dedicaban a redactar los textos fundamentales de la creación de un nuevo México.

    Normal 0 21 false false false MicrosoftInternetExplorer4 st1:*{behavior:url(#ieooui) } En Chilpancingo, Morelos redactó los Sentimientos de la Nación y decretó la abolición de la esclavitud. Allí se emitió, el 6 de noviembre de 1813, el Acta solemne de independencia de América septentrional. En este documento se sintetizan los principios bajo los cuales actuaron nuestros libertadores, y que debieran ser considerados hoy como las bases verdaderas de nuestra separación de España, y de nuestro rechazo de todo colonialismo o imposición externa. El Congreso de Anáhuac, legítimo representante de la América septentrional, declaraba:

"…queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español: que es árbitro para establecer las leyes que le convengan para el mejor arreglo y felicidad interior: para la guerra y paz, y establecer alianza con los monarcas y repúblicas del antiguo continente…"

Nuestra verdadera independencia no puede ser otra que la que señala este texto: aquélla que asume nuestra soberanía política, nuestro rechazo a toda forma de dependencia, y nuestra facultad para establecer las leyes y acuerdos que convengan a nuestros pueblos. Sea así, o no será.