En las guerras militares se trata de acabar físicamente con el enemigo con armas y bombas; en las guerras mediáticas se trata de acabarlo psicológicamente, con la palabra y la imagen. Si en las guerras bélicas se apunta al cuerpo y a las construcciones materiales, en las mediáticas se apunta a su sistema nervioso y a sus obras intelectuales o artísticas.
Por Blanca Montoya
Regeneración, 12 de junio de 2017. La guerra tiene como objetivo el aniquilamiento del otro, a quien se considera enemigo, para dominarlo y/o apropiarse de lo que le pertenece. Toda guerra implica una serie de técnicas y estrategias que permitan atacar efectivamente al enemigo. Las guerras mediáticas implican un ataque individual y social tan poderoso o más que una guerra nuclear, cuestión que vamos a tratar de la manera más sencilla posible en varias partes. Las estrategias están diseñadas en tanques de pensamiento multidisciplinarios, grupos conformados por psicólogos, sociólogos, antropólogos, economistas, políticos, etc… al servicio de las transnacionales quienes son las dueñas del planeta.
Mientras que en las guerras militares se trata de acabar físicamente con el enemigo mediante las armas y las bombas, en las guerras mediáticas se trata de acabarlo psicológicamente, mediante la palabra y la imagen. De manera que si en las guerras militares se apunta a su cuerpo y a sus construcciones materiales, en las mediáticas se apunta a su sistema nervioso y a sus obras intelectuales o artísticas.
El sistema nervioso de los seres humanos es un conjunto de órganos y estructuras formadas por un tejido de neuronas interconectadas. Su función principal es captar y procesar un conjunto de señales externas e internas de nuestro cuerpo para lograr una interacción eficaz que procure nuestra supervivencia. El sistema nervioso central se compone del encéfalo y la médula espinal. El encéfalo está contenido dentro del cráneo, se encarga de todas las funciones básicas de supervivencia, así como de los impulsos y las emociones como el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegría y la tristeza. Éstos se reprimen o elaboran mediante la corteza cerebral, la parte racional y más reciente en nuestra línea evolutiva que se encarga del análisis, la lógica y la conciencia de las situaciones que vivimos o imaginamos. La racionalidad aparece sólo hace unos miles de años y se desarrolla mediante el ejercicio de la capacidad de pensar, lo que permite ordenar nuestros sentimientos o emociones de acuerdo con la realidad del entorno.
Según la teoría estructural del aparato psíquico de Sigmund Freud, éste se divide en tres instancias: el ello, la parte más primitiva que representa los impulsos sexual y agresivo que devienen en emociones y sentimientos; el yo, que se desarrolla a partir del contacto con la realidad, cumple con los deseos del ello de acuerdo con ésta, se encarga del pensamiento, la conciencia y la conducta racional; y el superyó, que surge posteriormente y contiene la conciencia moral, la ética y los valores sociales que conforman el ideal del yo.
En la guerra mediática se estimula al ello para que los sentimientos de miedo, rabia y odio se exacerben de tal forma que el yo no pueda elaborarlos, se neurotice o bien se torne psicótico. Esto permite que la racionalidad disminuya y se pueda manipular la voluntad, las decisiones, la conducta y la visión del mundo de las personas de forma que convenga a los intereses de las transnacionales, que son, obviamente, dueñas de los medios masivos de comunicación. En ese orden el miedo, la rabia y el odio son dirigidos hacia las ideas, los movimientos y/o los dirigentes que amenacen su hegemonía, es decir a la izquierda.
Los mensajes siguen básicamente las teorías comunicacionales de Bernays, Goebbels y Gene Sharp, entre otros. La izquierda es asociada al crimen, al totalitarismo, a la represión o al narcotráfico en mensajes son cortos, contundentes y sin argumentación, pues se trata de que en el imaginario atenten contra la supervivencia y la vida. Frases que se repiten millones de veces en todo el mundo: el comunismo te quita a tus hijos, los socialistas quieren que todos sean pobres, el comunismo significa hambre, el Che Guevara era un asesino,… Estas aseveraciones sin relación con la realidad, provocan miedo, luego rabia y así se va cultivando el odio. Nadie se salva del impacto emocional que conlleva la amenaza a la vida o la libertad. En mayor o menor grado todos se sienten impactados por estas frases y depende del desarrollo de la conciencia, la racionalidad y la cultura de cada persona, razonar, analizar y emitir un juicio sobre semejantes afirmaciones. Quienes sucumben a la irracionalidad se suman a las huestes de la derecha en las que se encuentran, por lo general, las clases medias, las cuales se analizarán más adelante.
Paralelamente a la siembra del odio a la izquierda en el ello, los medios atacan al yo. Evitan el desarrollo del pensamiento racional restringiendo su ejercicio: se invierte poco en salud, base fundamental de la fortaleza física del yo; se reducen los presupuestos para la educación y la cultura; los libros en pro de las ideas capitalistas se editan en una cantidad muy superior a aquellos que explican los argumentos del pensamiento de izquierda; se transmiten comunicaciones frívolas de tal forma que la población tenga las menos oportunidades posibles de pensar o de cuestionar. En cuanto al superyó, la publicidad a la violencia, la muerte y el culto a las drogas se expresa en miles y miles de programas de televisión, cine, videojuegos y redes sociales. De manera que los valores que guían al ideal del yo se pervierten y se conceptualiza justamente en contra de la sociedad: los héroes son, subliminalmente, narcotraficantes, asesinos y ladrones. La información mediática se sucede abrumadoramente de tal forma que el yo sea fácilmente víctima de la confusión en cuanto a su percepción de la realidad y la cultura de la muerte lo deprime y lo desactiva. La minimización de la historia y la idiosincrasia nacional y la preponderancia de culturas extranjeras despoja al yo de una referencia auténtica que le cree una identidad. Un individuo cuyo yo ha sido destruido de esta manera es prácticamente incapaz de escuchar y razonar una idea distinta a la que ha escuchado millones de veces desde la infancia, se aferra a la emoción o sentimiento que le han sembrado e identifica a quien la expresa como el enemigo al que hay que destruir.
Lo anterior es fácilmente detectable en las redes pues ahí la población sometida a la promoción del odio y con poca capacidad de pensar transmite insultos, incoherencias, da muestra de su ignorancia y utiliza expresiones escatológicas, siendo esto último una muestra de su pensamiento primitivo.
Actualmente la tecnología ha sofisticado sus métodos de ataque y manipulación de la psique del individuo. Las redes sociales han permitido el registro de los datos cada vez que el individuo las utiliza, lo que se llama Big Data. A partir de la psicometría, las transnacionales pueden conocer la características de personalidad de los internautas y enviarle la información que conviene en cada caso para mantener su hegemonía.